El valor de la convivencia: la armonía social que necesita el
mundo…
Se define como la acción de convivir, vivir en compañía de
otros. Esto quiere decir, que tenemos una convivencia en nuestra casa con
nuestra familia, en la escuela y en nuestro trabajo con los amigos y compañeros,
convivimos cuando vamos al parque, al supermercado, al teatro, al fútbol y
hasta cuando tomamos el transporte público.
Saber ser y saber convivir… Saber convivir es ese componente
esencial que debería venir de fábrica en nuestra mente y corazón. Solo así
daríamos forma a escenarios sociales más empáticos, preparados a su vez para
poder llegar acuerdos, solucionar problemas en armonía y avanzar como grupo.
La convivencia es ese pilar sobre el que debería sustentarse
cualquier aspecto de nuestra vida. Como figuras sociales que somos no hay
prioridad más esencial que la de lograr esa coexistencia pacífica, efectiva y
dotada de armonía en la cual garantizar no solo nuestra supervivencia como
grupo, sino también nuestro bienestar y capacidad de progresar.
Señala el psiquiatra Enrique Rojas "que la convivencia es
básicamente saber compartir, ser partícipe de la existencia ajena y lograr, a
su vez, que el otro se involucre en la nuestra". Como bien sabemos, esto casi
nunca es fácil de lograr en todos los casos. Si ya resulta complicado
lograrlo en la unidad familiar, podemos entender el desafío que supone
conquistar este fin a nivel social y entre países. Todo es cuestión de buena voluntad.
Se necesita algo más que compromisos, que buenas palabras y
acuerdos firmados en cumbres internacionales a favor de la paz. Lo que se
necesita en materia de convivencia son voluntades y ahí, en ese aspecto, todos
somos importantes. Porque las grandes revoluciones no se logran movilizando
montañas, sino cambiando de lugar las piedras que las conforman. Los auténticos
cambios son silenciosos, pequeños, pero cotidianos y es ahí donde nos podemos involucrar
cada uno de nosotros.
Señalaba Lawrence
Kohlberg en su teoría del desarrollo moral que la etapa más decisiva del niño
llegaba a partir de los 10 años con la conocida como etapa autónoma. Ese es el
momento en que nos damos cuenta de que más allá de las normas impuestas de una
sociedad, están las necesidades humanas. Solo entonces tomamos conciencia del
valor de las acciones individuales, del altruismo, de la compasión…
Los pilares que sostienen la convivencia no parte solo de la necesidad de respetarnos
los unos a los otros y de vivir en paz. De hecho, va mucho más allá de estas
dimensiones. Es esencial, a su vez, añadir cierto activismo y una actuación
real y comprometida que se vea en casi cualquier escenario de nuestro día a
día. No solo las grandes naciones deben saber convivir entre ellas reduciendo
conflictos y diferencias, también en las relaciones cercanas de nuestra cotidianidad. La culpa de que se tambaleen los pilares de la convivencia familiar la tiene la maldad: envidias, soberbia, rencores, venganza y todos sus derivados que acaba con la paz individual, y esa misma lacra es el lastre de la convivencia universal y eso repercute en la paz mundial.
El valor de saber convivir vertebra cada área de nuestra
existencia. Es esencial para ser feliz en pareja y para formar una familia y
criar a los hijos. La convivencia debe estar patente en cualquier finca de
vecinos, oficina de trabajo, así como en cualquier umbral que crucemos en el
que haya personas.
La convivencia es la responsabilidad de conocer y comprender
al otro, viéndonos a su vez, reflejados en los demás. En esta dinámica social
hay grandes dosis de empatía, de sentimientos y de tolerancia.
La convivencia nunca será posible si no logramos apreciar al
otro, a esa persona que, como yo, tiene sus puntos de vista, sus orígenes, sus
valores y necesidades. Todos somos diferentes e iguales a la vez, todos somos
dignos de aprecio, respeto y de la oportunidad de construir la vida que
deseemos. Algo así exige sin duda de mayor compasión y solidaridad entre
nosotros.
La convivencia y el valor de avanzar unidos por unos mismos
propósitos. Para convivir en un escenario cambiante, lleno de incertidumbres y
amenazas, los seres humanos han tenido que actuar en grupo a lo largo de
nuestra historia. Es así como sobrevivimos como especie y así como deberemos
hacerlo en momentos de dificultad. Para conseguir tal elevado fin, es esencial
dejar a un lado las diferencias, los egoísmos e intereses particulares.
No nos olvidemos del cuidado de nuestro planeta, el hogar que
nos acoge. Pero sería casi imposible hablar del valor de la convivencia si no
tuviéramos en cuenta el contexto, el hogar que nos acoge y que hace posible que
cada uno de nosotros estemos aquí. Todos comprendemos la relevancia de atender
aspectos como la paz, la igualdad social, la no discriminación, la no violencia
en cualquiera de sus formas…
Bien, un aspecto capital que es imposible dejar de lado en
estos momentos es la necesidad de atender, cuidar y proteger a nuestra madre
tierra y sus ecosistemas. Si la vida es equilibrio y el equilibrio lo trae la
armonía de saber convivir entre nosotros, es urgente también que atendamos al
hogar que nos tiene hospedados tanto a nosotros como a las próximas
generaciones.
La sana convivencia nos permite vivir desde los valores y desarrollarnos como personas, pudiendo convivir con los otros, nos permite expresarnos con los demás, damos a conocer cuáles son nuestros valores y costumbres, pues, nuestro comportamiento en nuestra mejor carta de presentación.
Los valores son cualidades que benefician a todos por igual, ya que se dan en la medida en la que se obtienen y se obtienen en la medida en la que se dan. Entre los valores que más se destacan encontramos: la libertad, la honestidad, la responsabilidad, la igualdad, la disciplina, la puntualidad, la lealtad, la humildad, la tolerancia, el respeto y el diálogo; la solidaridad, la justicia, la equidad, la fidelidad, la prudencia, la perseverancia, la integridad; aunque existe una diversidad no menos importante, todos forman la columna vertebral para regir las acciones de los individuos dentro de la sociedad.
La convivencia está en peligro. Reflexionemos en cada uno de estos aspectos entendiendo, sobre todo, que la convivencia empieza en casa, en los escenarios más próximos a nosotros. Todos somos importantes en ese engranaje social, emocional y existencial y eso se refleja a nivel mundial. Y, la situación caótica que hoy refleja el mundo, habla de la pérdida de humanidad de una sociedad enferma, liderada por enfermos cuyo afán es demostrar su poder destruyendo vidas inocentes...
El reflejo de nuestro mundo actual es deplorable e inhumano. La lucha de poder de los tiranos afecta a la convivencia y al bienestar de la sociedad, y el desencanto y la desesperanza se apodera de la sociedad y el convivir se ve alterado por la apatía y la incertidumbre, y la sensación de peligro te invade, y la congoja y la frustración van minando nuestro estado de ánimo. Sí, en manos de los gobernantes actuales, la humanidad está en peligro. Este no era el plan del Creador...
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