“El silenciar a las mujeres en las letras priva a la sociedad
de sus puntos de vista sobre la realidad”.
Ser escritora no siempre ha sido una tarea fácil ni mucho
menos reconocida. Desde tiempos inmemoriales, las mujeres han formado parte de
un modo u otro del mundo de la literatura y no fue hasta el siglo XIV cuando
una mujer, Christine de Pizan, pudo ganarse la vida escribiendo de forma
profesional.
La literatura es, al mismo tiempo, un arte (el arte de las
palabras), una disciplina académica (y ahí va vinculada a ámbitos de mucha
especialización, como la teoría de la literatura) y, sobre todo y para muchas
personas, un placer y algo integrado en lo cotidiano. Por tanto, muchas veces
resulta complicado separar la mera conversación a pie de calle, sin mayores
pretensiones científicas y aplicando mucho (o poco) sentido común, del análisis
técnico, filológico y académico que requiere de un aprendizaje previo y de unas
capacidades que se adquieren con el tiempo y la práctica (y, por tanto, no
están al alcance de todos a priori).
Hablar sobre el papel de las mujeres en la literatura es algo
apasionante. La presencia de las mujeres en la literatura varía según la época
que se decida analizar. Al comienzo, las autoras estaban ocultas bajo
seudónimos o recluidas en sus hogares. Con el avance del tiempo, y del
movimiento feminista, se logró visibilizarlas y así, dar paso a obras
fundamentales para el arte literario y a una escritura diversa, alejada de una
visión divisoria de géneros.
Si nos remontamos a la Antigüedad, ya nos encontramos con
unas mujeres relegadas, que sin embargo tuvieron un papel determinante en la
propagación del cristianismo, como fue el caso de Egeria. Aunque escribiera en
latín y sería un anacronismo hablar de España en el siglo IV, se la puede
considerar la patrona de las autoras hispánicas. Nacida en Gallaecia, provincia
romana correspondiente al noroeste de la península ibérica, los datos sobre su
vida son escasos y discutidos, pero lo excepcional de su trayectoria, el
peregrinaje a Tierra Santa que recogió en Itinerarium ad Loca Sancta, ha
despertado el interés de múltiples estudiosos y lectores, atraídos por una obra
original y un personaje misterioso y muy adelantado a su época.
En el siglo XIX, la opresión masculina sobre las figuras
femeninas era una fuerza invisible. A veces tomaba forma en nombres de varones
inexistentes que les quitaban el crédito de su trabajo y, otras, en un
sometimiento constante que las mantenía ocultas y encerradas.
Con la llegada del nuevo siglo, se produjo una revolución.
Alejada de la rebeldía en silencio de las grandes mujeres del siglo XIX, el
siglo XX trajo literatura con nombres femeninos. Además de superar el deber de
esconder su identidad, a partir de 1900 las escritoras se dedicaron a obras que
se centraron en temas como la desigualdad de género y la violencia machista. De
esta forma, sentaron las bases fundamentales para el movimiento feminista, que
empezaba a universalizarse.
La Edad Media fue una época absolutamente machista. La
religión cristiana dominaba a la sociedad y consideraba a la mujer inferior al
hombre. Ellas no eran libres para pensar o expresarse de manera escrita. Algunas
mujeres que desafiaron a la sociedad de su tiempo fueron: Las trovadoras: eran
mujeres que escribían poemas donde hablaban del amor. Solo las mujeres nobles
podían ser trovadoras.
En los siglos XVI y XVII había menos influencia religiosa y
nació el concepto de humanismo y de razonamiento. Pero había menos mujeres que
podían escribir, por la presencia de la inquisición. En España tenemos el
ejemplo de Santa Teresa de Jesús, que escribió muchas obras a favor del
feminismo y defendió los derechos intelectuales de las mujeres.
Desde el siglo XV las mujeres asistían a eventos culturales
con sus maridos como las tertulias, que eran reuniones donde hablaba de
literatura, las mujeres ya participaban más activamente en el mundo literario y
empezaron a leer libros que les gustaban. La literatura empezó a ser más
popular, pero aún no era aceptada completamente. Las mujeres solo podían
escribir sobre temas didácticos, pero no sobre temas morales. La primera mujer
que decidió escribir sobre temas morales fue Emilia Pardo Bazán, que fue muy
criticada por los hombres de su época, además fue una de las primeras mujeres
feministas que decidió vivir su vida de forma independiente.
Mujeres bajo seudónimo. Históricamente, una mujer no podía
superar intelectualmente a un hombre. Otra dificultad añadida a la hora de que
muchos editores se decidieran a publicar sus libros e incluso a que lectores
quisieran comprarlos. De ahí el uso de tantos seudónimos masculinos para
ocultar su identidad femenina. Entre ellas, las hermanas Brönte cambiaron sus
nombres –Charlotte, Emily y Anne- por otros masculinos. Precisamente Emily
Brönte es la autora de la famosísima novela Cumbres Borrascosas, su única
novela. También la autora de la célebre novela Mujercitas, adaptada al cine
bajo el mismo nombre, cambió su nombre como Luisa May Alcott por A.M. Barnard
para muchos de sus escritos. Y los seudónimos llegan incluso hasta el siglo XX,
con una de las autoras más famosas gracias a su saga de novelas Harry Potter,
J. K. Rowling, quien ocultó su nombre femenino (Joanne) por sus siglas, pero
también llegó a utilizar el nombre de Robert Galbraith para El canto del cuco
(2013). Tras recibir una buena crítica por esa novela, acabó reconociendo su
autoría. A pesar de tener que escribir bajo pseudónimo, el tiempo las ha
colocado en un lugar privilegiado dentro de la gran literatura universal.
“El alma,
¿no es la misma que la de los hombres? […] Yo aseguro que, si entendierais que
también había en nosotras valor y fortaleza, no os burlaríais como os burláis”. Las palabras de la escritora María
de Zayas (1590-¿1661?) siguen, 400 años después, de plena vigencia en defensa
de la dignidad de la mujer.
Durante gran parte de la historia, las mujeres escritoras han sido vistas por la cultura dominante como una anomalía, casos excepcionales que desde las posiciones más recalcitrantes se tomaban como aberraciones que debían ser silenciadas. Poco estudiadas, cuando no despreciadas, hasta muy recientemente apenas se ha prestado atención a la creatividad femenina.
A pesar de querer silenciarlas, las mujeres han conseguido tener la misma importancia
en la literatura que los hombres. Aunque todavía siguen sufriendo discriminación en
muchos lugares del mundo simplemente por expresar públicamente sus pensamientos
de mujer en la escritura.
No necesitamos magia para cambiar el mundo porque ya tenemos
ese poder en nuestro interior: tenemos el poder de imaginar un mundo mejor. JK Rowling.
Fotografía: Internet
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