sábado, 29 de noviembre de 2014

Soltar esa carga…

El maestro narró a sus discípulos el siguiente relato:
Un hombre que iba por el camino tropezó con una gran piedra. La recogió y la llevó consigo. Poco después tropezó con otra, igualmente la cargó. Todas las piedras con las que tropezaba las cargaba, hasta que aquel peso se volvió tan grande que el hombre ya no podía caminar. ¿Qué piensan ustedes de ese hombre? 
Luego el maestro preguntó sobre qué le parecía la actuación de aquel hombre. Un alumno respondió: 
Ese hombre es un necio. ¿Para qué cargaba las piedras con que tropezaba?
Dijo el maestro:
Eso es lo que hacen aquellos que cargan las ofensas que otros les han hecho, también cargan con los agravios sufridos y la amargura de sus propias equivocaciones. No debes cargar con tus pesadas culpas, trata de hablar sobre ello para que poco a poco puedas ir liberándote de esas molestas piedras, antes de que se conviertan en rencor contra los demás o contra ti mismos. Para que el camino de la vida sea más placentero, no te paralices con la carga inútil. Llénate de lo que merece la pena, vive en la verdad y aflorará solo lo bueno, y nuestro camino será más ligero y nuestros pasos más seguro. 
Después de una profunda reflexión, el maestro y los discípulos se hicieron el propósito de no cargar nunca con el peso del odio ni del resentimiento.

viernes, 28 de noviembre de 2014

La ciega

Había un ciega sentada en la calle, con una taza y un pedazo de cartón, con el siguiente mensaje, que decía: «Por favor, ayúdenme, soy ciega».
Un creativo de publicidad que pasaba frente a ella, se detuvo y observó unas pocas monedas en la taza. Sin pedirle permiso tomó el cartel, le dio la vuelta, cogió su rotulador negro y escribió otro anuncio. Volvió a poner el pedazo de cartón sobre los pies de la ciega y se fue.

Por la tarde, el creativo volvió a pasar frente la ciega que pedía limosna; su taza estaba llena de billetes y monedas. La ciega reconoció sus pasos y le preguntó si había sido él el que reescribió su cartel y sobre todo, qué había escrito. El publicista le contestó:
—Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras.
Sonrió y siguió su camino.
El nuevo mensaje decía: «Hoy es primavera y no puedo verla».

Cambiemos de estrategia cuando no nos sale algo y verán que puede que resulte mejor de esa manera. Nadie puede ser esclavo de su identidad: cuando surge una posibilidad de cambio, hay que cambiar.

jueves, 27 de noviembre de 2014

No te rindas

No te rindas, aún estás a tiempo de abrazar la vida y comenzar de nuevo.

Aceptar tu sombra, liberar el lastre y retomar el vuelo.

No te rindas, que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo.

No te rindas, por favor, no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se acalle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tu seno.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque lo has querido porque existe el vino y el amor es cierto, porque no hay herida que no cure el tiempo.

Abrir las puertas, quitar los cerrojos, bajar el puente y cruzar el foso, abandonar las murallas que te protegieron, volver a la vida y aceptar el reto.

Recuperar la risa, ensayar un canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida, remontar los cielos.

No te rindas por favor, porque cada día es un comienzo nuevo, porque ésta es la hora y el mejor momento, porque tienes alas y puedes hacerlo, porque no estás solo y porque yo te quiero…

Mario Benedetti

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Los tres cabellos

Una mujer muy sabia se levantó una mañana y al contemplarse en el espejo, vio que sólo le quedaban tres cabellos en la cabeza.
—Creo que hoy me voy a hacer una trenza —pensó, y aquel día resultó maravilloso.
A la mañana siguiente volvió a observarse con detalle ante el espejo y notó cómo sólo le quedaban dos pelos.
—Hoy me peinaré con la raya en medio —exclamó entusiasmada.
Y el día transcurrió lleno de alegrías y encuentros memorables.
Cuando despertó el tercer día, y como de costumbre, fue a mirarse al espejo, vio que sobre su cabeza se erguía un solitario cabello.
—Hoy me haré una cola de caballo —se dijo a sí misma.
Así lo hizo y esa jornada fue muy divertida.
A la mañana siguiente, nada más levantarse de la cama, salió corriendo a mirarse en su espejo y descubrió que ya no quedaba ni un solo pelo en su desnuda cabeza. Lejos de entristecer, exclamó con alegría:
—¡Qué bien! Hoy no tendré que peinarme.
Y abrió la puerta de su casa dispuesta a exprimir cada uno de los segundos del día que tenía por delante.

