Cien años, un siglo. “¿Cómo será cumplir 100 años?”. Pero, ¿cien años? ¿Quién
quiere cumplir cien años? Los que evocan ese deseo aclaran que aspiran a llegar
en buen estado de salud. ¿Acaso es posible? El cuerpo nos empieza a fallar
luego del medio siglo y tenemos que empezar a renunciar a muchos placeres que
hasta entonces estaban estrechamente ligados a la dicha de vivir. Y lo peor, la
certeza de que la felicidad no es un estado permanente, muy por el contrario,
apenas son unos ratitos que aparecen mágicamente.
Yo no sé lo que me deparará la vida, pero no deseo llegar a
los cien años. Lo digo desde la experiencia de mis años y la edad de mis
sueños… Hablo de los 100 años porque serían los que cumpliría hoy mi madre,
pero para cumplir años tenemos que nacer…
El nacimiento de un hijo es un acontecimiento de vital
trascendencia, es una experiencia transformadora y significativa, que genera
cambios muy importantes en el acontecer de la pareja. La llegada del primer
hijo revoluciona todo el esquema familiar, hay que involucrarse con el nuevo
miembro y asumir el ser padres por el resto de la vida.
Un nuevo bebé marca el comienzo de todas las cosas. No cabe
duda que la llegada de un bebé a la vida de cualquier pareja, es el culmen del
amor que se profesan y los colma de una inmensa felicidad. Es una maravillosa
experiencia que hará sentir dichosos y afortunados a todos los miembros de la
familia.
Hoy me encuentro inmersa en un mar de sensaciones, donde las
emociones de los recuerdos me traen y me llevan de la alegría al llanto, del
bullicio a la soledad, de la nostalgia a la añoranza. Muerte y vida de la mano,
cuerpo y alma se funden, cielo y tierra se manifiestan…
Tal día como hoy treinta de diciembre, pero de mil
novecientos veintitrés, nacía la primera niña del matrimonio formado por María
del Pino y José Celedonio. Se habían casado el 27 de agosto de mil novecientos
diecinueve y ya tenían dos varones. Como es lógico, esa niña llenó de alegría
la casa y fue bautizada con el nombre de Margarita de Jesús.
El matrimonia ya tenía dos niños y a la tercera, llegó la
niña. Me supongo la alegría, porque por entonces, una niña significaba tener
manos para ayudar en la casa. Después de ella nacieron seis hermanos más, y sí que eran
necesarias muchas manos. Fue la mejor hija. Una hija que siempre estaba pendiente de
sus padres de cuidar a sus hermanos, porque ella siempre fue muy servicial, amable y
generosa. Siempre tenía una sonrisa en la cara, era muy querida por toda la
familia por los vecinos y por todos los que la conocieron.
Me imagino a mi madre siendo un bebé y me emociona pensarlo,
que aquella mujer incansable y luchadora también fue bebé que extendía sus
bracitos buscando protección. Una niña que maduró pronto y se responsabilizó de
tantos quehaceres para aliviar a su madre quejosa de tanta carga.
Me emociona hablar de mi madre. Las madres son únicas, no
sólo porque nos han dado la vida, sino porque nos dan su vida cada día de
nuestras vidas. Sin ellas no hubiéramos llegado a ser lo que somos hoy en día.
Nos cuidan, protegen, nos ayudan a crecer, nos transmiten valores, nos
corrigen, nos orientan para ayudarnos a mejorar como personas. También son las
únicas que nos hacen sonreír cuando otros no lo consiguen. Nos alivian las
penas nos dan consuelo y consejos… ¡Bendita mi madre!
Podría estar hablando de mi madre y cuánto significa para mí toda
una eternidad, pero… y ella, qué diría de su hija. Me gustaría que me sintiera a su lado
queriéndola, respetándola y admirándola, como así se lo demostré durante el
tiempo que compartimos espacio y vivencias. Lo más duro fue su enfermedad, sufrir
con el diagnóstico del médico en soledad, verla haciéndose la fuerte en su
debilidad, verla marcharse poco a poco mientras a mí se me iba desgarrando el alma.
