Te damos
gracias, Dios cercano, presente en las flores y en los granos, en los pájaros y
en las llagas, en lo feo, en lo triste, en el aire, en el agua; en el mar y en
el templo.
Estás en
el dolor que queda y en el viejo que pasa, en la madre que pare y en la
garrapata, en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca; estás en la
mina y en la plaza,
Es verdad
que estás en todas partes, pero hay que descubrirte, en el misterio de ver y
sentir, de hablar y cantar, de reír y llorar, de sufrir y de amar. Tú estás en
mí, en cada persona, ¡Dios mío!
Estás en
las manos de todo el que trabaja; en los que no se callan ni se cruzan de
brazos frente a la injusticia. Huyes de las manos del guerrero y de las manos
del que reza y no ama, del que va a misa y no enciende a los pobres vela de
esperanza.
Estás en
mí, cuando me angustia ese hombre que compra alpargatas, cuando me inquieta la
vida del que sube y no baja, cuando una angustia se me enquista en la entraña y
cuando amanezco silbando en la mañana, cuando sonrío a todos y a todos doy las
gracias. Amén.
Oración,
inspirada en un poema de Gloria Fuertes.
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