En nuestras vidas no es realmente importante aquello que nos sucede, sino nuestra actitud ante ello. No hay que esperar a que pase la tormenta, sino aprender a bailar bajo la lluvia.

martes, 25 de noviembre de 2014

La gran señal

Un señor muy creyente sentía que estaba cerca de recibir una luz que le iluminara el camino que debía seguir. Todas las noches al acostarse, le pedía a Dios que le enviara una señal sobre cómo tenía que vivir el resto de su vida. Buscando una señal divina, anduvo durante dos o tres semanas en un estado semi-místico, hasta que un día paseando por un bosque, vio a un cervatillo herido, estaba tumbado con una pata medio rota. Se quedó mirándolo y de repente vio aparecer a un puma. La situación lo dejó congelado; estaba a punto de ver cómo el puma, aprovechándose de las circunstancias se comía al cervatillo de un sólo bocado.
Entonces se quedó mirando en silencio, temeroso también de que el puma no satisfecho con el cervatillo lo atacara a él. Sorpresivamente vio al puma acercarse al cervatillo. Pero ocurrió algo inesperado: en lugar de comérselo el puma comenzó a lamerle las heridas.
Después se fue y volvió con unas pocas ramas humedecidas y se las acercó al cervatillo con la pata para que éste pudiera beber el agua; y después se fue y trajo un poco de hierba húmeda y se la acercó para que el cervatillo pudiera comer. ¡Increíble!
Al día siguiente cuando el hombre volvió al lugar, vio que el cervatillo aún estaba allí y que el puma otra vez llegaba para alimentarlo, lamerle las heridas y darle de beber. El hombre se dijo:
—Está claro, esta es la señal que yo estaba buscando. Dios se ocupa de proveerte de lo que necesites, lo único que hay que tener es paciencia, no se debe ser ansioso ni correr desesperado detrás de las cosas.
Así que agarró su atadito, se puso en la puerta de su casa y se quedó ahí esperando que alguien le trajera de comer y de beber. Pasaron dos horas, tres, seis; un día, dos días, tres días… pero nadie le daba nada. Los que pasaban lo miraban y él ponía cara de pobrecito imitando al cervatillo herido, pero no le daban nada. Hasta que un día pasó un señor muy sabio que había en el pueblo y el pobre hombre, que estaba muy angustiado le dijo:
—Dios me engañó, me mandó una señal equivocada para hacerme creer que las cosas eran de una manera y son de otra. ¿Por qué me hizo esto? Yo soy un hombre creyente… —Y le contó lo que había visto en el bosque.
El sabio lo escuchó y luego dijo:
—Quiero que sepas algo. Yo también soy un hombre muy creyente. Dios no manda señales en vano. Dios te mandó esa señal para que aprendieras.
El hombre le preguntó:
—¿Por qué me abandonó?
Entonces el sabio le respondió:
—¿Qué haces tú que eres un puma fuerte y listo para luchar, comparándote con el cervatillo? Tu lugar es buscar algún cervatillo a quien ayudar, tu misión es buscar a alguien que no pueda valerse por sus propios medios para hacerle la vida dignamente humana. La prueba de que has recibido la señal que te indica el verdadero camino, se manifiesta en tu entrega y solidaridad con los demás.
¡No esperes a que te sirvan, dedica tu vida a servir!

lunes, 24 de noviembre de 2014

El paquete de galletas

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.
Mientras ojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. De pronto, la señora observa como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiró la mano, cogió el paquete de galletas, lo abría y comenzó a comerlas, una a una tranquilamente.
La mujer se molestó por eso. No quería ser grosera pero tampoco dejar pasar aquella situación como si no hubiera pasado, así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.
Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete solo quedaba la última galleta.
—No podrá ser tan descarado —pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.
Con calma, el joven alargó la mano, tomó la última galleta y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.
—¡Gracias! —dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.
—De nada —contestó el joven, sonriendo mientras comía su mitad.
Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó:
—¡Qué insolente y qué mal educado es ese muchacho!
Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró dentro de su cartera su paquete de galletas, intacto.

Así suele ocurrir, muchas veces nuestros prejuicios y nuestras decisiones apresuradas nos hacen juzgar erróneamente a las personas y cometer las peores equivocaciones. Juzgando y valorando antes de tiempo te conducen a cometer graves errores. Con la serenidad se consigue más de lo que se espera...

sábado, 22 de noviembre de 2014

Los hijos vuelan solos

Un día, una madre que llevaba a su niño contra su pecho le preguntó a un maestro:
—Háblanos de los hijos.
Y él respondió:
—Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas de los anhelos que la vida tiene de sí misma. Vienen a través de vosotras, más no de vosotros y aunque vivan con vosotros, no os pertenecen. Podéis darles vuestro amor, más no vuestros pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos. Podéis albergar sus cuerpos más no sus almas. Porque sus almas moran en la casa del mañana, que ni aún en sueños os es dado visitar. Podéis esforzaros por ser como ellos, más no intentéis hacerlos como vosotros. Porque la vida no marcha hacia atrás, ni se detiene en el ayer. Vosotros, los padres, sois el arco por medio del cual vuestros hijos son disparados como flechas vivas. El arquero ve el blanco sobre el camino del infinito y os dobla con toda su fuerza a fin de que sus flechas vayan veloces y lejos. Que el hecho pues de estar doblados en manos del arquero sea para vuestra dicha, porque así como él ama la flecha que dispara, ama también el arco que permanece firme; por eso vosotros tuvisteis la oportunidad de vivir vuestra vida y la libertad de amar y andar, paso a paso, un propio camino. Deja que tus hijos vuelen solos del nido cuando llegue la hora y no los reclames para que vuelvan. Ellos te querrán por siempre y tendrán también su nido del cual algún día quedarán solos, pero fue su nido y su vida. Déjalos libres, ámalos con libertad, no apagues el fuego de su hogar, vive y deja vivir y ellos siempre te querrán.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Sin la percepción correcta…

