martes, 31 de enero de 2017

La niña y el acróbata

La madre murió en el parto y la niña huérfana no tenía familia, pero un amigo se hizo cargo de ella. Este amigo era acróbata y se ganaba la vida recorriendo los pueblos más recónditos de India ofreciendo su espectáculo de circo. El número en el que se habían especializado consistía en que la niña trepase por un largo palo que el hombre sostenía con fuerza. Con esta arriesgada pirueta la pequeña se jugaba la vida día tras día. Por eso, el acróbata le dijo:
—Amiga, para evitar que suframos un accidente, lo mejor será que yo me ocupe de estar pendiente de cada uno de tus movimientos y tú de los míos y así evitaremos despistes que nos pongan en peligro.
La niña se le quedó mirando con sus ojos grandes y expresivos y le contestó:
—No creo que eso sea lo más acertado. Para evitar riesgos innecesarios, lo mejor será que cada uno se concentre y se ocupe de sí mismo.

Ésa es la clave. En la vida es genial contar con los demás, pero para avanzar seguro hay que centrarse en uno mismo y librar las propias batallas, en lugar de intervenir en las ajenas.

domingo, 29 de enero de 2017

La puerta negra

El rey era muy temido por sus súbditos, por lo cruel que era con sus prisioneros de guerra. Nada más capturarlos, los llevaba a una enorme sala y los colocaba en el centro. Gritándoles con furia, les decía:
—Les daré una oportunidad de salvar sus vidas. Miren hacia el lado derecho. Ahí están mis soldados, armados con arcos y flechas.
Ante los rostros horrorizados de los cautivos, proseguía:
—Ahora, dirijan sus miradas a la izquierda.
Todos obedecían y sus miradas topaban con una enorme puerta negra, rodeada de cadáveres humanos esparcidos por el suelo.
—Escojan ustedes. O las flechas o la puerta negra —concluía el monarca.
Y la mayoría prefería morir atravesados por flechas, un final rápido y mucho menos cruel.
La guerra terminó y un día uno de los soldados del pelotón de arqueros estaba haciendo guardia ante la enorme puerta. Viendo pasar al rey, se atrevió a interrumpirle:
—Señor, discúlpeme, pero, ¿qué es lo que hay detrás de esta puerta negra?
—Ábrela tú mismo y lo verás —le respondió.
Sin poder controlar el pánico, abrió con cautela el portón y empezó a entrar una brillantísima luz y un olor de hierba fresca. La puerta llevaba a la libertad.

En la vida hay que ser valientes y arriesgar, enfrentarse a los miedos e inseguridades que nos impiden avanzar para poder conseguir nuestros objetivos y alcanzar la felicidad.

miércoles, 25 de enero de 2017

Malas lenguas

Unas amigas hablan durante el almuerzo.


¡Dios nos libre de las malas lenguas! El chismorreo, lo que es lo mismo, el cotilleo no tiene nada que ver con conversar, parlar, platicar… Para conocer los motivos del porqué nos gusta cotillear contamos con la sapiencia de varios psicólogos.
Cotillear no es el mejor de los pasatiempos, no nos engañemos. Pero a pesar de los aspectos negativos, trae consigo beneficios tanto personales como sociales, además de estar ligado a los orígenes de la cultura humana. Y menos mal, porque lo hacemos todo el rato, aunque no nos gusta reconocerlo. Los cotillas son siempre los demás… Centrémonos en el tema.

Cotillear es divertido. «No podría haber sociedad sin cotilleo», explicaba en una entrevista el psicólogo Miguel Silveira. «Ya que necesitamos tener información sobre otras personas y nos fascina la vida privada de los demás. Esta necesidad puede quedar satisfecha por la dinámica del cotilleo». Además, el chismorreo «se enmarca dentro de las interacciones sociales y facilita las relaciones dentro del grupo», ya que se trata de temas fáciles que nos interesan a todos y que permiten iniciar conversaciones incluso con gente a la que no conocemos mucho. Es decir, el cotilleo nos gusta.

sábado, 21 de enero de 2017

Pedir disculpas

Una persona se disculpa con su pareja.


Durante el largo periodo de nuestra vida, todos habremos cometidos errores, porque somos humanos, aunque creo que lo realmente humano es tener la valentía de reconocerlos y disculparnos por ello, ya que nuestros errores siempre dejan víctimas y, a ellas debemos pedir perdón por el mal que le pudimos ocasionar.

