Si quieres entender a una persona, no escuches sus palabras,
observa su comportamiento. Albert Einstein.
La vida es más bella cuando te rodeas de buena gente. Somos
personas sociales, vivimos en comunidad, pero el marco mental es igual a cada
individuo y cada individuo es un mundo… En manifestaciones grupales el comportamiento de la gente es reflejo del contagio imitador, pero individualmente cada cual tiene su conducta y comportamiento particulares.
Para que una persona se sienta responsable de sus acciones,
debe sentir que la conducta ha surgido del yo. Stanley Milgram.
“El humano es el único ser en este planeta que tiene la
capacidad de pensar una cosa, decir otra y hacer lo contrario”. Desde los
inicios de su historia se ha tratado de estudiar y comprender el comportamiento
humano, para tratar de aprovechar sus características en el desarrollo de
actividades o mejorarlo para permitirle al ser humano vivir de una mejor
manera, ya sea observando sus fortalezas, mejorando esos aspectos y tratando de
disminuir las debilidades al aumentar la atención en los puntos en los que
generalmente las personas suelen fallar.
Conducta y comportamiento son dos conceptos que suelen
confundirse, pero que no son sinónimos. Estas son sus principales diferencias
en el ámbito psicológico. El comportamiento o conducta es, en términos de psicología,
el conjunto de respuestas que presenta un ser vivo en relación con su entorno,
ante la presencia o ausencia de estímulos. Puede ser consciente o inconsciente,
según las circunstancias que lo afecten.
La palabra conducta procede del término
latín conductus, cuyo significado es “acción de dirigir a algo o a alguien”. En
un sentido muy estricto, podemos considerar que todo lo que hacemos es
conducta: si nos levantamos de la silla, si cogemos un objeto, si caminamos, si
hablamos… Es más, incluso estando quietos tenemos conductas mentales, como
pueden ser pensar, imaginar o soñar. No es posible la ausencia de conducta.
El comportamiento, por su parte,
procede del término latín comportare, que significa “resultado de llevar o
cargar algo en compañía de alguien”. Puede ser consciente o inconsciente,
voluntario o involuntario y consiste en el conjunto de respuestas que ofrece
una persona en su relación con el entorno. Es la forma de actuar de cada
persona. En cierto modo, el comportamiento es una categoría superior que
representa una forma de clasificar las conductas de un individuo. El conjunto
de comportamientos exhibidos por el ser humano e influenciados por la biología
y la cultura, las actitudes, las emociones, los valores de la persona y los
valores culturales, la ética, el ejercicio de la autoridad, la relación, la
hipnosis, la persuasión, la coerción, su historia personal o la genética.
“¡Tu conducta no ha sido la adecuada!” o “¡Has tenido un
comportamiento inapropiado!” son solo dos ejemplos sobre cómo solemos utilizar
habitualmente los términos de conducta y comportamiento. En la mayoría de las
ocasiones, lo hacemos como si fueran sinónimos. Una realidad que también ocurre
en el ámbito de la psicología o la psiquiatría. Sin embargo, pese a sus
notables similitudes hay diferencia entre conducta y comportamiento, dos partes
esenciales de cada persona sobre las que influye el entorno social y cultural.
En primer lugar, el comportamiento se puede entender como una
supracategoría que engloba diferentes grupos de conductas.
En segundo lugar, hay que apuntar que la conducta es una
respuesta a una motivación, y se refleja en la personalidad y en el trato que
damos a los demás, mientras que el comportamiento lo hace en situaciones o
momentos concretos.
Otra diferencia entre conducta y comportamiento reside en el
grado de consciencia. Se considera que la conducta es siempre consciente, pero
el comportamiento puede ser también inconsciente. Algo similar ocurre con la
voluntariedad. El comportamiento puede ser voluntario o involuntario, mientras
que la conducta es voluntaria; es un indicador observable de los
procesos internos. Son muchos los tipos de conducta que existen y podemos
hablar de: Conducta innata, voluntaria, desadaptativa, observable, encubierta. La conducta es tu naturaleza, es decir, la conducta es empujada por los genes, por la ignorancia, por envidias, rencores, venganzas; también los genes llevan valores positivos, bondad, generosidad, solidaridad...
Existen cuestiones psicológicas, genéticas, culturales o
económicas que pueden influir sobre el comportamiento. Estas cuestiones son las
que provocan que una misma persona presente un comportamiento muy diferente
según la situación o el entorno en el que esté. Puede ocurrir que, por ejemplo,
el comportamiento sea muy diferente en el contexto laboral y en la vida
familiar.
Si bien la personalidad es uno de los diversos factores que
afectan al comportamiento, no es el único factor. Por lo tanto, la personalidad
no puede ser sinónimo de comportamiento. Es importante hacer una diferenciación
clara de estos dos conceptos. La personalidad es un conjunto de rasgos y
cualidades que configuran la manera de ser de una persona y la diferencian de
las demás. Estos se traducen en pensamientos, sentimientos y comportamientos.