Un jinete vio que un escorpión venenoso se introducía por la garganta de un hombre que dormía tumbado en el camino. El jinete bajó de su cabalgadura y con el látigo despertó al hombre dormido a la vez que le obligaba a comer unos excrementos que había en el suelo. Mientras el hombre chillaba de dolor y asco:
—¿Por qué me haces esto? ¿Qué te he hecho yo?

El jinete continuaba azotándolo y obligándole a comer los excrementos. Instantes después aquel hombre vomitó, arrojando el contenido del estómago con el escorpión incluido. Comprendiendo lo sucedido agradeció al jinete el haberle salvado la vida y, después de besarle la mano, insistió en entregarle su humilde sortija como muestra de gratitud. Al despedirse le preguntó:
—Pero ¿Por qué sencillamente no me despertaste? ¿Por qué razón tuviste que usar el látigo?
—Había que actuar rápidamente —respondió el jinete—. Si sólo te hubiese despertado no me habrías creído, te habrías paralizado por el miedo o habrías escapado. Además, de modo alguno hubieses tomado los excrementos y el dolor de los azotes provocaba que te convulsionases, evitando que el escorpión te picara.
Dicho lo cual, partió al galope hacia su destino.

No lejos de allí, dos hombres de una aldea vecina habían sido testigos del episodio, cuando regresaron junto a sus paisanos, narraron lo siguiente:
—Amigos, hemos sido testigos de unos hechos muy tristes que revelan la maldad de algunos hombres. Un pobre labrador dormía plácidamente la siesta a la vera de un camino, cuando un orgulloso jinete entendió que obstaculizaba su paso, se bajó de su caballo y con el látigo comenzó a azotarlo por tan mínima falta. No contento con eso, le obligó a comer excrementos hasta vomitar, le exigió que le besara la mano y además le robó una sortija. Pero no os preocupéis, a la vuelta de un recodo hemos esperado al arrogante jinete y le hemos propinado una buena paliza por su deplorable acción.

Está claro, que sin la percepción correcta no existe el juicio justo.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Esto también pasará

Una antigua leyenda cuenta que un famoso rey decidió reunir a sus principales sabios y eruditos en un conclave para solicitarles un favor.
—Acabo de traer un gran anillo de mi última conquista —dijo el monarca—. Es muy valioso y además me da la posibilidad de guardar en su interior algo más valioso aún. Necesito que ustedes, al final del día me den una frase que sea lo más sabio que ningún mortal haya escuchado jamás. Quiero que arriben a una conclusión de sabiduría y luego lo escriban en un papel diminuto. Luego, yo guardaré esa frase en mi anillo, y si algún día el infortunio permitiera que me encuentre en medio de una crisis muy profunda, abriré mi anillo y estoy seguro que esa frase me ayudará en el peor momento de mi vida.
Así que los sabios pasaron el resto del día debatiendo cual sería esa frase que resumiría toda la sabiduría que ningún humano había oído jamás. Cuando cayó la noche, uno de los eruditos del reino, en representación de todos los demás, se acercó al rey con una frase escrita en un pequeño papel.
—Aquí esta, su Majestad. Solo tiene que guardarlo en su anillo y leerlo en caso que una gran crisis golpee su vida y su reino.
El monarca guardo el papel en su anillo y se olvidó del tema. A los pocos años el reino era saqueado por los enemigos y el palacio reducido a escombros. El rey logro escapar entre las sombras y se ocultó entre unas rocas en las afueras de su devastada corte. Allí observando un precipicio, consideró la posibilidad de quitarse la vida arrojándose al vacío, antes de caer en manos enemigas. En ese momento recordó que aún conservaba el anillo y decidió abrirlo. Desenrosco el diminuto papel y leyó: «Esto también pasará». El rey sonrió en silencio, recobrando el ánimo en medio de la oscuridad se ocultó en una cueva, esperando que pasara el peligro.
La leyenda dice que veinte años después el rey había recuperado todo su esplendor, a fuerza de nuevas batallas y conquistas. El trago amargo había quedado atrás y ahora regresaba triunfante en medio de vítores y palmas, entre una multitud que no dejaba de ovacionarlo. Uno de los antiguos sabios que caminaba al lado del carruaje real, ya anciano, le susurro al rey:
—Su majestad, creo que hoy también debería volver a mirar el interior de su anillo.
Replicó el rey;
—¿Ahora? ¿Para qué habría de hacerlo? No estoy en medio de una crisis, sino todo lo contrario.
—Es que esa frase no solo fue escrita para los momentos difíciles, sino también para cuando crea que todo lo bueno pareciera que ha de perdurar por la eternidad.
El rey en medio de los aplausos abrió el anillo y volvió a leer: «Esto también pasará», y descubrió en ese mismo instante que sentía la misma paz que cuando estaba a punto de quitarse la vida. Lo invadía por completo el mismo sosiego y la misma mesura, tanto aquel momento victorioso, como cuando se sintió desesperado.
Aquel día descubrió que la frase: «Esto también pasará» que los sabios le habían entregado era para leerla, tanto en las derrotas como en los tiempos de victoria.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

