¿Por qué hay personas que están siempre a la defensiva?
“Si estás siempre a la defensiva, es una señal de que lidias
con culpas”.
Todos en algún momento hemos respondido poniéndonos a la defensiva ante una situación determinada. El verdadero sufrimiento comienza cuando esta tensión interna se torna crónica. Estar en posición de defensa ya lo dice todo por sí mismo. Sin embargo, es agotador vivir las relaciones desde esa perspectiva, sencillamente, porque el diálogo no fluye cuando analizas la realidad desde el filtro de la desconfianza. Cuando estás en este punto, te acostumbras a observar posibles segundas interpretaciones en las intenciones de los demás, y por eso saltas al ataque.
¿Por qué caemos en la actitud defensiva? Sin lugar a dudas,
cuando caemos en mantener una actitud defensiva, es porque no nos sentimos a
resguardo, o lo que es lo mismo, no nos sentimos ni fuertes ni seguros con
nosotros mismos. Por eso, necesitamos protegernos, defendernos de alguna
manera antes que descubran nuestra debilidad. Hay gente que no puede evitar estar a la defensiva, meter ruido para distraer la atención del otro, por eso, cuando se relacionan con los demás, siempre se están defendiendo a sí mismos. Esto
sucede cuando tenemos conflictos no resueltos, solemos levantar un
“escudo de protección” para evitar llegar al problema, un problema que es el parapeto del carácter indomable.
¿Qué implica esto? En esencia, que la claridad de ideas no es precisamente un rasgo de la naturaleza humana. Pero si profundizamos, encontramos conclusiones aún más intrigantes: un porcentaje significativo de personas no solo es incoherente y cae en numerosas contradicciones, sino que parece preferir la confrontación en lugar del entendimiento y el desacuerdo en lugar del acuerdo. ¿Por qué sucede esto?
Debemos abordar esta compleja cuestión desde una perspectiva
psicológica, haciendo referencia a la teoría de la reactancia psicológica,
fundamental para entender ese carácter contradictorio y cómo la
confrontación, la oposición y la resistencia pueden ser reacciones
comprensibles y, en ciertos casos, esenciales para preservar la intimidad y la libertad
individual.
Es común encontrarnos con personas que parecen estar
constantemente a la defensiva, listas para iniciar una discusión o contradecir la
opinión predominante sobre cualquier tema. En el peor de los casos, su actitud
genera un estado constante de tensión que agota a quienes les rodean y desgasta cualquier relación.
Lo intrigante de las personas que siempre llevan la contraria
es que, en muchos casos, no lo hacen de manera deliberada ni consciente y
tampoco obtienen ningún beneficio de ello. Digamos que no es una estrategia calculada, sino
más bien una forma de estar en el mundo. Entonces, ¿por qué insisten en llevar
la contraria, y por qué les resulta difícil cambiar?
En ocasiones, las personas que siempre contradicen reaccionan
ante lo que perciben como amenaza, que a menudo no lo son en realidad.
Cualquier propuesta ajena es interpretada como una amenaza o un ataque y por eso responden de manera defensiva, oponiéndose incluso cuando la propuesta
podría ser beneficiosa para ella. Su fuerza la ponen en llevar la contraria.
Un estudio sobre estos comportamientos señala, que las personas
tienden a ser más críticas con los argumentos de los demás que con los propios.
Esta discrepancia revela una tendencia a cuestionar menos nuestras propias
ideas en comparación con las ajenas. Este escaso autoanálisis y falta de
autocrítica se deben, en cierta medida, a la inseguridad que todos experimentamos en ciertos momentos. Cuestionarnos y descubrir que estamos equivocados y que otros
pueden tener razón, puede ser un golpe al ego difícil de soportar.
Hay actitudes que se pueden confundir con el trastorno de oposición desafiante (ODD), que se asocia a etapas de la vida como la niñez o la adolescencia. Reconocer la diferencia entre un individuo con carácter fuerte y alguien con ODD, puede ser complicado, pero cuando los comportamientos de oposición son frecuentes causan graves problemas en la vida cotidiana familiar.
Es importante destacar que ser narcisista no implica la
ausencia de inseguridad; de hecho, puede contribuir a la tendencia a
contradecir a otros simplemente porque las ideas no provienen de uno mismo. Los
narcisistas pueden incluso poner en duda buenas ideas solo porque no se les
ocurrieron a ellos primero.
En otros casos, llevar la contraria puede ser una fuente de motivación. Sentirse diferente y oponerse a la opinión mayoritaria puede generar una sensación de valentía, incluso si esta postura es perjudicial para sus propios intereses. Esto se alinea con la teoría de la reactancia psicológica, en la que se comprueba que esas personas que abanderan su defensa férrea frente a supuestas amenazas, pueden utilizar esa actitud desgastadora, como fuente de recarga de energía en su lucha de oposición permanente.
También los hay que llevan la contraria por simple diversión, aburrimiento o mezquindad, o porque solo quieren que les digas lo que quieren oír. A menudo, disfrutan provocando a los demás sin interés en llegar a acuerdos. Estas personas no consideran la discusión como un proceso dialéctico o filosófico, sino como un pasatiempo nocivo, incluso para sí mismas. El enfrentamiento los envalentonan y se ven mas fuertes al ver al contrario agotado y decepcionado.
En resumen, las reacciones de las personas que se sienten
amenazadas por todo el que le lleve la contraria y no dé por bueno sus puntos de vistas, pueden generar tensiones innecesarias. Una cosa es tener razón y otra exigir que siempre te la den. A pesar
de que a veces percibamos amenazas que no existen, llevar la contraria puede
ser una forma de afirmar el argumento. El desafío radica en encontrar el
momento adecuado, el contexto apropiado y la autoridad correcta para expresar la oposición; otra cosa sería poder dialogar y discrepar de manera respetuosa y constructiva.
“La libertad de vivir sin justificaciones la permite la
certeza de saber que vives en consonancia con tus principios, pero sin fastidiar la vida de nadie”.
Fotografía: Internet
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