Honrar la vida, es cuidar del amor. Honrar a la gente
querida, viva y muerta, es amarlas. Las personas no mueren cuando deja de latir
su corazón, mueren cuando las olvidamos.
Recordar con amor a nuestros seres queridos confiere de una
calidez especial a nuestro corazón. Nos permite seguir sintiéndolos cerca,
sentir que tuvo un sentido su existencia y que depositaron aquí semillas que
siguen germinando en nosotros. Aprendimos muchas cosas de ellos, incluso
estamos aquí y ahora, por ellos... Por multitud de ancestros que hicieron posible
la continuación de la vida.
Estamos hechos de multitud de recuerdos hilvanados en nuestra
memoria, de vivencias guardadas en nuestra mente, experiencias repletas de
emociones. Cada recuerdo lleva una tonalidad afectiva y todos traen su semilla
de aprendizaje. Semillas que quedaron para ser escuchadas, elaboradas o para poder
saborear el paso del tiempo. Hacer crecer estas semillas en armonía,
depende de ti.
Podemos hacer anclajes positivos en nuestra vida, traer y alentar los recuerdos positivos, los que nos dan calor y empuje cuando los necesitamos. Porque todo cambia a nuestro alrededor, pero podemos conservar su esencia para siempre. Cuidar de los recuerdos hará que puedas revivir y disfrutar de momentos inolvidables. Momentos cargados de sabores y emociones que siguen estando presentes reavivando sentimientos.
Bien es verdad que nos gustaría estar siempre contentos y
alegres, pero en la vida hay situaciones que requieren de la tristeza, pero
gracias a Dios que podemos superar las ausencias con las muestras de amor y los
recuerdos de vivencias compartidas. Me quedo con todo lo que mis padres aportaron
a mi vida, sus enseñanzas y experiencias, anécdotas y risas. Recordar aviva los
sentimientos y podemos llegar a experimentar emociones idénticas a las vividas
en la situación real. Gracias que puedo recordar para rememorar momentos
inolvidables que son los que me siguen dando fuerzas para seguir caminando por
este valle de lágrimas.
La persona deja de estar físicamente presente, pero no tienes
porqué olvidarla. Hablarles desde el corazón, pedirles ayuda, recordar sus
palabras y sus consejos mantiene vivo el cariño. Recordar a nuestros seres
queridos mantiene vivos los vínculos filiales y la esperanza del reencuentro.
Por eso, no puedo decir adiós, sino hasta luego…
Mamá. Papá: decirles que pasé los mejores años de mi vida
junto a ustedes. No tendré vida suficiente para agradecerles todo lo bueno que
hicieron por mí. Aunque me caiga una lágrima, la alegría y el orgullo de
tenerlos como padres llena mi corazón. Mi alma se inflama de felicidad cada vez
que los recuerdo y siempre están en mi memoria dándome aliento y alumbrando mi
camino. No estén tristes, no se preocupen por mí, gracias a Dios y a ustedes puedo ir superando la ignominia de aquellos con los que compartí comida y juegos... Dios lo ve todo, y al caer la tarde cada uno tendrá que dar cuenta de sus malas acciones.
Dicen que los mejores lugares del mundo donde podemos llevar a quienes más queremos son tres: en el pensamiento, en el corazón y en las oraciones. Mamá, Papá, yo me siento afortunada porque sé que siempre estuve dentro de sus corazones; ahora soy yo la que les llevo dentro de mí, en los mas profundo de mi alma.
Papá, hoy hace cuarenta y tres años que partiste a la casa del Padre, a pesar de la tristeza por tu ausencia, sé que me cuidas desde el cielo y me envías fuerzas para seguir caminando hasta alcanzar la cima de mi existencia. ¡Padre, deme su bendición! ¡Te quiero y te echo mucho de menos!
Hija, bien sabes que te quiero. Cuánto tiempo desde el último abrazo que te di... Deseo tanto como tú darte un infinito abrazo. Pero tú vive lo que tengas que vivir, que todo llegará a su debido tiempo. Dios te bendiga, y los bendiga a todos...
Fotografía: Internet
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