El tren de la vida

Sí, nuestra vida es como un viaje en tren, lleno de embarques y desembarques, con subidas y bajadas y algún que otro accidente en el camino. También tiene sorpresas agradables, alegrías y tristezas y más de un sobresalto por falsas alertas, tampoco escaparemos del sufrimiento que nos producirán esas personas tóxicas que tratan de amargarte el viaje.

Cuando nacemos subimos al tren con dos personas verdaderamente queridas, nuestros padres, que nos acompañarán en el «Gran viaje» hasta alguna parte del camino. Lamentablemente, ellos se bajarán en alguna estación para no volver a subir. Quedaremos huérfanos de su cariño, de su protección y de su afecto. Pero nuestro viaje tendrá que continuar.
Durante la larga travesía, conoceremos a otras personas interesantes. Subirán nuestros hermanos, nuestros amigos y algunos amores. Muchos de ellos sólo realizarán un corto paseo, otros estarán siempre a nuestro lado compartiendo alegrías y tristezas.

En el tren también viajarán personas que andarán de vagón en vagón para ayudar a quien lo necesite. Muchos al bajarse dejarán recuerdos imborrables. Otros en cambio viajarán ocupando asientos, sin que nadie perciba que están allí sentados.
Es curioso ver como algunos pasajeros, a pesar de que los queremos, prefieren sentarse alejados de nosotros, en otros vagones. Eso nos obliga a realizar el viaje separado de ellos. Es difícil aceptar que a pesar de estar cerca, no podremos sentarnos juntos, porque prefieren acompañarse de personas extrañas.

Este viaje es así, lleno de fantasías y sueños de llegadas y partidas. Sabemos que este tren sólo realiza un viaje: el de ida. Tratemos entonces de viajar lo mejor posible, intentando vivir desde el corazón, y cuando alguien te lo quiera romper te cambias de vagón y aunque la distancia no es el olvido, al menos no podrán causarte daño, aunque lo ideal es intentar llevarte bien con todos los pasajeros, y si puedes ayudarles, les ayudas, que siempre es mejor hacer el bien que estar huyendo de tus malas acciones.

El gran misterio de este viaje es que no sabemos en cual estación nos tocará descender. Nos despediremos de los que queremos y de los que están más cerca, porque de aquellos que solo has recibido quebrantos, irán en otro vagón aferrado a su asiento, como si su viaje en tren nunca acabara. Un viaje sin estaciones ni paradas…
Algunos nos bajaremos del tren sin hacer ruido y nadie notara la ausencia. Es doloroso despedirte de los que quieres, pero creo que es hermoso ver que los hijos continúan el camino, con la esperanza de que en algún momento nos volveremos a encontrar en la estación principal y tendré la emoción de verlos llegar con mucha más experiencia.

martes, 18 de noviembre de 2014

El hombre airado

Un hombre que sufría ataques de ira estaba ya harto de esta situación y un día decidió solucionar su problema. Para ello, fue en busca de un viejo sabio que conocía como nadie los secretos del alma humana.
Cuando estuvo ante él, le dijo:
—Señor, tengo fuertes arranques de ira que están arruinando mi vida. Sé que es mi carácter, pero estoy dispuesto a hacer lo que usted me recomiende para cambiar.
—Puedo hacerme una idea de lo que te sucede pero, para ayudarte, la próxima vez que te invada la ira, deberás venir corriendo para mostrármela —le ordenó el sabio—.
Tras unos días de calma, el hombre volvió a notar cómo la ira se apoderaba de él y salió a toda prisa a ver al anciano. Pero, como vivía en lo alto de una colina, tardó más de media hora en llegar. Cuando estuvo ante él, ya se le había pasado el ataque. Y así sucedió una y otra vez, pues cuanto más corría, más agotado y menos enfurecido llegaba ante el sabio.
Un día llegó superagotado y el venerable anciano sentenció:
—Creo que me has tomado el pelo. Si la ira formase parte de ti, podrías enseñármela. No es tuya. Te atrapa en cualquier sitio y luego te abandona. Así que la solución a tu problema es fácil: la próxima vez que quiera apoderarse de ti, ignórala.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Bendito amor

