martes, 30 de diciembre de 2014

Huellas en la arena

Una noche tuve un sueño. Soñé que estaba caminando por la playa con el Señor y a través del cielo pasaban las escenas de mi vida.
Por cada escena que pasaba percibía dos pares de huellas en la arena. Una era la mía y la otra del Señor. Pero cuando terminó la última escena miré hacia atrás, hacia las huellas y noté que muchas veces en el camino de mi vida sólo habían un par de pisadas en la arena. Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles y angustiados de mi vida. Eso realmente me perturbó y dije entonces al Señor:
— Señor, tú me dijiste que si yo te seguía, siempre andarías a mi lado, sin embargo, he podido observar que en los momentos más difíciles de mi vida, sólo hay un par de huellas en la arena. ¿Por qué me has dejado sola cuándo más te necesitaba?
El Señor me respondió:
— Mi querida hija, yo te amo y jamás te abandonaría en los momentos de sufrimiento. Cuando sólo ves un par de huellas en la arena ¡hija mía!, es cuando yo te llevo en mis brazos.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Le pedí a Dios

Le pedí a Dios que me quitara mi orgullo, y dijo no, que no era algo que Él tuviera que quitarme, sino que yo tenía que entregar.
Le pedí a Dios que me concediera paciencia, y dijo no, que la paciencia es fruto de la adversidad, no se concede, se conquista.
Le pedí a Dios que me diera felicidad, y dijo no, que Él da bendiciones, la felicidad depende de mí.
Le pedí a Dios que me quitara el dolor, y dijo no, que el dolor y el sufrimiento me apartan de las preocupaciones mundanas y me acercan más a Él.
Le pedí a Dios que hiciese crecer mi espíritu, y dijo no, que debo crecer personalmente, pero que Él me podaría de vez en cuando.
Le pregunté a Dios si me amaba, y dijo sí, que sólo debo abrir mis ojos para contemplar la creación, y que al agradecer encontraré su amor.
Le pedí a Dios que me ayudara a amar a otros como Él me ama, y dijo:
Por fin estás empezando a entender…

sábado, 27 de diciembre de 2014

No sólo con la palabra…

Una mano en gesto de pedir ayuda.

No te llenes la boca, no sólo con la palabra, también llena tu espíritu practicando. Actúa, porque solidaridad es todo lo bueno que puedas compartir. Palabra es el sonido o conjunto de sonidos articulados, escritos o hablados, que está dotado de una función y representa una idea. La palabra ‘solidaridad’ engloba toda una idea universal.

Un año más nos disponemos a actualizar unas fechas muy hermosas en las que rememoramos y celebramos el gran acontecimiento que cambió el mundo material por un mundo más humano. La fuerza de ese cambio está al alcance de toda persona de buena voluntad y que sea consciente de la diferencia entre alma y cuerpo. Todo el mensaje se condensa en el significado de una gran palabra que define la grandeza de la humanidad: solidaridad.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Diálogo con Sócrates

—¿Cuál es la más antigua de todas las cosas?
—Dios, porque siempre ha existido.
—¿Cuál es la más hermosa?
—El universo, porque es la obra de Dios.
—¿Cuál es la más grande de todas las cosas?
—El espacio, porque contiene todo lo que ha sido creado.
—¿Cuál es la más constante?
—La esperanza, porque se queda con el hombre después de que él ha perdido todo.
—¿Cuál es la mejor de todas las cosas?
—La virtud, porque sin ella no existe nada bueno.
—¿Cuál es la más rápida de todas las cosas?
—El pensamiento, porque puede volar hasta el fin del universo.
—¿Cuál es la más fuerte?
—La necesidad, que obliga a enfrentar los peligros.
—¿Cuál es la más fácil?
—El dar consejos.
—¿Cuál es la más difícil de todas las cosas?
—¡Conocerte a ti mismo!

Gran verdad de ayer y hoy.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

La tienda

Tiempo atrás caminaba por el sendero de la vida y encontré un letrero que decía «LA TIENDA». Me acerqué a la puerta y la misma se abrió lentamente. Cuando me di cuenta, ya estaba dentro. Vi muchos ángeles parados por todas partes. Uno de ellos me entregó una canasta y me dijo:
Elige tranquila, todo lo que un buen hijo de Dios necesita se encuentra en esta tienda.
Primero compré Paciencia. Luego, vi que el Amor estaba en la misma fila y también lo tomé. Más abajo había Comprensión, que siempre se necesita. Compré dos cajas de Sabiduría y dos bolsas de Fe. Me llamó mucho la atención el estante del Perdón y decidí llevar seis o siete de ellos.
En otros estantes me detuve a comprar Fuerza y Coraje para ayudarme en esta carrera de la vida. Cuando ya tenía la canasta casi llena recordé que necesitaba un poco de Gracias. Tampoco me podía olvidar de la Salvación que ese día la ofrecían gratis.
Caminé hasta la caja para pagar mi cuenta pues creí que ya tenía todo lo que necesitaba. Al lado de la caja vi la Oración y la puse con cariño en mi canasta, pues la necesito para poder avanzar en la vida. La Paz y la Felicidad estaban en los estantes pequeños y tomé también un envase de cada una. La Alegría colgaba del techo y arranqué una para mí.
Llegué al cajero y le pregunté:
¿Cuánto le debo?
Con una amplia sonrisa, él me contestó:
El Señor ya pagó tu cuenta, hace mucho, mucho tiempo…

martes, 23 de diciembre de 2014

El campo fértil

Un Maestro dejó a uno de sus discípulos un arrozal para que lo cuidara durante tres años. Cuando el primer año llegó a su término, el Maestro fue a ver el campo y la cosecha había sido muy buena, puesto que el discípulo había provisto a la tierra del agua que necesitaba. Transcurrió otro año y resultó que la cosecha fue más abundante que la anterior, puesto que el joven había abonado convenientemente el campo. Cuando el tercer año finalizó, el Maestro se dirigió al arrozal para ver los resultados obtenidos, pero resultó que el discípulo, entusiasmado con la producción del año anterior, abonó demasiado la tierra, dio muchísimo arroz pero tan pequeño y frágil que no servía para comerciar con él. En realidad fue una cosecha inútil, y el trabajo realizado no dio ningún fruto.
Entonces el Maestro dijo a su discípulo:
—Así pasa con las personas. Fortaleces a alguien cuando le ayudas un poco, pero si le ayudas demasiado, lo debilitas.

lunes, 22 de diciembre de 2014

La amante o la esposa

Un hombre que estaba con dos mujeres y no sabía qué decidir, preguntó a un sabio si debía quedarse con su esposa o con su amante…
El sabio tomó dos flores en su mano: una rosa y un cactus y le preguntó:
—Si yo te doy a escoger una flor, ¿cuál eliges?
El hombre sonrió y dijo:
—La rosa, ¡es lógico!
El sabio respondió:
—A veces, los hombres se dejan llevar por la belleza externa o lo mundano y eligen lo que brilla más, lo que aparentemente vale más; pero en estos placeres no está el amor. Yo me quedaría con el cactus, porque la rosa se marchita y muere; el cactus en cambio, sin importar el tiempo o el clima seguirá igual, verde, con sus espinas… y un día dará la flor más hermosa que jamás hayas visto. Tu mujer conoce al hombre real: tus debilidades, tus defectos, tus errores, tus gritos, tus malos tratos y aun así, está contigo. Y tu amante conoce al hombre superficial: tu dinero, tus lujos, tu sonrisa de felicidad, y por eso está contigo. Ahora, dime hombre, ¿con quién te quedarás…?

sábado, 20 de diciembre de 2014

Ni tú ni yo somos los mismos

El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.
Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, a su paso Devadatta le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido pero permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.
Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido, Devadatta preguntó:
—¿No estás enfadado, señor?
—No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió: ¿Por qué, no?
Y el Buda le contestó:
—Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.

viernes, 19 de diciembre de 2014

El ratón y el camello

Un ratón se apoderó un día de la brida de un camello y le ordenó que se pusiera en marcha. El camello era de naturaleza dócil y se puso en marcha.
El ratón, entonces, se llenó de orgullo. Llegaron de pronto ante un arroyo y el ratón se detuvo.
¡Oh, amigo mío! ¿Por qué te detienes? ¡Camina tú que eres mi guía!
El ratón dijo:
Este arroyo me parece profundo y temo ahogarme.
—¡Voy a probar! —Y avanzó por el agua.— El agua no es profunda. Apenas me llega a las corvas.
El ratón le dijo:
—Lo que a ti te parece una hormiga es un dragón para mí. Si el agua te llega a las corvas, debe cubrir mi cabeza en varios cientos de metros.
Entonces el camello contestó:
En ese caso, deja de ser orgulloso y de creerte un guía. ¡Ejercita tu orgullo con los demás ratones, pero no conmigo!
—¡Me arrepiento! —dijo el ratón— ¡En nombre de Dios, ayúdame tú a atravesar este arroyo!

jueves, 18 de diciembre de 2014

No dejes para mañana

Mi amigo abrió el cajón de la mesita de noche de su mujer y sacó un paquetito envuelto con sumo cuidado.
—Éste paquete contiene ropa interior —dijo—, esperando un momento especial…
Tiró el papel y observó el precioso conjunto de seda.
—Lo compró la primera vez que fuimos a New York, hace 8 o 9 años… Nunca lo usó. Lo guardaba para una ocasión especial… pues bien, creo que ésta es la ocasión adecuada.
Su mujer acababa de morir. Se giró hacia mí y me dijo:
—Nunca guardes nada para una ocasión especial, cada día que vives es una ocasión especial.
Todavía pienso como me han cambiado la vida estas palabras. Ahora leo más y limpio menos. Me siento en la terraza y admiro el panorama sin prestar atención a los hierbajos del jardín. Paso más tiempo con los que quiero. He entendido que la vida es un conjunto de experiencias para gozar, no para sobrevivir. Ya no guardo nada. Uso los mejores vasos todos los días. Me pongo el traje nuevo para ir al supermercado. No guardo el perfume para fiestas especiales. La frase «Algún día…» ha desaparecido de mi vocabulario. Mira, lo que quieras hacer vale la pena hacerlo ahora…
No sé lo que habría hecho la mujer de mi amigo si hubiese sabido que no estaría aquí mañana. Creo que habría llamado a sus familiares y a sus amigos para despedirse, y a lo mejor habría llamado algún viejo amigo para disculparse por algún mal entendido.
Son estas pequeñas cosas no hechas, las que me molestarían, si supiera que tengo las horas contadas.
Estaría molesta por no haber conseguido desenmascarar a quienes mintiendo han sembrado discordia. Estaría molesta por no haber leído más y por no escribir todo aquello que quiero comunicar.
Estaría molesta por no haberme parado a contemplar los amaneceres y atardeceres, y por no haberme entregado al universo mirando a lo infinito.
Estaría molesta y triste por no decirles a los que me quieren, que yo también les quiero mucho.
Cada día, me digo a mí misma que éste es un día especial, porque, cada día, cada hora, cada minuto es especial.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Los tres deseos