Pero, puede suceder que alguien con una personalidad estable
se tope con alguien con un comportamiento tóxico o inadecuado y puede acabar
con la paciencia en instalarnos rápidamente en un enfado del que nos resulte
difícil escapar. A veces, nos sentimos heridos porque alguien nos ofrece un
comportamiento o una conducta hiriente. Nos enfadamos con quien “nos hizo” o
“nos dijo”, incapaces de ver más allá de ese enfado, incluso cuando el objeto
causante tenga poca importancia. Aun entendiendo esto, puede que nos obcequemos
en una actitud airada y no resolutiva.
Una de las razones más habituales por las que abrazamos
rápidamente actitudes defensivas cuando alguien nos hiere, es el error de creer
que una persona ‘es lo que hace y sólo lo que hace’. Así qué, si alguien hace
algo que nos resulta molesto, enseguida lo tomamos a mal y no tenemos en cuenta,
que nuestras reacciones están muchas veces sujetas a un momento puntual, y por
tanto es conveniente analizar cada situación para que no quede en tragedia, lo
que fue algo relacionado a una determinada circunstancia.
Lo que queremos plantear, es que una persona es mucho más que
sólo su comportamiento en un determinado momento. El comportamiento es el resultado
de un conjunto de experiencias personales, creencias, pensamientos,
sentimientos…, pertenecientes al mundo interno de cada cual. Siendo así, el
comportamiento de alguien tiene poco o nada que ver con el otro, sino con cómo cada
persona entiende el mundo.
Lo que raramente nos paramos a pensar es que normalmente las
ofensas no están meticulosamente diseñadas para hacernos daño. A veces basta con
que un tema sea espinoso, una broma mal planteada o sencillamente un comentario
desafortunado. Pero si con todo, aún y así un acto tiene el poder de
enfurecernos, tal vez -y digo tal vez- podría ser porque en realidad el acto en
sí se ha topado con una creencia interna.
Sería como la proyección en la otra persona de una
frustración propia. Por ejemplo: si alguien me llama imbécil y yo me ofendo, es
porque en realidad puedo llegar a creer que soy imbécil. Pero si yo ‘no me creo
imbécil’, sencillamente esa palabra no tendrá un lugar sobre el que posarse en
mi mente suspicaz y reactiva. Sin darnos cuenta, en ocasiones personalizamos
algunas cuestiones que en realidad no tienen que ver con nosotros.
En cualquier caso, somos mucho más que un comportamiento puntual. Somos lo que dejamos ver y lo que ocultamos, eh ahí lo ‘oscuro’ del hombre. Atendiendo a la metáfora de un iceberg, el ser humano tendría una gran parte de sí interna, oculta, el cual motiva una conducta concreta. Ese mundo interno ‘invisible’ estaría constituido por aspectos como la actitud, las creencias, los valores o la identidad. Niveles motivadores de un comportamiento concreto en todos nosotros. El comportamiento humano sólo sería la punta del iceberg, de tal manera que lo visible sólo es una pequeña parte de la persona. Es estos casos hay que tener en cuenta la interrelación personal, la experiencia compartida, las vivencias emocionales comprometidas...
Pero debemos ser realistas, es difícil empatizar con alguien que nos ha herido, pero si fuéramos capaces de entender que debajo de determinado comportamiento personal existe todo un universo invisible, –frustraciones, miedos, inseguridades– ese universo interior se hace visible con determinadas conductas, que refleja ese mundo interior perturbado y va descargando en los demás sus carencias. Cuando ciertas conductas nos agreden, entonces nos colocaremos en una posición psicológica “defensiva” en la que creemos que el mundo –frecuentemente– es un lugar hostil y que las personas, por regla general, son dañinas.
En definitiva, cuando algo nos ofenda, nos afecte, nos dañe…,
no dejemos que se haga grande y encuentre espacio en nuestro interior, no le dejemos
espacio por nuestro propio bien. El daño es del dañado. Mantengámonos fuertes
para no perder la serenidad interior y ponernos a merced del dañino, si lo logramos
no perdemos lo que nuestro, “nuestra paz”, porque siempre podremos quitarle
hierro al asunto entendiendo que no tiene nada que ver conmigo sino con el
estado de ánimo del otro. Desde ahí, podemos entender que una opinión no
describe objetivamente la realidad, sino que sólo es una parte sesgada de cómo
cada uno percibe el mundo. Y hay quienes ve el mundo al revés...
Por nuestro bien, tenemos que saber estar por encima de
ciertas conductas o comportamientos. Por tanto, frente a ciertos tipos de personas, mejor
‘ignorarlas’, para no caer en su pozo y nos asfixie sus actitudes fuera de lugar.
Fotografía: Internet
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