Nadie puede dar lo que no tiene. Sólo cuando estás bien contigo mismo puedes estar bien con los demás.
Necesitas valorarte para valorar. Quererte para querer, respetarte para respetar y aceptarte para aceptar, ya que nadie puede dar lo que no tiene dentro de sí. 
Ninguna relación te brindará la felicidad que tú mismo no construyas. Sólo podrás ser feliz con otra persona cuando seas consciente que eres feliz incluso cuando no está a tu lado. 
Sólo podrás amar siendo independiente hasta el punto de no tener que manipular ni manejar a los que dicen quererte. 
Dos personas que se unen por el deseo de hacerse feliz la una a la otra, fracasará con el tiempo…. Dos personas que se unen con el fin de compartir su felicidad propia, logrará una felicidad duradera, y sin ser su fin, hará feliz a la otra.
Para amar necesitas una humilde autosuficiencia, necesitas autoestima y la práctica de una libertad responsable. 
Pretender que otra personas nos haga felices y llene todas nuestras expectativas es una fantasía narcisista que solo trae frustraciones. 
Por eso, ámate mucho, madura, y el día que puedas decirle al otro, «sin ti también estoy bien», ese día estarás preparado para vivir en pareja.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Maestra, ¿qué es el amor?

Uno de los niños de una clase de educación infantil preguntó:
Maestra… ¿qué es el amor?
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en la hora del recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajeran cosas que invitaran a amar o que despertaran en ellos ese sentimiento. Los pequeños salieron apresurados y cuando volvieron, la maestra les dijo:
Quiero que cada uno muestre lo que ha encontrado.
El primer alumno respondió:
Yo traje esta flor que es muy bonita.
A continuación otro alumno dijo:
Yo traje este pajarito que encontré en un nido que es muy gracioso.
Y así los chicos, uno a uno, fueron mostrando lo que habían recogido en el patio.
Cuando terminaron, la maestra advirtió que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido en silencio mientras sus compañeros hablaban. Pensando en que podía sentirse avergonzada por no tener nada que enseñar la maestra se dirigió a ella y le dijo:
Muy bien, ¿y tú?, ¿no has encontrado nada que puedas amar?
La criatura tímidamente respondió:
Lo siento, Seño. Vi la flor y sentí su perfume, pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma durante más tiempo. Vi también mariposas suaves llenas de color, pero parecían tan felices que no intenté coger ninguna. Vi también a un pajarito indefenso en su nido, pero…, al subir al árbol noté la mirada triste de su madre y preferí dejarlo allí. Así que traigo conmigo el perfume de la flor, la libertad de las mariposas y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. Todo eso lo llevo en mi corazón, pero…, no se lo podré mostrar.
La maestra emocionada le dio las gracias a la alumna y le dijo que había sido la única en advertir que lo que amamos no es un trofeo y que al amor lo llevamos en el corazón.
El amor es algo que se siente, pero hay que tener sensibilidad para poder albergarlo en nuestro corazón.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Lo que tienes ofreces

Cierta tarde, un sabio llegó a la ciudad de Akbar. La gente no dio mucha importancia a su presencia y sus enseñanzas no consiguieron interesar a la población. Incluso después de algún tiempo llegó a ser motivo de risas y burlas entre los habitantes de la ciudad.

Un día, mientras paseaba por la calle principal de Akbar, un grupo de hombres y mujeres empezó a insultarlo. En vez de fingir que los ignoraba, el sabio se acercó a ellos y los bendijo. Uno de los hombres comentó:
—¿Es posible que, además, sea usted sordo? ¡Gritamos cosas horribles y usted nos responde con bellas palabras!
El sabio le contestó:
—Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