Cuenta la leyenda que, estando a punto de morir Alejandro Magno, rey de Macedonia y conquistador del Imperio persa, mandó reunir a todos sus generales para comunicarles sus tres últimos deseos.
El primer deseo era que su ataúd fuese llevado a hombros por los médicos más eminentes. El segundo, que mientras recorrieran el trayecto entre el palacio y el cementerio, esparcieran por el suelo los ricos tesoros (oro, plata, piedras preciosas) que había reunido en todas sus conquistas. En tercer y último lugar, que sus manos sobresaliesen del ataúd, de tal manera que estuviesen a la vista de todos.
Sorprendido por lo extraño de las peticiones, uno de los generales más veteranos le preguntó los motivos. Y Alejandro le explicó:
Quiero que los mejores médicos carguen mi ataúd para mostrar que no tienen nada que hacer ante la muerte. También deseo que mis tesoros cubran el suelo para que todos vean que los bienes aquí conquistados, aquí se quedan. Y finalmente, pido que mis manos se balanceen al viento para que mis súbditos vean que venimos con ellas vacías y con ella vacías nos vamos.

Reflexionemos: El espíritu al partir de este mundo material, nada material se lleva, tan sólo el recuerdo de los felices momentos y las buenas acciones.

martes, 16 de diciembre de 2014

El bien y el mal

Cuando el maestro Bankei celebraba su semana de meditación, muchos alumnos de todo Japón acudían. Durante una de esas semanas, un alumno fue sorprendido robando. El maestro fue informado del asunto con la petición de que el alumno debía de ser expulsado, pero el maestro lo ignoró.
Por segunda vez sorprendieron al mismo alumno robando y de nuevo lo llevaron ante el maestro, quién volvió a dejarlo pasar por alto. Esto enfadó mucho al resto de alumnos que firmaron una petición para que el ladrón fuera castigado con la expulsión. Si el maestro no lo hacía, amenazaban con irse todos en bloque.
Cuando el maestro leyó la petición llamo a todos los alumnos delante suya:
—Sois alumnos inteligentes —les dijo—. Sabéis lo que está bien y lo que está mal. Podéis ir a otro sitio a estudiar si así lo deseáis. Pero este pobre alumno mío ni siquiera distingue el bien del mal. Si yo no le enseño ¿quién lo hará? Voy a dejarle permanecer aquí aunque todos los demás os marchéis.
Un torrente de lágrimas brotó de los ojos del alumno que había robado; todo deseo de volver hacerlo había desaparecido. Sólo cuando tomamos conciencia de nuestros errores, podemos rectificar.

lunes, 15 de diciembre de 2014

El melón

Un maestro zen descansaba junto a su discípulo. En determinado momento sacó un melón de su alforja, lo partió en dos y ambos empezaron a comer. En el medio de la merienda el discípulo comentó:
—Mi sabio maestro, yo sé que todo lo que Ud. hace tiene un sentido. Compartir este melón conmigo, tal vez sea una señal de que tiene algo que enseñarme.
El maestro continuó comiendo en silencio.
—Por su silencio, creo que entiende la pregunta oculta —insistió el discípulo— y es la siguiente: el sabor que estoy experimentando al comer esta deliciosa fruta dónde está ¿en el melón o en mi lengua?
El maestro no dijo nada. El discípulo entusiasmado prosiguió:
—Y como todo en la vida tiene un sentido, pienso que estoy cerca de la respuesta a esa pregunta: el sabor es un acto de amor e interdependencia entre los dos, porque sin el melón no habría un objeto de placer y sin la lengua…
—¡Basta! —dijo el maestro.— ¡Los más tontos son aquellos que se juzgan inteligentes y buscan una interpretación para todo! El melón es sabroso y eso es suficiente, ¡ahora déjame comer en paz!
En realidad, a las cosas que están bien definidas no hay que darles más vueltas.

sábado, 13 de diciembre de 2014

Para qué quieres vivir

Un filósofo paseaba por los campos cuando encontró en el río a un pescador muy atareado.
—¿Qué haces, buen hombre? —le preguntó.
—Echo las redes.
—¿Para qué?
—Para pescar.
—¿Para qué quieres pescar?
—Para vender el pescado.
—¿Para qué quieres venderlo?
—Para obtener algunas monedas.
—¿Y para qué quieres el dinero?
—Para comer.
—¿Pero, para qué quieres comer?
—¡Para vivir señor, para vivir!
—¿Pero para qué quieres vivir…?
El pescador se quedó perplejo, y enmudeció.
—¿Para qué quieres vivir? —insistió el filósofo.
El pescador caviló unos momentos y al fin respondió:
—Para pescar.

Y tú, ¿para qué quieres vivir?

viernes, 12 de diciembre de 2014

La mente de piedra

Un maestro Zen chino, vivía solo en un pequeño templo en el campo. Un día, cuatro monjes peregrinos llegaron y le pidieron permiso para hacer un fuego en el patio para calentarse.
Mientras construían un fuego, el maestro les oyó hablar acerca de la subjetividad y la objetividad. Se les unió y dijo:
—Supón que hay una piedra muy grande, ¿la consideras que esta fuera o dentro de tu mente?
Uno de los monjes le contesto:
Desde el punto de vista del Budismo todo es una representación mental, así que yo diría que está dentro de mi mente.
Debes de sentir tu cabeza muy pesada, —observó el maestro—. No llenes tu mente de piedras porque no podrás ver ni sentir el placer de la vida.

jueves, 11 de diciembre de 2014

La fábula del lápiz

La abuela escribía una carta y el niño miraba. En un momento dado, le preguntó:
—Abuela, ¿estás escribiendo una historia que nos sucedió a nosotros? ¿Es por casualidad una historia sobre mí?
La abuela dejó de escribir, sonrió y le comentó al nieto:
—Estoy escribiendo sobre ti, es verdad. Ahora bien, más importante que las palabras es el lápiz que estoy usando. Me gustaría que tú fueras como él cuando crezcas.
El niño miró el lápiz, intrigado y no vio nada especial.
—¡Pero, si es igual a todos los lápices que he visto en mi vida! Todo depende de cómo mires las cosas.
—Hay cinco cualidades en él que, si consigues conservarlas, te harán siempre una persona en paz con el mundo. Primera cualidad: puedes hacer grandes cosas, pero no debes olvidar nunca que existe una Mano que guía tus pasos, a esa Mano la llamamos Dios y Él debe conducirte siempre en la dirección de su voluntad. Segunda cualidad: de vez en cuando necesito dejar de escribir y usar el sacapuntas. Con eso el lápiz sufre un poco pero al final está más afilado. Por tanto, has de saber soportar algunos dolores porque te harán ser una persona mejor. Tercera cualidad: el lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar los errores. Debes entender que corregir una cosa que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia. Cuarta cualidad: lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que lleva dentro. Por tanto, cuida siempre lo que ocurre dentro de ti. Por último, la quinta cualidad del lápiz: siempre deja una marca. Del mismo modo, has de saber que todo lo que hagas en la vida dejará huellas y procura ser consciente de todas tus acciones. P.C.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

El bambú japonés

No es necesario ser agricultor para saber que, una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es sabido que quién cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: ¡¡Crece de una vez!!
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apropiado para personas impacientes: se siembra la semilla, se la abona, y se la riega constantemente. Durante los primeros meses aparentemente no sucede nada. Durante los primeros siete años en realidad no ocurre nada, de tal manera que, un cultivador inexperto, estaría convencido de que las semillas que ha comprado son semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en sólo seis semanas, la planta de bambú crece más de treinta metros. En realidad se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad el bambú genera un complejo sistema de raíces que le permitirán sostener el crecimiento que va a tener después de siete años.
Esto nos da una lección de paciencia y perseverancia, de espera y aceptación. Muchas veces queremos encontrar resultados rápidos y a veces abandonamos justo cuando estábamos a punto de «conquistar la meta». Nos olvidamos que conviene ser perseverantes y esperar el momento adecuado.
Es necesario comprender que a veces estamos atrapados en situaciones o etapas en nuestra vida en que pareciera que no sucede nada, y decaemos.
Justo en esos momentos podemos recordar el ciclo de crecimiento del bambú japonés y no rendirnos al no ver los resultados que esperamos. En esos momentos algo está creciendo y madurando en nuestro interior, esperando el momento oportuno para materializarse.
Si todavía no consigues lo que anhelas, no te desesperes, ten paciencia, todo tiene su razón de ser. Quizá estés echando raíces...

martes, 9 de diciembre de 2014

Un ciego con luz

Hace cientos de años en una ciudad de Oriente, había un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna. En determinado momento se encuentra con un amigo, se queda mirando y de pronto lo reconoce. Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo y le dice:
¿Qué haces Guno, tú ciego con una lámpara en la mano? Si tú no ves.
Entonces, el ciego le responde:
Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí… No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella. Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno mismo y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite.
En verdad, no es tarea fácil alumbrar el camino de los otros… 
Muchas veces en vez de alumbrar oscurecemos mucho más el camino de los demás. ¿Cómo? 
A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el rencor, el desamor, el odio, el resentimiento…
¡Qué hermoso sería si todos ilumináramos los caminos de los demás, sin fijarnos si lo necesitan o no! Llevemos luz y no oscuridad. Si toda la gente encendiera una luz 
el mundo entero estaría iluminado y brillaría día a día con mayor intensidad.
En la vida todos pasamos por situaciones difíciles…
Todos sentimos el peso del dolor en determinados momentos…
Todos sufrimos y lloramos…
Pero no debemos proyectar nuestro dolor cuando alguien desesperado busca ayuda en nosotros…
No debemos exclamar como es costumbre: «¡La vida es así!».
No debemos, al contrario ayudemos a los demás sembrando esperanza en un corazón herido.
Nuestro dolor se minimiza si ayudamos a otros a soportarlo y sobrellevarlo. 
Tenemos en el alma el motor que enciende la luz de cualquier lámpara, 
la energía que permite iluminar en vez de oscurecer. 
Está en nosotros saber usarla. 
Está en nosotros ser Luz y no permitir que los demás vivan en las tinieblas. 
Es tu decisión permanecer sentado, o ser instrumento de amor, 
el amor es obra de Dios: Dios es Amor. 
Ama aunque otros intenten robar tu luz. 
Nadie podrá quitarte lo que es parte de ti, 
intenta apartarte de esos seres opacos. 
Ciegos peligrosos, sin luz que van de guías camino al abismo. 
No cambies tu estilo de vida, 
eres sal de la tierra y con tu luz puede dar testimonio.
«El que alguien toque mi vida es un privilegio. Tocar la vida de alguien es un honor, pero ayudar a que otros toquen su propia vida es un placer indescriptible».
Cada uno tenemos que hacer la parte que nos corresponde y Dios hará el resto.

viernes, 5 de diciembre de 2014

¿Por qué grita la gente?