Estoy muy orgullosa de mi madre y de haber estado muy unida a ella. La quise con toda mi alma,
porque me importaban sus sueños, su dolor, su felicidad; todo me importa porque
ella me importa. Soy la ternura de mi madre y las lágrimas de sus dolores; soy
la fuerza de mi padre y la valentía de sus temores. Soy la suma de todos los
que han tocado mi vida de alguna manera; soy hija agradecida y orgullosa de mis
progenitores. Una madre es lo más maravilloso que Dios nos regala. Ella me dio
la vida porque Dios la eligió para que fuera mi madre, y Dios no pudo darme
mejor madre.
Cómo no voy a querer a la mujer que me dio la vida, que me
cuidó y protegió y me educó en valores para que fuera una persona de bien. Amarte
es poco. Te amé y te sigo amando, y aunque te amé como solo se puede querer a
una madre, te amo poco para lo que te mereces, para lo que me has amado tú a mí.
Te amo poco, aunque te amo con todas mis fuerzas, pero tú sigues poniendo
más... Una madre es amor en esencia y el amor de madre es inconmensurable.
Cuando nací el universo me dio un hermoso regalo: me dio como madre a la mejor de las mujeres. Mujer a la que mi padre amaba y admiraba y quiso que yo llevara su nombre: Margarita. Esa madre que me dio la vida, que quise y me quiso, hoy
cumpliría cien años. Me la puedo imaginar, no fue posible estar junto a mi madre en su ancianidad, porque su tiempo se le
acabó a los 67 años. Llevo 33 años añorándola y echándola de menos.
Necesitándola para quererla y llenarme de ella, de su bondad y generosidad. Llenarme de sus ricos platos,
de su experiencia y sabiduría. Llenarme de su cariño y yo corresponderla.
Mi mamá querida ¡cuánto echo de menos nuestras conversaciones y confidencias! Gracias mamá y papá por todo lo que aportaron a mi vida; me dieron la vida y las fuerzas para vivirla. Bien sabe Dios que les tengo muy presente en mi día a día. Dios y ustedes son mi motor y mi esperanza. Sé que Dios sabe la verdad de cada corazón, no se preocupen por mí, todo lo que me pase me ayudará a ser más fuerte, aunque es triste sentir el desprecio de quienes aprecio. Siento pena por saber la actitud que les empuja a tal comportamiento. Ellos saben que lo han echo mal, pero rectificar es reconocer que se han equivocado, pero ellos no quieren que se descubra su maldad. A nadie se le puede obligar a que te quieran, y dónde no me quieren, no estoy. Buenos consejos del Papa Francisco: "No temas al tiempo, nadie es eterno... No temas a las heridas, te hacen más fuerte... No temas al llanto, te limpia el alma... No temas a los retos, te hacen más ágil... No temas a equivocarte, te hace más sabio... No temas a la soledad, Dios está contigo siempre".
Yo siento cerca de mí a mi madre, ella me susurra al oído para que no me sienta sola, para que recupere el ánimo y no desfallezca: “Hija, mantén encendida en tu corazón la luz de la esperanza. Así como tu corazón trabaja sin que tú lo escuches, así trabaja Dios sin que tú lo veas. No te detengas, no te rindas, confía en Dios y Él renovará tus fuerzas todos los días. Hija yo te bendigo. ¡Dios te bendiga!”.
Mamá, como ya le dije a papá en su centenario, nacimiento es nacer a la vida y tu paso por la tierra ha sido un regalo para mí, sin ti y papá yo no hubiera nacido. Siempre recordaré esa sonrisa especial y ese corazón amable y cariñoso. Estaré por siempre recordándote agradecida. En este día grito al viento que tuve la mejor madre del mundo, a la que rindo homenaje eternamente.
La eternidad es tu vida, por eso no te digo ¡Feliz Cumpleaños! Porque junto a Dios no cumples años, junto a Dios eterna es tu vida. Algo de mí se fue contigo y siento un gran vacío...
¡Mamá, te quise, te quiero y te querré!
Fotografía: Internet
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