El león y sus consejeros

Había una vez un león que nunca se había distinguido por su buen carácter, pero un día se encontró con un zorrino pendenciero y maligno, este alardeaba de que nunca había perdido una disputa con ningún animal del bosque, ni lobos, ni osos, ni leones le asustaban en lo más mínimo. En realidad se había vuelto tan temerario e insolente que vagabundeaba por los bosques buscando pelea.
El día en que se encontró con el león, sólo habían intercambiado tres frases cuando ambos perdieron los estribos. Entonces el león, sin pensarlo dos veces, alzó la pata para golpear al mal educado zorrino, pero no alcanzó a golpearlo. Antes de que el rey de la selva pudiera ponerle la zarpa encima, contraatacando, el zorrino le lanzó su pestilencia. Ese líquido apestoso quedó impregnado en el león y nadie podía soportar estar a su lado. Empapado de mal olor el león se alejó enfurecido.
Estaba tan avergonzado de sí mismo que no fue a su casa durante tres días y, aún así, resultó demasiado pronto, porque ese día su compañera soportó aquel olor todo lo posible, pero sin poder aguantar más, tapándose la nariz con una pata, se desahogó.
¿Por qué no vas a cazar o a visitar a tu madre? Todo el cubil huele horriblemente. Además, te he dicho que no debes pelear con zorrinos, sabes que nunca has podido con ellos…
El león meneó furiosamente la cola, y le dijo:
Yo, soy el Rey de los animales y nadie me puede doblegar.
Resoplando y rugiendo muy enojado dejó a su compañera y se fue a coger aire.
El león siempre que estaba en dificultades acostumbraba visitar a tres animales para pedirles consejo. Esta vez, llamó al oso, al lobo y al zorro. Primero preguntó al oso.
Amigo Oso ¿Te parece que huelo de manera desagradable?
Como suponía que el león quería una respuesta franca, el oso dijo lo que le parecía cierto:
Amigo León, me duele tener que decírtelo pero, el caso es que, realmente hueles muy mal…
El oso no pudo terminar la frase, porque el león enfurecido se abalanzó sobre él y lo destrozó.
¿Y tú, amigo Lobo que tienes muy buen olfato, ¿qué opinas?
El lobo que estaba seguro de saber lo que quería oír el león no se cortó en su discurso.
¡Majestad! —comenzó con tono almibarado.— Cuando estoy parado cerca de ti, pienso en las madreselvas y las rosas. Si no fuera por tu delicada fragancia, seguramente que no podrías seguir reinando.
El león no pudo soportar su burla y mató al lobo en el acto, porque comprendió que era un estúpido adulador.
Sólo quedaba el zorro y el león mirándolo con aire sombrío, preguntó por tercera vez:
Habla amigo Zorro, ¿hay un olor desagradable a mi alrededor?
Un repentino acceso de tos le impidió al zorro contestar inmediatamente. Luego, después de carraspear, contestó con voz ronca:
Es una lástima que yo no pueda ayudarte —dijo—. Lo cierto es que estoy tan resfriado que no logro oler nada.
Sabia decisión… Cuando es peligroso hablar, lo más prudente es callar.

martes, 11 de noviembre de 2014

La piel del cocodrilo

Una antigua leyenda de Namibia cuenta que, hace muchos años, el cocodrilo tenía la piel lisa y dorada como si fuese de oro.
Solía pasar todo el día bajo el agua y sólo durante la noche salía a la orilla. En ese momento, cuando la luz de la luna se reflejaba en su brillante piel, todos los animales de la sabana que iban hasta allí a beber se quedaban como hipnotizados mirando la belleza del reptil.
Pavoneándose de orgullo, el cocodrilo empezó a salir cada vez más a menudo durante el día y aunque iba completamente cubierto de lodo, el sol empezó a castigarle la piel.
Poco a poco su cuerpo quedó cubierto por la coraza de duras escamas pardas características de estos reptiles. Tras esta transformación, los otros animales dejaron de ir a beber durante las horas del día y ya no prestaban atención al cocodrilo.
El feroz animal, antes ufano de su piel, jamás pudo sobreponerse de semejante humillación y consumido por la vergüenza, desde entonces, siempre que se le acerca alguien se sumerge rápidamente en el agua, dejando sólo sus orificios nasales y sus ojos visibles en la superficie.
Es que no hay que ser tan arrogante por algo tan fugaz como la belleza.

lunes, 10 de noviembre de 2014

El perro astuto

Un hombre montó una expedición para ir de cacería a África acompañado de su perro, pero el animal, curioso por naturaleza, se perdió en la selva. Mientras el can intentaba recordar el camino de vuelta, vio cómo desde lejos venía hacia él una pantera a toda carrera. Temiendo ser devorado, descubrió un montón de huesos de animales y empezó a mordisquearlos. Cuando el felino estaba a punto de atacarle, el perrito dijo en voz alta:
—¡Qué sabrosa pantera me acabo de zampar!
Tras oír esto, frenó en seco y salió corriendo por el camino que había venido.
—¿Qué animal será éste capaz de comerse a uno de mis congéneres? ¡A ver si el próximo voy a ser yo!— pensó la pantera.
Pero un mono que había visto toda la escena salió tras ella para explicarle el engaño:
—No seas tonta, no debes temerle, es un perro y los huesos ya estaban allí.
Tras descubrir la trampa, la pantera salió corriendo con el mono en su lomo, para darle su merecido al perro.
Éste los vio acercarse y sin perder la calma, se quedó dándoles la espalda y dijo:
—¡Hace media hora que le dije al mono que me trajera otra pantera y no aparece!

Buena lección. Nunca hay que darse por vencidos, debemos utilizar el ingenio como el astuto perro, sea cual sea la adversidad a la que nos enfrentemos.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Cómo arreglar el mundo

Un científico se pasaba las horas encerrado en su estudio, preocupado en resolver los problemas del mundo. Un día irrumpió su hijo, de 6 años, con la intención de ayudar a su papá en el trabajo. Tras intentar, sin resultado, que el pequeño volviese a su cuarto para entretenerse con sus juguetes, el científico pensó una estrategia para tenerlo distraído un largo rato. Así qué, arrancó un mapamundi de una revista y con una tijera lo cortó en muchos pedazos. Después se lo entregó junto con un rollo de cinta adhesiva, diciéndole:
—¿Te gustan los rompecabezas? Te daré el mundo para que lo arregles. ¡Está roto! A ver si puedes recomponerlo.
El científico creyó que tendría entretenido a su hijo toda la tarde, pero cuál fue su sorpresa cuando, en poco más de una hora, el niño ya había resuelto el reto a la perfección.
—Tú no habías visto jamás este mapa, hijo mío. Dime, ¿Cómo lograste colocar todas las piezas en su sitio? —le preguntó sin salir de su asombro.
—Es verdad papá, pero cuando arrancaste la hoja de la revista vi que por la otra cara había un hombre, que sí sé cómo es. Así encajé las piezas y al girar la hoja, había arreglado el mundo.