Un día un maestro para poner a prueba a sus alumnos les preguntó:
—¿Por qué las personas se gritan cuando están enojadas?
Los alumnos se quedaron pensando un momento:
—Porque pierden la calma —dijo uno—, por eso gritan.
—Pero ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? —preguntó de nuevo.
Los alumnos dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía al maestro.
Finalmente él les explicó lo siguiente:
—Cuando dos personas están enojadas sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia y poder escucharse deben gritar. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno al otro a través de esa gran distancia.
Para que lo entendieran mejor, el maestro continuó:
—¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente… ¿Por qué? Porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos no existe. Entre más enamorados están, menos elevan la voz. No hablan, sólo susurran, finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y basta. ¡Cuán cerca están dos personas cuando se aman!
Para concluir dijo el maestro:
—Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien, porque llegará un día en que la distancia sea tanta que no encontrarán más el camino de regreso.

jueves, 4 de diciembre de 2014

El tesoro más preciado

Érase una vez un rey apuesto y ejemplar en su comportamiento que muchas cortesanas del lugar querían conquistar, pero él sólo las veía como seres ambiciosos y frívolos. Un día, anunció que había llegado el momento de escoger a su consorte y que la que le trajese el tesoro más valioso se convertiría en su esposa y reina de todos sus súbditos.
Los salones de palacio empezaron a llenarse de ricos objetos de oro y plata, enormes piedras preciosas engarzadas en joyas incomparables, finas porcelanas jamás vistas…
Ninguno de esos presentes llamaron la atención del monarca, pero, de pronto llegó ante él una humilde muchacha con las manos vacías.
Mi señor, no dispongo de riquezas, lo único que puedo ofreceros es mi tiempo. Tiempo para amaros, para escucharos y respetaros. Tiempo para estar junto a vos en los buenos momentos y en los malos —dijo la joven.
Estas palabras conmovieron tanto al rey, que decidió casarse con la muchacha. Y para anunciarlo, dijo:
Todas intentaron deslumbrarme con bienes materiales que el dinero puede comprar. Pero sólo esta joven supo ofrecerme el bien más simple y preciado: su propio tiempo.
Por eso, no lo dudemos ni un instante y regalemos nuestro tiempo a quienes más queremos...

miércoles, 3 de diciembre de 2014

La fuerza del deseo

El maestro llevó al discípulo a las proximidades de un lago.
—Hoy voy a enseñarte qué significa la verdadera devoción —dijo.
Le pidió al discípulo que entrase con él en el lago y sujetándole la cabeza se la empujó bajo el agua. Transcurrió todo un minuto y a mitad del segundo, el muchacho comenzó a debatirse con todas sus fuerzas para librarse de la mano del maestro y poder volver a la superficie. Al final del segundo minuto el maestro lo soltó. El muchacho, con el corazón acelerado, consiguió erguirse jadeante.
—¡Usted ha querido matarme! —gritaba.
El maestro esperó a que se calmara y dijo:
—Si hubiera querido matarte lo habría hecho. Sólo quiero preguntarte ¿qué sentías mientras estabas bajo el agua?
—¡Yo sentía que me moría! ¡Todo lo que deseaba en esta vida era respirar un poco de aire!
—De eso se trata exactamente. La verdadera devoción sólo aparece cuando tenemos un único deseo y moriremos por conseguir realizar el deseo…

P.C.

martes, 2 de diciembre de 2014

Ama a tus padres

Cuentan que un hombre muy anciano quedó viudo y cuando le empezaron a flaquear las fuerzas se fue a vivir con el único hijo que tenía. Este lo recibió a regañadientes, pero pasado un tiempo cansado de aguantar los achaques de su padre, decidió acabar con aquella situación y puso en marcha una macabra idea. Cargó al padre a hombros, subió a una montaña y los despeñó por un precipicio y lo mató.
Pasaron los años y ese hijo ya anciano fue cargado por su hijo con la misma intención que tuvo su padre con el padre. A mitad de camino se sentó a descansar, momento que aprovechó el anciano para romper el silencio y se dirigió al hijo y le dijo:
—Hijo mío, aquí, en esta misma piedra, descansé yo cuando fui a enriscar a tu abuelo.
En ese momento, el hijo lo miró a los ojos y vio que sus lágrimas corrían. Enternecido, cargó de nuevo al anciano y le dijo:
—Vamos para casa padre, porque a mí no me van a enriscar mis hijos.
Dicen que lo que hacemos a los padres nos lo devuelven los hijos, aunque no siempre sea así… Hay gente que han cuidado y velado por sus padres y de sus hijos han recibido desprecio. Quién no respeta a sus padres no merece la vida.
"Ama a tus padres para que te amen tus hijos".

lunes, 1 de diciembre de 2014

El punto negro

Un día la maestra entró en el aula y les dijo a sus alumnos que iba hacer un examen sorpresa. Pese al nerviosismo que cundió entre los muchachos, todos esperaron ansiosos la prueba. La maestra recorrió la clase y fue dejando en los pupitres el cuestionario con el texto boca abajo. Cuando terminó de repartir la profesora les pidió que giraran el folio y vieran de qué trataba el examen, y para sorpresa de todos no había ninguna pregunta, el folio estaba en blanco a excepción de un punto negro en el centro. Viendo las caras de extrañeza de los alumnos la maestra les dijo:
—Tenéis que escribir una redacción sobre lo que veis en ese papel.
Cuando todos terminaron la maestra recogió las hojas y en voz alta fue leyendo, una a una, cada definición. En la redacción todos se centraron en explicar la situación del punto negro. Una vez leídos todos los trabajos se dirigió a los alumnos con estas palabras:
Este examen no es para darles nota, mi pretensión es que este examen sirva como lección de vida. Ninguno de vosotros ha hablado de la parte blanca del folio, que es la que ocupa mayor espacio, sino que os habéis centrado en un diminuto punto negro. Eso mismo pasa en nuestra vida. Tenemos un libro blanco, muchas cosas maravillosas suceden a nuestro alrededor pero nos centramos en los diminutos puntos negros... 
Centramos nuestra atención y energías en pequeños fracasos y decepciones puntuales. 
La vida es un regalo de la naturaleza, nos es dada con cariño y amor. 
Siempre tenemos sobrados motivos para festejar, por nuestra familia, por los amigos que nos apoyan, por el empleo que nos da el sustento, por los milagros que nos suceden diariamente y no obstante, insistimos en mirar el punto negro, ya sea el problema de salud que nos afecta, la falta de dinero, la difícil relación con un familiar, o la decepción con un amigo. 
La vida es un regalo especial que nos ofrece motivos para celebrar y está cambiando y renovándose cada día en nuestro amor, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestros amigos... 
Tienes que darte cuenta que las manchas oscuras son muy pequeñas y pocas. 
Aleja tus ojos de los puntos negros de tu vida. 
Disfruta de cada una de tus bendiciones y de cada oportunidad que te brinda la vida, y sé feliz.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Soltar esa carga…

El maestro narró a sus discípulos el siguiente relato:
Un hombre que iba por el camino tropezó con una gran piedra. La recogió y la llevó consigo. Poco después tropezó con otra, igualmente la cargó. Todas las piedras con las que tropezaba las cargaba, hasta que aquel peso se volvió tan grande que el hombre ya no podía caminar. ¿Qué piensan ustedes de ese hombre? 
Luego el maestro preguntó sobre qué le parecía la actuación de aquel hombre. Un alumno respondió: 
Ese hombre es un necio. ¿Para qué cargaba las piedras con que tropezaba?
Dijo el maestro:
Eso es lo que hacen aquellos que cargan las ofensas que otros les han hecho, también cargan con los agravios sufridos y la amargura de sus propias equivocaciones. No debes cargar con tus pesadas culpas, trata de hablar sobre ello para que poco a poco puedas ir liberándote de esas molestas piedras, antes de que se conviertan en rencor contra los demás o contra ti mismos. Para que el camino de la vida sea más placentero, no te paralices con la carga inútil. Llénate de lo que merece la pena, vive en la verdad y aflorará solo lo bueno, y nuestro camino será más ligero y nuestros pasos más seguro. 
Después de una profunda reflexión, el maestro y los discípulos se hicieron el propósito de no cargar nunca con el peso del odio ni del resentimiento.

viernes, 28 de noviembre de 2014

La ciega

Había un ciega sentada en la calle, con una taza y un pedazo de cartón, con el siguiente mensaje, que decía: «Por favor, ayúdenme, soy ciega».
Un creativo de publicidad que pasaba frente a ella, se detuvo y observó unas pocas monedas en la taza. Sin pedirle permiso tomó el cartel, le dio la vuelta, cogió su rotulador negro y escribió otro anuncio. Volvió a poner el pedazo de cartón sobre los pies de la ciega y se fue.

Por la tarde, el creativo volvió a pasar frente la ciega que pedía limosna; su taza estaba llena de billetes y monedas. La ciega reconoció sus pasos y le preguntó si había sido él el que reescribió su cartel y sobre todo, qué había escrito. El publicista le contestó:
—Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras.
Sonrió y siguió su camino.
El nuevo mensaje decía: «Hoy es primavera y no puedo verla».

Cambiemos de estrategia cuando no nos sale algo y verán que puede que resulte mejor de esa manera. Nadie puede ser esclavo de su identidad: cuando surge una posibilidad de cambio, hay que cambiar.

jueves, 27 de noviembre de 2014

No te rindas

No te rindas, aún estás a tiempo de abrazar la vida y comenzar de nuevo.

