Aprendo lentamente que no tengo que reaccionar a cualquier
cosa que me moleste.
Aprendo lentamente que la energía necesaria para reaccionar a
cada cosa mala que te sucede, te agota y te impide ver las otras cosas buenas
de la vida.
Aprendo lentamente que no voy a ser el consuelo de todos y
que no voy a poder llevar a todos a tratarme como quiero que me traten, porque
el trato que me dan es igual a lo que cargan en su corazón.
Aprendo lentamente que no se puede cambiar a la gente mala,
es una pérdida de tiempo y de energía porque llevan dentro podredumbre.
Aprendo lentamente que no reaccionar no significa que esté de
acuerdo con las cosas, simplemente significa que elijo elevarme por encima.
Elijo mi tranquilidad mental porque eso es lo que realmente
necesito.
No necesito que la gente me haga sentir que no soy lo
suficientemente buena, porque alguien le dijo que le dijeron… Dios sabe como yo soy, y yo también sé como soy.
No necesito peleas, argumentos y conexiones falsas.
Aprendo lentamente que a veces, no decir nada, lo dice todo.
Aprendo lentamente que reaccionar ante cosas que te molestan,
le da a alguien poder sobre tus emociones.
No puedes controlar lo que hacen los demás, pero puedes
controlar cómo reaccionar, cómo manejar, cómo percibir... Mi fuerza interior me salvará.
Aprendo lentamente que las actuaciones de los demás no dicen
nada sobre mí y mucho sobre ellos.
Aprendo lentamente que tal vez los ataques de maldad están
ahí para enseñarnos a amarnos más y a valorar a la gente buena; ese será el escudo que necesitamos contra la
gente malévola que trata de atacar nuestro prestigio y nuestra dignidad.
Aprendo lentamente que aunque reaccione no cambiará nada. Hay gente envidiosa y conflictiva que no vive en paz y busca el enfrentamiento para recrearse en lo que lleva dentro, pero se rodea de la gente que chantajea emocionalmente para sentirse fuerte. ¡Pobre infeliz! No te sientas ganadora porque sabes hacer daño, piensa que más tarde o más temprano la vida te pagará con la misma moneda. Dios lo ve todo...
A veces es mejor dejar ir las cosas, dejar ir a la gente, no
luchar por quien no merece la pena, no pedir explicaciones, no perseguir las respuestas. Hay que entender que hay personas nacidas para hacer daño.
Aprendo lentamente que la vida se vive mejor cuando no la
centras en lo que pasa a tu alrededor y la centras más bien en lo que sucede
dentro de ti.
Trabaja en ti mismo y en tu paz interior y te darás cuenta
que no reaccionar a cada pequeña cosa que te molesta es el primer ingrediente
para vivir una vida feliz y saludable.
Aprendo que por envidia alguien pueda socavar mis valores y mi credibilidad, y a pesar de eso, debo mantener la fe en las persona, en mis valores, en mi serenidad y en mi paz.
Aprendo que sobre mí la última palabra la tiene Dios.