¡Como la vida misma! Gran realidad y verdad, la solución a todos los problemas del mundo está en el hombre.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Ubuntu

Un antropólogo propuso un juego a los niños de una tribu de África. Puso una canasta llena de frutas cerca de un árbol y les dijo que aquel que llegara primero ganaría todas las frutas.
Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se tomaron de las manos y corrieron unidos. Después se sentaron a disfrutar del premio. Cuando les preguntó porque habían corrido juntos, si uno solo podía haberse ganado el premio, les respondieron:
—¡UBUNTU! ¿Cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?

UBUNTU en la cultura Xhosa significa: «Yo soy porque nosotros somos». Eso nos falta a los humanos, más humanidad hacia los otros: «Soy porque ustedes son».
Una persona se hace humana a través de las otras personas, por tanto, una persona con UBUNTU es aquella que se alegra cuando otro es bueno en algo, cuando tiene destreza porque piensa que todos se pueden beneficiar. Todos son más… Cada persona decrece cuando otras son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados y oprimidos.

Ojalá que nos contagiemos un poco de este concepto de la ética UBUNTU y de ese modo de pensar para superar el individualismo en que vivimos. ¡Juntos somos más!

jueves, 6 de noviembre de 2014

El avaro y la pieza de oro

Erase una vez un avaro que había vendido todas sus pertenencias para comprarse una pieza de oro de considerable tamaño, la cual decidió enterrar junto a una tapia en un lugar apartado del pueblo. Allí iba todos los días para asegurarse de que nadie hubiese descubierto su escondite.
Lo que el avaro no sabía es que uno de los vecinos había observado sus constantes idas y venidas a aquel lugar y, sospechando que algo extraño sucedía, decidió cavar la tierra alrededor del muro. Al final, tras varios intentos encontró el preciado tesoro y, admirando entre sus manos la pieza de oro, se la llevó a su casa.
Cuando el avaro regresó al escondrijo y se dio cuenta de que le habían robado su tesoro, lloró de desesperación. Otro vecino del pueblo que lo vio angustiado, al enterarse de cuál era la causa de su lamento le dijo:
—No es algo tan grave lo que le ha sucedido. Coja una piedra y entiérrela en el mismo hueco. Imagínese que es de oro, al fin y al cabo, usted jamás haría uso del oro.

Lo que aprendemos de esta fábula es que el dinero y las riquezas no nos valen si lo queremos para verlo oculto, sin utilidad. Lo importante es que con nuestro dinero podamos comprar lo necesario para facilitar y mejorar nuestra vida y la de nuestros seres queridos.
La riqueza está en no crearse necesidades innecesarias.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Cita en Samarkanda

El califa se asombró de ver al visir tan pronto aquella mañana y en un estado de agitación.
—Por favor, deje que me vaya de la ciudad en este mismo instante —le pidió el visir a su señor.
—¿A qué se debe estas prisas? —le preguntó el califa, a lo que su fiel servidor respondió:
—Esta mañana, cuando venía camino del palacio, alguien me ha tocado en el hombro y al girarme he visto que era la Muerte. Era una vieja dama completamente vestida de negro y seguro que me buscaba. Si me da su autorización, cogeré mi caballo y me iré. Así esta noche estaré a salvo en Samarkanda.
No acabando de creérselo, el califa se disfrazó como era habitual para recorrer de incógnito las calles de su ciudad. Cuando llegó a la plaza del mercado buscó a la Muerte y, efectivamente, aún estaba allí. El califa lleno de valor salió a su encuentro y le preguntó:
—Mi Visir es un honrado hombre joven, rebosante de salud. ¿Por qué, entonces, te acercaste a él esta mañana y lo miraste de forma amenazadora?
La muerte, sorprendida al ser interpelada por el califa, le respondió:
—No me acerqué a él con airea amenazante, sólo me mostré extrañada porque no esperaba verlo en el mercado, ya que de hecho, esta noche tenemos una cita en Samarkanda.

martes, 4 de noviembre de 2014

La leyenda de los palillos

Un hombre muy sabio aceptó el regalo de un mago que le prometió que le haría realidad dos de sus deseos.
El primero de ellos fue a visitar el infierno y nada más llegar allí vio a una multitud famélica sentada en una mesa repleta de todo tipo de apetitosos manjares. Pese a la buena apariencia y abundancia de platos, los comensales tenían cara de hambrientos y sus rostros estaban demacrados. Para comer tenían que servirse de unos larguísimos palillos y, por más que estiraban el brazo, jamás conseguían llevarse ni una migaja a la boca. Perplejo, pero satisfecho de haber podido conocer mejor cómo era el infierno, el sabio se dispuso a cumplir su segundo deseo.
La otra cara de la moneda era subir al cielo para comprobar con sus propios ojos todas las bondades que había leído y oído sobre el cielo. Muy sorprendido, vio que allí también habían mesas preparadas con deliciosas comidas, pero que, al contrario de los tristes habitantes del infierno, todos los seres celestiales sonreían satisfechos y rebosantes de salud. Y es que, aunque también disponían de larguísimos palillos para alimentarse, cada uno se preocupaba de alimentar al que tenía enfrente.
Es que, siempre que ayudamos a los demás, nos estamos ayudando a nosotros mismos.