Aceptar tu sombra, liberar el lastre y retomar el vuelo.

No te rindas, que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo.

No te rindas, por favor, no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se acalle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tu seno.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque lo has querido porque existe el vino y el amor es cierto, porque no hay herida que no cure el tiempo.

Abrir las puertas, quitar los cerrojos, bajar el puente y cruzar el foso, abandonar las murallas que te protegieron, volver a la vida y aceptar el reto.

Recuperar la risa, ensayar un canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida, remontar los cielos.

No te rindas por favor, porque cada día es un comienzo nuevo, porque ésta es la hora y el mejor momento, porque tienes alas y puedes hacerlo, porque no estás solo y porque yo te quiero…

Mario Benedetti

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Los tres cabellos

Una mujer muy sabia se levantó una mañana y al contemplarse en el espejo, vio que sólo le quedaban tres cabellos en la cabeza.
—Creo que hoy me voy a hacer una trenza —pensó, y aquel día resultó maravilloso.
A la mañana siguiente volvió a observarse con detalle ante el espejo y notó cómo sólo le quedaban dos pelos.
—Hoy me peinaré con la raya en medio —exclamó entusiasmada.
Y el día transcurrió lleno de alegrías y encuentros memorables.
Cuando despertó el tercer día, y como de costumbre, fue a mirarse al espejo, vio que sobre su cabeza se erguía un solitario cabello.
—Hoy me haré una cola de caballo —se dijo a sí misma.
Así lo hizo y esa jornada fue muy divertida.
A la mañana siguiente, nada más levantarse de la cama, salió corriendo a mirarse en su espejo y descubrió que ya no quedaba ni un solo pelo en su desnuda cabeza. Lejos de entristecer, exclamó con alegría:
—¡Qué bien! Hoy no tendré que peinarme.
Y abrió la puerta de su casa dispuesta a exprimir cada uno de los segundos del día que tenía por delante.

En nuestras vidas no es realmente importante aquello que nos sucede, sino nuestra actitud ante ello. No hay que esperar a que pase la tormenta, sino aprender a bailar bajo la lluvia.

martes, 25 de noviembre de 2014

La gran señal

Un señor muy creyente sentía que estaba cerca de recibir una luz que le iluminara el camino que debía seguir. Todas las noches al acostarse, le pedía a Dios que le enviara una señal sobre cómo tenía que vivir el resto de su vida. Buscando una señal divina, anduvo durante dos o tres semanas en un estado semi-místico, hasta que un día paseando por un bosque, vio a un cervatillo herido, estaba tumbado con una pata medio rota. Se quedó mirándolo y de repente vio aparecer a un puma. La situación lo dejó congelado; estaba a punto de ver cómo el puma, aprovechándose de las circunstancias se comía al cervatillo de un sólo bocado.
Entonces se quedó mirando en silencio, temeroso también de que el puma no satisfecho con el cervatillo lo atacara a él. Sorpresivamente vio al puma acercarse al cervatillo. Pero ocurrió algo inesperado: en lugar de comérselo el puma comenzó a lamerle las heridas.
Después se fue y volvió con unas pocas ramas humedecidas y se las acercó al cervatillo con la pata para que éste pudiera beber el agua; y después se fue y trajo un poco de hierba húmeda y se la acercó para que el cervatillo pudiera comer. ¡Increíble!
Al día siguiente cuando el hombre volvió al lugar, vio que el cervatillo aún estaba allí y que el puma otra vez llegaba para alimentarlo, lamerle las heridas y darle de beber. El hombre se dijo:
—Está claro, esta es la señal que yo estaba buscando. Dios se ocupa de proveerte de lo que necesites, lo único que hay que tener es paciencia, no se debe ser ansioso ni correr desesperado detrás de las cosas.
Así que agarró su atadito, se puso en la puerta de su casa y se quedó ahí esperando que alguien le trajera de comer y de beber. Pasaron dos horas, tres, seis; un día, dos días, tres días… pero nadie le daba nada. Los que pasaban lo miraban y él ponía cara de pobrecito imitando al cervatillo herido, pero no le daban nada. Hasta que un día pasó un señor muy sabio que había en el pueblo y el pobre hombre, que estaba muy angustiado le dijo:
—Dios me engañó, me mandó una señal equivocada para hacerme creer que las cosas eran de una manera y son de otra. ¿Por qué me hizo esto? Yo soy un hombre creyente… —Y le contó lo que había visto en el bosque.
El sabio lo escuchó y luego dijo:
—Quiero que sepas algo. Yo también soy un hombre muy creyente. Dios no manda señales en vano. Dios te mandó esa señal para que aprendieras.
El hombre le preguntó:
—¿Por qué me abandonó?
Entonces el sabio le respondió:
—¿Qué haces tú que eres un puma fuerte y listo para luchar, comparándote con el cervatillo? Tu lugar es buscar algún cervatillo a quien ayudar, tu misión es buscar a alguien que no pueda valerse por sus propios medios para hacerle la vida dignamente humana. La prueba de que has recibido la señal que te indica el verdadero camino, se manifiesta en tu entrega y solidaridad con los demás.
¡No esperes a que te sirvan, dedica tu vida a servir!

lunes, 24 de noviembre de 2014

El paquete de galletas

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.
Mientras ojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. De pronto, la señora observa como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiró la mano, cogió el paquete de galletas, lo abría y comenzó a comerlas, una a una tranquilamente.
La mujer se molestó por eso. No quería ser grosera pero tampoco dejar pasar aquella situación como si no hubiera pasado, así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.
Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete solo quedaba la última galleta.
—No podrá ser tan descarado —pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.
Con calma, el joven alargó la mano, tomó la última galleta y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.
—¡Gracias! —dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.
—De nada —contestó el joven, sonriendo mientras comía su mitad.
Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó:
—¡Qué insolente y qué mal educado es ese muchacho!
Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró dentro de su cartera su paquete de galletas, intacto.

Así suele ocurrir, muchas veces nuestros prejuicios y nuestras decisiones apresuradas nos hacen juzgar erróneamente a las personas y cometer las peores equivocaciones. Juzgando y valorando antes de tiempo te conducen a cometer graves errores. Con la serenidad se consigue más de lo que se espera...

sábado, 22 de noviembre de 2014

Los hijos vuelan solos

Un día, una madre que llevaba a su niño contra su pecho le preguntó a un maestro:
—Háblanos de los hijos.
Y él respondió:
—Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas de los anhelos que la vida tiene de sí misma. Vienen a través de vosotras, más no de vosotros y aunque vivan con vosotros, no os pertenecen. Podéis darles vuestro amor, más no vuestros pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos. Podéis albergar sus cuerpos más no sus almas. Porque sus almas moran en la casa del mañana, que ni aún en sueños os es dado visitar. Podéis esforzaros por ser como ellos, más no intentéis hacerlos como vosotros. Porque la vida no marcha hacia atrás, ni se detiene en el ayer. Vosotros, los padres, sois el arco por medio del cual vuestros hijos son disparados como flechas vivas. El arquero ve el blanco sobre el camino del infinito y os dobla con toda su fuerza a fin de que sus flechas vayan veloces y lejos. Que el hecho pues de estar doblados en manos del arquero sea para vuestra dicha, porque así como él ama la flecha que dispara, ama también el arco que permanece firme; por eso vosotros tuvisteis la oportunidad de vivir vuestra vida y la libertad de amar y andar, paso a paso, un propio camino. Deja que tus hijos vuelen solos del nido cuando llegue la hora y no los reclames para que vuelvan. Ellos te querrán por siempre y tendrán también su nido del cual algún día quedarán solos, pero fue su nido y su vida. Déjalos libres, ámalos con libertad, no apagues el fuego de su hogar, vive y deja vivir y ellos siempre te querrán.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Sin la percepción correcta…

Un jinete vio que un escorpión venenoso se introducía por la garganta de un hombre que dormía tumbado en el camino. El jinete bajó de su cabalgadura y con el látigo despertó al hombre dormido a la vez que le obligaba a comer unos excrementos que había en el suelo. Mientras el hombre chillaba de dolor y asco:
—¿Por qué me haces esto? ¿Qué te he hecho yo?

El jinete continuaba azotándolo y obligándole a comer los excrementos. Instantes después aquel hombre vomitó, arrojando el contenido del estómago con el escorpión incluido. Comprendiendo lo sucedido agradeció al jinete el haberle salvado la vida y, después de besarle la mano, insistió en entregarle su humilde sortija como muestra de gratitud. Al despedirse le preguntó:
—Pero ¿Por qué sencillamente no me despertaste? ¿Por qué razón tuviste que usar el látigo?
—Había que actuar rápidamente —respondió el jinete—. Si sólo te hubiese despertado no me habrías creído, te habrías paralizado por el miedo o habrías escapado. Además, de modo alguno hubieses tomado los excrementos y el dolor de los azotes provocaba que te convulsionases, evitando que el escorpión te picara.
Dicho lo cual, partió al galope hacia su destino.

No lejos de allí, dos hombres de una aldea vecina habían sido testigos del episodio, cuando regresaron junto a sus paisanos, narraron lo siguiente:
—Amigos, hemos sido testigos de unos hechos muy tristes que revelan la maldad de algunos hombres. Un pobre labrador dormía plácidamente la siesta a la vera de un camino, cuando un orgulloso jinete entendió que obstaculizaba su paso, se bajó de su caballo y con el látigo comenzó a azotarlo por tan mínima falta. No contento con eso, le obligó a comer excrementos hasta vomitar, le exigió que le besara la mano y además le robó una sortija. Pero no os preocupéis, a la vuelta de un recodo hemos esperado al arrogante jinete y le hemos propinado una buena paliza por su deplorable acción.

