En esta fábula mexicana se cuenta la historia de un hombre
que tenía un perro al que no paraba de maltratar, debido entre otras cosas a la
situación de pobreza que pasaba.
El espíritu de los animales, Kakasbal, habló con el perro
maltratado y le sugirió que abandonase a su amo, ya que todos los días recibía
muchas palizas. El animal se negó en rotundo diciéndole que nunca escaparía
porque él era un perro fiel, a pesar de que su dueño nunca se lo agradeciera.
El espíritu fue tan insistente que el perro le hizo creer que
aceptaría su propuesta. Para ello, debía venderle su alma y el animal tendría
un deseo.
El can le pidió al espíritu un hueso por cada pelo, ante eso
el espíritu se puso a contarlos hasta que el perro se acordó de su amo y se
movió a propósito para que éste perdiera la cuenta. Tras el enfado del
espíritu, el animal aseguró que fue por las pulgas.
Este proceso se repitió hasta cien veces, entonces Kakasbal
se dio cuenta de que el perro no quería venderle su alma. Por lo que le
respondió al perro, «me has engañado, pero me has dado una lección, porque
ahora sé que cuesta mucho más comprar el alma de un animal que la de un ser
humano».
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