Las canciones de la abuelita

Una abuela y su nieto dan un paseo.


El niño era muy feliz junto a su abuelita. Esta se pasaba tiempo contándole cuentos e historias y su nieto escuchaba sin pestañear. También le cantaba las canciones que recordaba de cuando era niña y algunas que había escrito para su nieto.
Con el fin de que aprendiera las letras vocales, la abuelita le cantaba:
Vamos a cantar, con la letra a.
Vamos a leer, con la letra e.
Vamos a escribir, con la letra i.
Yo, con la letra o.
Tú, con letra u.
a, e, i, o, u… a, e, i, o, u.
El niño con gran expresividad imitaba los gestos de la abuela y llenos de alegría se abrazaban y se reían alborozados.
Cuando la abuela tenía que interrumpir los juegos para atender alguna tarea, el niño la acompañaba y paciente esperaba que terminara para iniciar los entretenidos y amenos ratos.
La abuela también con la idea de indicarle los tiempos de juego y descanso le cantaba:
¿Qué hora es?
Es la hora de jugar, de jugar.
¿Qué hora es?
Es la hora de reír, ja, ja, ja, ji, ji, ji.
¿Qué hora es?
Es la hora de comer, ñam, ñam, ñam, de comer.
¿Qué horas es?
Es la hora de dormir, de dormir, ¡chiiist!
A jugar… A reír… A comer… A dormir…
Era divertido porque, señalando el reloj en la muñeca, cada actividad iba seguida de gestos y risas. Además, la abuela llegado el momento de comer o de dormir, se lo recordaba cantando.
Parecían dos niños amorosos. La abuelita y el nieto se querían y se entendían, su corazón era uno que latía en dos cuerpos.

Fotografía: Suny Schmidt, cc.

lunes, 3 de noviembre de 2014

No es mi problema

Un ratón, mirando desde agujero en la pared ve a un granjero y a su esposa abriendo un paquete. Pensó que podía ser comida, pero quedó aterrorizado cuando descubrió que era una trampa para ratones. Fue corriendo al patio de la granja a advertir a todos los animales:
¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa!
La gallina, que estaba cacareando y escarbando, levantó la cabeza y dijo:
Discúlpeme Sr. Ratón, yo entiendo que es un gran problema para usted, más a mí no me perjudica en nada, por tanto, no me incomode.
El ratón fue hasta el cordero y le dice:
¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera!
—Discúlpeme Sr. Ratón, más no hay nada que yo pueda hacer, solamente pedir por usted. Quédese tranquilo que será recordado en mis oraciones.
El ratón se dirigió entonces a la vaca, y la vaca le dijo:
Pero ¿acaso yo estoy en peligro? Pienso que no.
Entonces el ratón volvió a la casa, preocupado y abatido para encarar a la ratonera del granjero.
Aquella noche se oyó un gran barullo, como el de una ratonera atrapando su víctima. La mujer del granjero corrió para ver lo que había atrapado. En la oscuridad, ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una serpiente venenosa. La serpiente veloz picó a la mujer. El granjero la llevó inmediatamente al hospital, pero ella volvió con fiebre muy alta.
Todo el mundo sabe que para reconfortar a alguien con fiebre, nada mejor que una nutritiva sopa. El granjero agarró su cuchillo y fue a buscar el ingrediente principal, la gallina. Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mató el cordero. La mujer no mejoró y acabó muriendo. El granjero entonces vendió la vaca al matadero para cubrir los gastos del funeral.

¡Ojo! La próxima vez que escuches que alguien tiene un problema y creas que no te incumbe... mejor piénsatelo dos veces.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Recuerdos


Los recuerdos se clavan en mi retina.
Veo en una pantalla inmensa,
momentos con mis seres queridos
que a mi lado no se encuentran.

Quisiera detener el tiempo
para encontrar la alegría:
en vivencias añoradas
con el calor de la familia.

Padres que nos dan el ser
luego, se van y nos dejan.
Son las cosas del destino
que hay que sufrir aunque duela.

Cuando son padres tan buenos
quieres gozar de su presencia.
Dios los quiere en el cielo.
Los hijos los llora en la tierra.

¡Señor! No te pregunto
por qué te has llevado a mis padres.
Gracias te doy por dármelos…
Para ellos mi amor, mi homenaje.