Está claro, que sin la percepción correcta no existe el juicio justo.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Esto también pasará

Una antigua leyenda cuenta que un famoso rey decidió reunir a sus principales sabios y eruditos en un conclave para solicitarles un favor.
—Acabo de traer un gran anillo de mi última conquista —dijo el monarca—. Es muy valioso y además me da la posibilidad de guardar en su interior algo más valioso aún. Necesito que ustedes, al final del día me den una frase que sea lo más sabio que ningún mortal haya escuchado jamás. Quiero que arriben a una conclusión de sabiduría y luego lo escriban en un papel diminuto. Luego, yo guardaré esa frase en mi anillo, y si algún día el infortunio permitiera que me encuentre en medio de una crisis muy profunda, abriré mi anillo y estoy seguro que esa frase me ayudará en el peor momento de mi vida.
Así que los sabios pasaron el resto del día debatiendo cual sería esa frase que resumiría toda la sabiduría que ningún humano había oído jamás. Cuando cayó la noche, uno de los eruditos del reino, en representación de todos los demás, se acercó al rey con una frase escrita en un pequeño papel.
—Aquí esta, su Majestad. Solo tiene que guardarlo en su anillo y leerlo en caso que una gran crisis golpee su vida y su reino.
El monarca guardo el papel en su anillo y se olvidó del tema. A los pocos años el reino era saqueado por los enemigos y el palacio reducido a escombros. El rey logro escapar entre las sombras y se ocultó entre unas rocas en las afueras de su devastada corte. Allí observando un precipicio, consideró la posibilidad de quitarse la vida arrojándose al vacío, antes de caer en manos enemigas. En ese momento recordó que aún conservaba el anillo y decidió abrirlo. Desenrosco el diminuto papel y leyó: «Esto también pasará». El rey sonrió en silencio, recobrando el ánimo en medio de la oscuridad se ocultó en una cueva, esperando que pasara el peligro.
La leyenda dice que veinte años después el rey había recuperado todo su esplendor, a fuerza de nuevas batallas y conquistas. El trago amargo había quedado atrás y ahora regresaba triunfante en medio de vítores y palmas, entre una multitud que no dejaba de ovacionarlo. Uno de los antiguos sabios que caminaba al lado del carruaje real, ya anciano, le susurro al rey:
—Su majestad, creo que hoy también debería volver a mirar el interior de su anillo.
Replicó el rey;
—¿Ahora? ¿Para qué habría de hacerlo? No estoy en medio de una crisis, sino todo lo contrario.
—Es que esa frase no solo fue escrita para los momentos difíciles, sino también para cuando crea que todo lo bueno pareciera que ha de perdurar por la eternidad.
El rey en medio de los aplausos abrió el anillo y volvió a leer: «Esto también pasará», y descubrió en ese mismo instante que sentía la misma paz que cuando estaba a punto de quitarse la vida. Lo invadía por completo el mismo sosiego y la misma mesura, tanto aquel momento victorioso, como cuando se sintió desesperado.
Aquel día descubrió que la frase: «Esto también pasará» que los sabios le habían entregado era para leerla, tanto en las derrotas como en los tiempos de victoria.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

El tren de la vida

Sí, nuestra vida es como un viaje en tren, lleno de embarques y desembarques, con subidas y bajadas y algún que otro accidente en el camino. También tiene sorpresas agradables, alegrías y tristezas y más de un sobresalto por falsas alertas, tampoco escaparemos del sufrimiento que nos producirán esas personas tóxicas que tratan de amargarte el viaje.

Cuando nacemos subimos al tren con dos personas verdaderamente queridas, nuestros padres, que nos acompañarán en el «Gran viaje» hasta alguna parte del camino. Lamentablemente, ellos se bajarán en alguna estación para no volver a subir. Quedaremos huérfanos de su cariño, de su protección y de su afecto. Pero nuestro viaje tendrá que continuar.
Durante la larga travesía, conoceremos a otras personas interesantes. Subirán nuestros hermanos, nuestros amigos y algunos amores. Muchos de ellos sólo realizarán un corto paseo, otros estarán siempre a nuestro lado compartiendo alegrías y tristezas.

En el tren también viajarán personas que andarán de vagón en vagón para ayudar a quien lo necesite. Muchos al bajarse dejarán recuerdos imborrables. Otros en cambio viajarán ocupando asientos, sin que nadie perciba que están allí sentados.
Es curioso ver como algunos pasajeros, a pesar de que los queremos, prefieren sentarse alejados de nosotros, en otros vagones. Eso nos obliga a realizar el viaje separado de ellos. Es difícil aceptar que a pesar de estar cerca, no podremos sentarnos juntos, porque prefieren acompañarse de personas extrañas.

Este viaje es así, lleno de fantasías y sueños de llegadas y partidas. Sabemos que este tren sólo realiza un viaje: el de ida. Tratemos entonces de viajar lo mejor posible, intentando vivir desde el corazón, y cuando alguien te lo quiera romper te cambias de vagón y aunque la distancia no es el olvido, al menos no podrán causarte daño, aunque lo ideal es intentar llevarte bien con todos los pasajeros, y si puedes ayudarles, les ayudas, que siempre es mejor hacer el bien que estar huyendo de tus malas acciones.

El gran misterio de este viaje es que no sabemos en cual estación nos tocará descender. Nos despediremos de los que queremos y de los que están más cerca, porque de aquellos que solo has recibido quebrantos, irán en otro vagón aferrado a su asiento, como si su viaje en tren nunca acabara. Un viaje sin estaciones ni paradas…
Algunos nos bajaremos del tren sin hacer ruido y nadie notara la ausencia. Es doloroso despedirte de los que quieres, pero creo que es hermoso ver que los hijos continúan el camino, con la esperanza de que en algún momento nos volveremos a encontrar en la estación principal y tendré la emoción de verlos llegar con mucha más experiencia.

martes, 18 de noviembre de 2014

El hombre airado

Un hombre que sufría ataques de ira estaba ya harto de esta situación y un día decidió solucionar su problema. Para ello, fue en busca de un viejo sabio que conocía como nadie los secretos del alma humana.
Cuando estuvo ante él, le dijo:
—Señor, tengo fuertes arranques de ira que están arruinando mi vida. Sé que es mi carácter, pero estoy dispuesto a hacer lo que usted me recomiende para cambiar.
—Puedo hacerme una idea de lo que te sucede pero, para ayudarte, la próxima vez que te invada la ira, deberás venir corriendo para mostrármela —le ordenó el sabio—.
Tras unos días de calma, el hombre volvió a notar cómo la ira se apoderaba de él y salió a toda prisa a ver al anciano. Pero, como vivía en lo alto de una colina, tardó más de media hora en llegar. Cuando estuvo ante él, ya se le había pasado el ataque. Y así sucedió una y otra vez, pues cuanto más corría, más agotado y menos enfurecido llegaba ante el sabio.
Un día llegó superagotado y el venerable anciano sentenció:
—Creo que me has tomado el pelo. Si la ira formase parte de ti, podrías enseñármela. No es tuya. Te atrapa en cualquier sitio y luego te abandona. Así que la solución a tu problema es fácil: la próxima vez que quiera apoderarse de ti, ignórala.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Bendito amor

Nadie puede dar lo que no tiene. Sólo cuando estás bien contigo mismo puedes estar bien con los demás.
Necesitas valorarte para valorar. Quererte para querer, respetarte para respetar y aceptarte para aceptar, ya que nadie puede dar lo que no tiene dentro de sí. 
Ninguna relación te brindará la felicidad que tú mismo no construyas. Sólo podrás ser feliz con otra persona cuando seas consciente que eres feliz incluso cuando no está a tu lado. 
Sólo podrás amar siendo independiente hasta el punto de no tener que manipular ni manejar a los que dicen quererte. 
Dos personas que se unen por el deseo de hacerse feliz la una a la otra, fracasará con el tiempo…. Dos personas que se unen con el fin de compartir su felicidad propia, logrará una felicidad duradera, y sin ser su fin, hará feliz a la otra.
Para amar necesitas una humilde autosuficiencia, necesitas autoestima y la práctica de una libertad responsable. 
Pretender que otra personas nos haga felices y llene todas nuestras expectativas es una fantasía narcisista que solo trae frustraciones. 
Por eso, ámate mucho, madura, y el día que puedas decirle al otro, «sin ti también estoy bien», ese día estarás preparado para vivir en pareja.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Maestra, ¿qué es el amor?

Uno de los niños de una clase de educación infantil preguntó:
Maestra… ¿qué es el amor?
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en la hora del recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajeran cosas que invitaran a amar o que despertaran en ellos ese sentimiento. Los pequeños salieron apresurados y cuando volvieron, la maestra les dijo:
Quiero que cada uno muestre lo que ha encontrado.
El primer alumno respondió:
Yo traje esta flor que es muy bonita.
A continuación otro alumno dijo:
Yo traje este pajarito que encontré en un nido que es muy gracioso.
Y así los chicos, uno a uno, fueron mostrando lo que habían recogido en el patio.
Cuando terminaron, la maestra advirtió que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido en silencio mientras sus compañeros hablaban. Pensando en que podía sentirse avergonzada por no tener nada que enseñar la maestra se dirigió a ella y le dijo:
Muy bien, ¿y tú?, ¿no has encontrado nada que puedas amar?
La criatura tímidamente respondió:
Lo siento, Seño. Vi la flor y sentí su perfume, pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma durante más tiempo. Vi también mariposas suaves llenas de color, pero parecían tan felices que no intenté coger ninguna. Vi también a un pajarito indefenso en su nido, pero…, al subir al árbol noté la mirada triste de su madre y preferí dejarlo allí. Así que traigo conmigo el perfume de la flor, la libertad de las mariposas y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. Todo eso lo llevo en mi corazón, pero…, no se lo podré mostrar.
La maestra emocionada le dio las gracias a la alumna y le dijo que había sido la única en advertir que lo que amamos no es un trofeo y que al amor lo llevamos en el corazón.
El amor es algo que se siente, pero hay que tener sensibilidad para poder albergarlo en nuestro corazón.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Lo que tienes ofreces

Cierta tarde, un sabio llegó a la ciudad de Akbar. La gente no dio mucha importancia a su presencia y sus enseñanzas no consiguieron interesar a la población. Incluso después de algún tiempo llegó a ser motivo de risas y burlas entre los habitantes de la ciudad.

Un día, mientras paseaba por la calle principal de Akbar, un grupo de hombres y mujeres empezó a insultarlo. En vez de fingir que los ignoraba, el sabio se acercó a ellos y los bendijo. Uno de los hombres comentó:
—¿Es posible que, además, sea usted sordo? ¡Gritamos cosas horribles y usted nos responde con bellas palabras!
El sabio le contestó:
—Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

El león y sus consejeros

Había una vez un león que nunca se había distinguido por su buen carácter, pero un día se encontró con un zorrino pendenciero y maligno, este alardeaba de que nunca había perdido una disputa con ningún animal del bosque, ni lobos, ni osos, ni leones le asustaban en lo más mínimo. En realidad se había vuelto tan temerario e insolente que vagabundeaba por los bosques buscando pelea.
El día en que se encontró con el león, sólo habían intercambiado tres frases cuando ambos perdieron los estribos. Entonces el león, sin pensarlo dos veces, alzó la pata para golpear al mal educado zorrino, pero no alcanzó a golpearlo. Antes de que el rey de la selva pudiera ponerle la zarpa encima, contraatacando, el zorrino le lanzó su pestilencia. Ese líquido apestoso quedó impregnado en el león y nadie podía soportar estar a su lado. Empapado de mal olor el león se alejó enfurecido.
Estaba tan avergonzado de sí mismo que no fue a su casa durante tres días y, aún así, resultó demasiado pronto, porque ese día su compañera soportó aquel olor todo lo posible, pero sin poder aguantar más, tapándose la nariz con una pata, se desahogó.
¿Por qué no vas a cazar o a visitar a tu madre? Todo el cubil huele horriblemente. Además, te he dicho que no debes pelear con zorrinos, sabes que nunca has podido con ellos…
El león meneó furiosamente la cola, y le dijo:
Yo, soy el Rey de los animales y nadie me puede doblegar.
Resoplando y rugiendo muy enojado dejó a su compañera y se fue a coger aire.
El león siempre que estaba en dificultades acostumbraba visitar a tres animales para pedirles consejo. Esta vez, llamó al oso, al lobo y al zorro. Primero preguntó al oso.
Amigo Oso ¿Te parece que huelo de manera desagradable?
Como suponía que el león quería una respuesta franca, el oso dijo lo que le parecía cierto:
Amigo León, me duele tener que decírtelo pero, el caso es que, realmente hueles muy mal…
El oso no pudo terminar la frase, porque el león enfurecido se abalanzó sobre él y lo destrozó.
¿Y tú, amigo Lobo que tienes muy buen olfato, ¿qué opinas?
El lobo que estaba seguro de saber lo que quería oír el león no se cortó en su discurso.
¡Majestad! —comenzó con tono almibarado.— Cuando estoy parado cerca de ti, pienso en las madreselvas y las rosas. Si no fuera por tu delicada fragancia, seguramente que no podrías seguir reinando.
El león no pudo soportar su burla y mató al lobo en el acto, porque comprendió que era un estúpido adulador.
Sólo quedaba el zorro y el león mirándolo con aire sombrío, preguntó por tercera vez:
Habla amigo Zorro, ¿hay un olor desagradable a mi alrededor?
Un repentino acceso de tos le impidió al zorro contestar inmediatamente. Luego, después de carraspear, contestó con voz ronca:
Es una lástima que yo no pueda ayudarte —dijo—. Lo cierto es que estoy tan resfriado que no logro oler nada.
Sabia decisión… Cuando es peligroso hablar, lo más prudente es callar.

martes, 11 de noviembre de 2014

La piel del cocodrilo

Una antigua leyenda de Namibia cuenta que, hace muchos años, el cocodrilo tenía la piel lisa y dorada como si fuese de oro.
Solía pasar todo el día bajo el agua y sólo durante la noche salía a la orilla. En ese momento, cuando la luz de la luna se reflejaba en su brillante piel, todos los animales de la sabana que iban hasta allí a beber se quedaban como hipnotizados mirando la belleza del reptil.
Pavoneándose de orgullo, el cocodrilo empezó a salir cada vez más a menudo durante el día y aunque iba completamente cubierto de lodo, el sol empezó a castigarle la piel.
Poco a poco su cuerpo quedó cubierto por la coraza de duras escamas pardas características de estos reptiles. Tras esta transformación, los otros animales dejaron de ir a beber durante las horas del día y ya no prestaban atención al cocodrilo.
El feroz animal, antes ufano de su piel, jamás pudo sobreponerse de semejante humillación y consumido por la vergüenza, desde entonces, siempre que se le acerca alguien se sumerge rápidamente en el agua, dejando sólo sus orificios nasales y sus ojos visibles en la superficie.
Es que no hay que ser tan arrogante por algo tan fugaz como la belleza.

lunes, 10 de noviembre de 2014

El perro astuto

Un hombre montó una expedición para ir de cacería a África acompañado de su perro, pero el animal, curioso por naturaleza, se perdió en la selva. Mientras el can intentaba recordar el camino de vuelta, vio cómo desde lejos venía hacia él una pantera a toda carrera. Temiendo ser devorado, descubrió un montón de huesos de animales y empezó a mordisquearlos. Cuando el felino estaba a punto de atacarle, el perrito dijo en voz alta:
—¡Qué sabrosa pantera me acabo de zampar!
Tras oír esto, frenó en seco y salió corriendo por el camino que había venido.
—¿Qué animal será éste capaz de comerse a uno de mis congéneres? ¡A ver si el próximo voy a ser yo!— pensó la pantera.
Pero un mono que había visto toda la escena salió tras ella para explicarle el engaño:
—No seas tonta, no debes temerle, es un perro y los huesos ya estaban allí.
Tras descubrir la trampa, la pantera salió corriendo con el mono en su lomo, para darle su merecido al perro.
Éste los vio acercarse y sin perder la calma, se quedó dándoles la espalda y dijo:
—¡Hace media hora que le dije al mono que me trajera otra pantera y no aparece!

Buena lección. Nunca hay que darse por vencidos, debemos utilizar el ingenio como el astuto perro, sea cual sea la adversidad a la que nos enfrentemos.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Cómo arreglar el mundo

Un científico se pasaba las horas encerrado en su estudio, preocupado en resolver los problemas del mundo. Un día irrumpió su hijo, de 6 años, con la intención de ayudar a su papá en el trabajo. Tras intentar, sin resultado, que el pequeño volviese a su cuarto para entretenerse con sus juguetes, el científico pensó una estrategia para tenerlo distraído un largo rato. Así qué, arrancó un mapamundi de una revista y con una tijera lo cortó en muchos pedazos. Después se lo entregó junto con un rollo de cinta adhesiva, diciéndole:
—¿Te gustan los rompecabezas? Te daré el mundo para que lo arregles. ¡Está roto! A ver si puedes recomponerlo.
El científico creyó que tendría entretenido a su hijo toda la tarde, pero cuál fue su sorpresa cuando, en poco más de una hora, el niño ya había resuelto el reto a la perfección.
—Tú no habías visto jamás este mapa, hijo mío. Dime, ¿Cómo lograste colocar todas las piezas en su sitio? —le preguntó sin salir de su asombro.
—Es verdad papá, pero cuando arrancaste la hoja de la revista vi que por la otra cara había un hombre, que sí sé cómo es. Así encajé las piezas y al girar la hoja, había arreglado el mundo.

¡Como la vida misma! Gran realidad y verdad, la solución a todos los problemas del mundo está en el hombre.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Ubuntu

Un antropólogo propuso un juego a los niños de una tribu de África. Puso una canasta llena de frutas cerca de un árbol y les dijo que aquel que llegara primero ganaría todas las frutas.
Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se tomaron de las manos y corrieron unidos. Después se sentaron a disfrutar del premio. Cuando les preguntó porque habían corrido juntos, si uno solo podía haberse ganado el premio, les respondieron:
—¡UBUNTU! ¿Cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?

UBUNTU en la cultura Xhosa significa: «Yo soy porque nosotros somos». Eso nos falta a los humanos, más humanidad hacia los otros: «Soy porque ustedes son».
Una persona se hace humana a través de las otras personas, por tanto, una persona con UBUNTU es aquella que se alegra cuando otro es bueno en algo, cuando tiene destreza porque piensa que todos se pueden beneficiar. Todos son más… Cada persona decrece cuando otras son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados y oprimidos.

Ojalá que nos contagiemos un poco de este concepto de la ética UBUNTU y de ese modo de pensar para superar el individualismo en que vivimos. ¡Juntos somos más!

jueves, 6 de noviembre de 2014

El avaro y la pieza de oro

Erase una vez un avaro que había vendido todas sus pertenencias para comprarse una pieza de oro de considerable tamaño, la cual decidió enterrar junto a una tapia en un lugar apartado del pueblo. Allí iba todos los días para asegurarse de que nadie hubiese descubierto su escondite.
Lo que el avaro no sabía es que uno de los vecinos había observado sus constantes idas y venidas a aquel lugar y, sospechando que algo extraño sucedía, decidió cavar la tierra alrededor del muro. Al final, tras varios intentos encontró el preciado tesoro y, admirando entre sus manos la pieza de oro, se la llevó a su casa.
Cuando el avaro regresó al escondrijo y se dio cuenta de que le habían robado su tesoro, lloró de desesperación. Otro vecino del pueblo que lo vio angustiado, al enterarse de cuál era la causa de su lamento le dijo:
—No es algo tan grave lo que le ha sucedido. Coja una piedra y entiérrela en el mismo hueco. Imagínese que es de oro, al fin y al cabo, usted jamás haría uso del oro.

Lo que aprendemos de esta fábula es que el dinero y las riquezas no nos valen si lo queremos para verlo oculto, sin utilidad. Lo importante es que con nuestro dinero podamos comprar lo necesario para facilitar y mejorar nuestra vida y la de nuestros seres queridos.
La riqueza está en no crearse necesidades innecesarias.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Cita en Samarkanda

El califa se asombró de ver al visir tan pronto aquella mañana y en un estado de agitación.
—Por favor, deje que me vaya de la ciudad en este mismo instante —le pidió el visir a su señor.
—¿A qué se debe estas prisas? —le preguntó el califa, a lo que su fiel servidor respondió:
—Esta mañana, cuando venía camino del palacio, alguien me ha tocado en el hombro y al girarme he visto que era la Muerte. Era una vieja dama completamente vestida de negro y seguro que me buscaba. Si me da su autorización, cogeré mi caballo y me iré. Así esta noche estaré a salvo en Samarkanda.
No acabando de creérselo, el califa se disfrazó como era habitual para recorrer de incógnito las calles de su ciudad. Cuando llegó a la plaza del mercado buscó a la Muerte y, efectivamente, aún estaba allí. El califa lleno de valor salió a su encuentro y le preguntó:
—Mi Visir es un honrado hombre joven, rebosante de salud. ¿Por qué, entonces, te acercaste a él esta mañana y lo miraste de forma amenazadora?
La muerte, sorprendida al ser interpelada por el califa, le respondió:
—No me acerqué a él con airea amenazante, sólo me mostré extrañada porque no esperaba verlo en el mercado, ya que de hecho, esta noche tenemos una cita en Samarkanda.

martes, 4 de noviembre de 2014

La leyenda de los palillos

Un hombre muy sabio aceptó el regalo de un mago que le prometió que le haría realidad dos de sus deseos.
El primero de ellos fue a visitar el infierno y nada más llegar allí vio a una multitud famélica sentada en una mesa repleta de todo tipo de apetitosos manjares. Pese a la buena apariencia y abundancia de platos, los comensales tenían cara de hambrientos y sus rostros estaban demacrados. Para comer tenían que servirse de unos larguísimos palillos y, por más que estiraban el brazo, jamás conseguían llevarse ni una migaja a la boca. Perplejo, pero satisfecho de haber podido conocer mejor cómo era el infierno, el sabio se dispuso a cumplir su segundo deseo.
La otra cara de la moneda era subir al cielo para comprobar con sus propios ojos todas las bondades que había leído y oído sobre el cielo. Muy sorprendido, vio que allí también habían mesas preparadas con deliciosas comidas, pero que, al contrario de los tristes habitantes del infierno, todos los seres celestiales sonreían satisfechos y rebosantes de salud. Y es que, aunque también disponían de larguísimos palillos para alimentarse, cada uno se preocupaba de alimentar al que tenía enfrente.
Es que, siempre que ayudamos a los demás, nos estamos ayudando a nosotros mismos.

Las canciones de la abuelita

Una abuela y su nieto dan un paseo.


El niño era muy feliz junto a su abuelita. Esta se pasaba tiempo contándole cuentos e historias y su nieto escuchaba sin pestañear. También le cantaba las canciones que recordaba de cuando era niña y algunas que había escrito para su nieto.
Con el fin de que aprendiera las letras vocales, la abuelita le cantaba:
Vamos a cantar, con la letra a.
Vamos a leer, con la letra e.
Vamos a escribir, con la letra i.
Yo, con la letra o.
Tú, con letra u.
a, e, i, o, u… a, e, i, o, u.
El niño con gran expresividad imitaba los gestos de la abuela y llenos de alegría se abrazaban y se reían alborozados.
Cuando la abuela tenía que interrumpir los juegos para atender alguna tarea, el niño la acompañaba y paciente esperaba que terminara para iniciar los entretenidos y amenos ratos.
La abuela también con la idea de indicarle los tiempos de juego y descanso le cantaba:
¿Qué hora es?
Es la hora de jugar, de jugar.
¿Qué hora es?
Es la hora de reír, ja, ja, ja, ji, ji, ji.
¿Qué hora es?
Es la hora de comer, ñam, ñam, ñam, de comer.
¿Qué horas es?
Es la hora de dormir, de dormir, ¡chiiist!
A jugar… A reír… A comer… A dormir…
Era divertido porque, señalando el reloj en la muñeca, cada actividad iba seguida de gestos y risas. Además, la abuela llegado el momento de comer o de dormir, se lo recordaba cantando.
Parecían dos niños amorosos. La abuelita y el nieto se querían y se entendían, su corazón era uno que latía en dos cuerpos.

Fotografía: Suny Schmidt, cc.

lunes, 3 de noviembre de 2014

No es mi problema

Un ratón, mirando desde agujero en la pared ve a un granjero y a su esposa abriendo un paquete. Pensó que podía ser comida, pero quedó aterrorizado cuando descubrió que era una trampa para ratones. Fue corriendo al patio de la granja a advertir a todos los animales:
¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa!
La gallina, que estaba cacareando y escarbando, levantó la cabeza y dijo:
Discúlpeme Sr. Ratón, yo entiendo que es un gran problema para usted, más a mí no me perjudica en nada, por tanto, no me incomode.
El ratón fue hasta el cordero y le dice:
¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera!
—Discúlpeme Sr. Ratón, más no hay nada que yo pueda hacer, solamente pedir por usted. Quédese tranquilo que será recordado en mis oraciones.
El ratón se dirigió entonces a la vaca, y la vaca le dijo:
Pero ¿acaso yo estoy en peligro? Pienso que no.
Entonces el ratón volvió a la casa, preocupado y abatido para encarar a la ratonera del granjero.
Aquella noche se oyó un gran barullo, como el de una ratonera atrapando su víctima. La mujer del granjero corrió para ver lo que había atrapado. En la oscuridad, ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una serpiente venenosa. La serpiente veloz picó a la mujer. El granjero la llevó inmediatamente al hospital, pero ella volvió con fiebre muy alta.
Todo el mundo sabe que para reconfortar a alguien con fiebre, nada mejor que una nutritiva sopa. El granjero agarró su cuchillo y fue a buscar el ingrediente principal, la gallina. Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mató el cordero. La mujer no mejoró y acabó muriendo. El granjero entonces vendió la vaca al matadero para cubrir los gastos del funeral.

¡Ojo! La próxima vez que escuches que alguien tiene un problema y creas que no te incumbe... mejor piénsatelo dos veces.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Recuerdos


Los recuerdos se clavan en mi retina.
Veo en una pantalla inmensa,
momentos con mis seres queridos
que a mi lado no se encuentran.

Quisiera detener el tiempo
para encontrar la alegría:
en vivencias añoradas
con el calor de la familia.

Padres que nos dan el ser
luego, se van y nos dejan.
Son las cosas del destino
que hay que sufrir aunque duela.

Cuando son padres tan buenos
quieres gozar de su presencia.
Dios los quiere en el cielo.
Los hijos los llora en la tierra.

¡Señor! No te pregunto
por qué te has llevado a mis padres.
Gracias te doy por dármelos…
Para ellos mi amor, mi homenaje.

viernes, 31 de octubre de 2014

Las pertenencias

La muerte una gran realidad…
Un hombre murió intempestivamente. Al darse cuenta vio que se acercaba un Ser muy especial que no se parecía a ningún Ser humano, quien llevaba una maleta consigo… Y dijo:
—Bien, amigo mío, es hora de irnos, soy la muerte.
El hombre asombrado le preguntó:
—¿Ya, tan pronto? Tenía planes.
—¡Lo siento amigo!, pero es el momento de tu partida.
—¿Qué traes en esa maleta?
Y la muerte le contestó:
—Tus pertenecías.
—¿Mis pertenencias? ¿Son mis cosas, mi ropa, mi dinero…?
—Lo siento amigo, las cosas materiales que tenías, nunca te pertenecieron, eran de la tierra.
—¿Traes mis recuerdos?
—Lo siento amigo, esos ya no vienen contigo. Nunca te pertenecieron, eran del tiempo…
—¿Traes mis talentos?
—Lo siento, esos nunca te pertenecieron, eran de las circunstancias.
—¿Traes a mis familiares y amigos?
—Lo siento, pero ellos nunca te pertenecieron, eran del camino.
—¿Traes a mi mujer y a mis hijos?
—Lo siento, ellos nunca te pertenecieron, eran de tu corazón.
—¿Traes mi cuerpo?
—Lo siento amigo, ese nunca te perteneció, es propiedad de la tierra.
—Ya sé… ¿Traes mi alma?
—Lo siento amigo, tampoco el alma te perteneció, es del universo.
Entonces, el hombre lleno de miedo le arrebató la maleta a la muerte y al abrirla se dio cuenta que estaba vacía. Unas lágrimas de desamparo brotaron de sus ojos. El hombre mirando a la muerte le dijo:
—Es que… ¿nunca tuve nada?
—Sí, amigo mío… Cada uno de los momentos que viviste, esos fueron tuyos.
Mira, la vida es sólo un momento… Un momento todo tuyo, disfrútalos en su totalidad. Que nada de lo que crees que te pertenece te detenga. ¡Vive el ahora! ¡Vive la vida!

jueves, 30 de octubre de 2014

Pregúntale a los muertos

Un venerable monje budista vivía prácticamente apartado del mundanal ruido, meditando y contemplando los dorados atardeceres. Solo rompía su rutina para impartir sus místicas enseñanzas a un joven alumno. En una de estas sesiones le ordenó lo siguiente:
Querido mío, acércate al cementerio y grita toda clase de halagos a los muertos.
Eso hizo, y regresó junto al maestro.
¿Qué te respondieron los muertos? —le preguntó el monje.
Nada —dijo el muchacho.
Siendo así, tendrías que volver al cementerio y una vez allí, insulta a los muertos —continuó el maestro—.
Obediente, aunque sin entender ni el motivo ni la razón de lo que le pedía, se dirigió de nuevo hasta el camposanto y de pie en medio de las numerosas tumbas, soltó todo tipo de improperios. De regreso volvió a preguntarle el anciano monje:
¿Qué te respondieron los muertos? 
A lo que el alumno respondió con un lacónico,
¡Nada!
El maestro concluyó:
Así debes ser tú, indiferente como un muerto a los halagos y a los insultos de los demás. Quién hoy te elogia mañana te puede insultar y al revés. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos, sé siempre fiel a ti mismo.

miércoles, 29 de octubre de 2014

El asno y el lobo

Un asno estaba plácidamente comiendo hierba en un prado cuando observó que, desde lejos, un lobo venía corriendo hacia él con el único propósito de hincarle los dientes.
Cuando lo tuvo cerca empezó a hacerse el cojo. El lobo que siempre quería enterarse de todo, se dirigió al cuadrúpedo y antes de zampárselo, le preguntó qué le pasaba en la pata que la iba arrastrando.
El asno vio en el interés del lobo una oportunidad de escaparse y continúo con su farsa, explicándole que cuando pasaba junto a un seto había rozado las espinas que había cerca del suelo y se la había clavado. Tras lamentarse de su mala suerte le sugirió al lobo que, si en realidad tenía intención de comérselo, era preferible que le arrancara la espina no fuese que, cuando empezara a engullirlo se le clavase en la garganta.
Totalmente confiado en la bondad del asno, el lobo se dispuso a quitarle la espina cuando, sin esperárselo, recibió una fuerte coz que le rompió varios dientes. Tras ver cómo se escapaba trotando el astuto asno, el lobo pensó: «Me está bien empleado por meterme a médico cuando mi padre sólo me enseño el oficio de carnicero».

martes, 28 de octubre de 2014

Atrapados en la mina

Un grupo de seis mineros trabajaba en lo más profundo de una mina cuando se produjo un derrumbamiento que los dejó atrapados. El principal problema era que el equipo de salvamento apenas tendría tres horas para sacarlos de allí, ya que el oxígeno no duraría mucho más.
El jefe de la cuadrilla sabía que la clave era mantener la calma y minimizar el consumo de aire respirable. Por ello, tras hacer que apagaran todas las lámparas, les ordenó tenderse en el suelo y esperar. Sólo uno de estos hombres disponía de reloj, por lo que todos sus compañeros no paraban de preguntarle angustiados: «¿Cuánto tiempo ha pasado ya? ¿Cuánto faltará para que nos saquen de aquí?»
El jefe se dio cuenta de que eso sólo contribuía a ponerles aún más nerviosos y, con la ansiedad, a gastar antes el oxígeno. Por eso sugirió que fuera el minero que tenía el reloj quien les avisase cada media hora.
Consciente de lo difícil que sería decirles que el tiempo se agotaba, el minero ideó una estrategia: iría añadiendo minutos a esa media hora para engañarles y lograr que aguantasen más sin darse cuenta. Su idea permitió que los sacasen a allí tras más de cuatro horas de espera. Pero todos sobrevivieron menos uno: el que llevaba el reloj.

Verdaderamente, es la mente quién controla nuestra actitud frente a la circunstancias.

lunes, 27 de octubre de 2014

El sendero

Un día un becerro atravesó un bosque virgen para volver a sus pastos. Como era un animal y los animales no piensan, trazó un camino lleno de curvas colina arriba, colina abajo. Al día siguiente pasó por allí un perro y cogió el sendero abierto por el ternero, también fue el paso de rebaños de ovejas y de animales que vivían en las montañas.
Los hombres no tardaron en transitar por esa ruta. Aunque no paraban de quejarse, todos iban por el mismo camino lleno de obstáculos a derecha e izquierda, pero nadie se preocupaba de trazar un nuevo itinerario que les ahorrase tiempo y esfuerzos. De tanto uso se convirtió en un amplio camino que acogía gran tráfico de personas y animales, que se veían obligados a caminar casi tres horas cuando la misma distancia podría recorrerse en apenas una, si el trazado fuera más recto.

Pasaron los años y lejos de solucionar el problema, el sendero acabó siendo la calle principal de un pueblo. Todos seguían transitando por ella como desde el primer día que el becerro creó ese sendero por azar. Mientras tanto, el bosque se reía al ver que los hombres tienen la tendencia a seguir ciegamente el camino ya abierto por otros sin plantearse si esa es la mejor elección.

Es bueno tener iniciativa propia y no dar siempre por buenas las ideas de los demás.

domingo, 26 de octubre de 2014

Sobre la amistad y las malas influencias

Un gusano y un escarabajo eran grandes amigos y se pasaban charlando largas horas. El escarabajo estaba consciente de que su amigo el gusano era limitado en su movilidad, tenía la visión corta y, era tranquilo y pasivo comparado con los escarabajos. El gusano por su parte también era consciente de que no podía compararse con su amigo el escarabajo, porque era otra especie y venía de otro ambiente, comía cosas desagradables, tenía una imagen grotesca y hablaba con mucha rapidez.
Pero, un día la compañera del escarabajo le cuestionó su amistad con el gusano, y se preguntaba cómo era posible que caminara tanto para ir al encuentro de un ser tan inferior, limitado en sus movimientos y además, no entendía que ese amigo ni siquiera le devolvía los saludos que el escarabajo le hacía desde lejos. El escarabajo comprendía que debido a su poca visión, el gusano no se percatara de que alguien lo saludaba y si acaso llegaba a notarlo, no distinguía si era o no el escarabajo, y por eso no contestaba al saludo. Sin embargo el escarabajo calló para no discutir con su compañera. Pero fue tanta la insistencia de la escarabaja y tantos sus argumentos cuestionando la amistad que su compañero mantenía con el gusano, que el escarabajo decidió poner a prueba esa amistad alejándose del gusano para esperar a que este le buscara.
Pasó el tiempo y un día llegó la noticia de que el gusano se estaba muriendo, pues su organismo se había resentido por los esfuerzos que cada día hacía para ir a ver a su amigo el escarabajo, porque diariamente se ponía en camino para ir a visitarle, pero, aunque avanzaba todo lo que podía no conseguía llegar y cuando anochecía, el gusano tenía que regresar sobre sus pasos para refugiarse en la seguridad de su casa.
Al saber esto, el escarabajo sin contar con su compañera decidió ir a ver al gusano. En el camino se cruzo con varios insectos que le contaron las diarias e infructuosas peripecias del gusano para ir a verle y averiguar que le había pasado. Le contaron de cómo día a día exponía su vida a los peligros, pasando cerca del nido de los pájaros y de cómo sobrevivió al ataque de las hormigas y más adversidades.
El escarabajo llegó hasta el árbol donde yacía el gusano moribundo y éste al ver a su amigo, apenas con un hilo de vida, le dijo cuánto le alegraba ver que se encontrara bien. Sonrió por última vez y se despidió de su amigo sabiendo que nada malo le había pasado.
El escarabajo sintió vergüenza por haber permitido que las opiniones de otros minaran su amistad con el gusano, y sintió dolor por haber perdido muchas horas de regocijo que las conversaciones con su amigo le proporcionaban y sobre todo, por haberle puesto en una situación que le causó la muerte. Le quedó claro que el gusano aún siendo tan diferente a él era su amigo, a quién respetaba y quería porque, a pesar de pertenecer a otra especie, le había ofrecido toda su amistad. Ese día el escarabajo aprendió varias lecciones.
Primera: La amistad esta en ti y no en los demás. Si la cultivas en tu propio ser, encontraras el gozo del amigo.
Segunda: El tiempo no condiciona las amistades. Tampoco lo hacen las razas ni las limitaciones propias o ajenas.
Tercera: El tiempo y la distancia no son los factores que destruyen una amistad. La destruyen las dudas y vacilaciones.
Cuarta: Cuando pierdes un amigo, una parte de ti se va con él. Las frases, los gestos, los temores, las alegrías, las ilusiones. Todo lo que ambos compartieron en el tiempo, se va con él.
El escarabajo murió poco después. Nunca se le escucho quejarse de quién mal lo aconsejó, pues fue decisión suya el prestar oídos a las críticas sobre su amigo y poner en duda su amistad.
Recuerda, no te lleves de comentarios y escucha siempre a tu corazón.

sábado, 25 de octubre de 2014

El violinista victorioso

En una época no muy lejana, vivió un violinista llamado Paganini. Muchos se creían que era un artista sobrenatural y que tenía un don especial para el violín.

Una noche tras recibir una ovación delirante, empezó a tocar. Lo que siguió fue indescriptible, porque todas las notas que nacían del movimiento de sus dedos dibujaban en el aire una melodía maravillosa y perfecta. De repente, un sonido extraño acabó con el encantamiento: se había roto una cuerda del violín. El director y la orquesta se detuvieron y el público dejó de respirar. El intérprete siguió tocando como si nada hubiera ocurrido y todo recuperó la normalidad.
Pero, otro ruido hizo enmudecer a la sala. A Paganini se le había roto otra cuerda. Sin embargo, continuó con la pieza, sacando deliciosos sonidos del instrumento. En medio del concierto, una tercera cuerda saltó por los aires. El director se quedó pálido y Paganini, como un contorsionista musical, arrancó todos los sonidos posibles de la única cuerda que le quedaba. Espectadores y músicos se pusieron en pie y empezaron a gritar y aplaudir e, incluso, a llorar de emoción.

Aquella noche, Paganini alcanzó la gloria y el mayor de los triunfos porque a lo largo de su vida había aprendido que la victoria es el arte de continuar donde todos resuelven abandonar.

viernes, 24 de octubre de 2014

El viejo y sabio perro

Hace mucho, mucho tiempo, en un pueblo de montaña vivía un perro de caza, cuya avanzada edad le había hecho perder gran parte de las facultades que, en su juventud, hicieron de él el mejor perro de la región.

Un día, en una cacería se topó con un hermoso jabalí al que quiso atrapar para su dueño. Puso todo su empeño y logró morderle una oreja, pero como su boca ya no era tan fuerte, el animal se escapó. Al oír el escándalo, su amo corrió hacia el lugar encontrándose únicamente a su viejo perro. Enfadado porque había dejado escapar la pieza, comenzó a regañarle.

El pobre perro, sintiéndose que no merecía aquel trato, le dijo:
—Querido amo, no creas que he dejado escapar a ese hermoso jabalí por gusto. He intentado retenerlo igual que hacía cuando era joven, pero por mucho que los dos lo deseemos, mis facultades no volverán a ser las mismas. Así que, en lugar de enfadarte conmigo porque me he hecho viejo, alégrate por todos esos años en los que te ayudaba sin descanso.

El cazador se quedó callado. Pensó cuánta razón tenía el animal, y lo importante que era respetarle ahora que era mayor y cuidarlo con más cariño que nunca, pues aunque no podía realizar grandes proezas, le había entregado sus mejores años para que él y su familia tuvieran una vida feliz.

No te olvides de aquellos que te han entregado sus mejores años. No seas un ser despiadado, valora y agradece para que seas digno de la vida que se te ha dado.

jueves, 23 de octubre de 2014

El roble y la hiedra

Un hombre que había construido su propia casa decidió dotarla de un gran jardín que se convirtió en su remanso de paz. En medio de él, plantó un roble que creció lentamente. Día tras día, sus raíces eran más profundas y su tronco se estiraba para atrapar la luz. Junto al muro, plantó una hiedra que rápidamente empezó a extender sus ramas ocupando toda la superficie de la pared de piedra. 
¿Cómo estás, amigo roble? —le preguntó un día la hiedra.
Bien, amiga —le contestó el árbol.
Respondes así porque no ves el mundo como yo, desde las alturas. A veces siento pena viéndote ahí hundido en el fondo del patio —comentó la hiedra con un indisimulado aire de superioridad.
No te burles de mí. Recuerda que lo importante no es crecer deprisa, sino con firmeza—le respondió con humildad el roble.
La hiedra soltó una carcajada y siguió creciendo deprisa, mientras el roble tardó años en desarrollarse. Pero una noche descargó una fuerte tormenta que arrasó el jardín. Al amanecer, la hiedra yacía en el suelo arrancada de la pared, en cambio, el roble aguantó el temporal con apenas daño. Esto llevó al roble a reflexionar: «Es mejor crecer fuerte sobre tus propias raíces que ganar altura rápidamente pero dependiendo de la seguridad de los demás».