No es sencillo pedir disculpas y mucho menos lo es que las acepte la persona ofendida. El arte de disculparnos solo lo domina una pequeña parte de la población, y es que a veces puede más el ego personal que admitir que hemos hecho algo mal que puede haber afectado a otro. Una vez que hemos asumido nuestra responsabilidad, llega el paso más complicado aun si cabe: pedir perdón.

viernes, 20 de enero de 2017

El jefe de jefes

Dios creó a la Humanidad, y desde el principio lo humano se manifestó; los órganos creyéndose ser imprescindibles para la vida del cuerpo, empezaron a discutir sobre quién sería el jefe.
El cerebro expuso:
—Yo debo ser el jefe porque ordeno el funcionamiento de todos ustedes.
Los pulmones manifestaron:
—Si alguien debe ser jefe soy yo, todos respiran gracias a mí.
El corazón argumentó:
—Entonces yo debería ser el jefe porque llevo la sangre para que todos estén listos.
El hígado puntualizó:
—Para jefe, yo, todos funcionan gracias a mi trabajo de depuración.
Los ojos dijeron:
—Nosotros deberíamos ser el jefe porque somos los guías.
—En ese caso —dijo el estómago—, yo seré el jefe porque los alimento a todos.
Las piernas se declararon jefe porque según ellas transportaban a todo el cuerpo.
Como todos tenían argumentos más que suficientes para ser jefes, los ánimos se iban destemplando y la discusión se iba acalorando. En esta se oye una voz a grito pidiendo ser el jefe, era la mierda y todos se rieron a carcajadas, y la mierda insistía:
—Yo seré el jefe.
Y se negó a salir durante cinco días.
El cuerpo estaba a punto de estallar. El estómago se revolvía. Los ojos se nublaban. El corazón amenazaba con pararse. Las piernas temblaban… Y entonces todos gritaron:
—¡¡Que la mierda sea el jefe!!
Y desde entonces… cualquier mierda puede ser jefe.

jueves, 19 de enero de 2017

La ternura

Cuando nosotros pensamos en grande, nuestra imaginación va más allá de los campos abiertos hacía espacios siderales, y éstas grandes experiencias tienen que ver con los sentimientos en las relaciones humanas.
En la vida no hay nada que satisfaga más que querer y sentirte querido; el amor lo invade todo con su cariño y ternura. 
Cuando nos toca la ternura experimentamos la sensación más auténtica y verdadera. Este sentimiento excede la reflexión y va más allá del análisis, dejándonos cara a cara con la verdad en sí misma, frente al cual todos somos vulnerables, frente al cual nos rendimos. 
La verdad del Amor es una vida ilimitada en plenitud y espíritu, el cual realmente desborda y remueve todos los obstáculos egoístas, porque el Amor es servicio, entrega y felicidad compartida, el cual no disminuye y se mantiene en crecimiento.
Existen muchas razones de ternura alrededor de nosotros, ésta es la verdad más grande de la vida que se encuentra en las pequeñas cosas del día tras día. 
Reflexionemos y no dejemos perder lo fundamental, no tenemos que viajar a lugares lejanos, dado que en frente de nosotros se encuentra la felicidad de la vida.
La felicidad de mi vida se la debo a mis padres que me llenaron de ternura. Aquella ternura con la que se unieron aquel 19 de enero de 1949.

viernes, 13 de enero de 2017

Cómo duele

Frente a tantas imágenes de miserias, guerras e injusticias, Gervasio Sánchez decía:
Cómo duelen aquellos orfanatos rumanos y las hambrunas de Somalia y Sudán; cómo duele el genocidio de los tutsi de Ruanda y la debacle humanitaria de los hutus en el antiguo Zaire; cómo duelen las masacres de Bosnia-Herzegovina y la deportación de centenares de miles de kosovares; cómo duele Chechenia en llamas. Cómo duele el mundo en ruinas ante la incompetencia política y diplomática y con nuestras naciones, las más poderosas, haciendo negocios mercantilistas en el horror de la guerra. Cómo duele no encontrar la compasión, de la que tú siempre hablas, en hombres sin atributos que dirigen los destinos de la humanidad.
Palabras que recogen, sin duda, algunas de las reflexiones y memorias que han trazado, con sangre en blanco y negro, el camino de su carrera profesional y vital dentro del foto-reportaje de los principales conflictos bélicos ocurridos en Europa, Asia, África y América Latina.
Sí que duelen tantas guerras que al día de hoy asolan a tantos rincones del mundo. También nos duele cada injusticia con la que nos topamos en nuestra vida diaria, en nuestra tierra, entre nuestra gente, pero, nada duele más que sentir el desprecio de los tuyos, con los que compartiste plato y cama.
¡Ay, cómo duele!

martes, 10 de enero de 2017

El más tonto del reino

Hace mucho tiempo, el monarca de un próspero país hizo llamar a un sabio para encargarle una particular tarea diciéndole:
—Tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que recorras todo el reino con ella. Viajarás sin descanso por todo el territorio y, cuando encuentres a la persona que consideres más tonta, debes entregársela.
El erudito se apresuró a cumplir el encargo de su soberano y recorrió aldea por aldea toda la geografía del estado. Conoció a mucha gente, pero no encontró a ningún ser humano al que considerara el más tonto. Transcurridos varios meses, emprendió el camino de regreso a palacio para informar de ello al monarca. Mientras él estaba fuera, el anciano rey había enfermado de gravedad. Informado por los médicos de que el mandatario estaba a punto de exhalar su último suspiro, el sabio corrió a visitarlo en sus aposentos, al verlo el rey se lamentaba:
—¡Qué desafortunado soy! Toda mi vida acumulando enormes riquezas y ¿cómo lo haré ahora para llevarlas conmigo? ¡No quiero dejarlas!
Tras oír aquellas palabras, rápidamente le entregó la caña de bambú al rey, no fuera ser que lo tomaran por el más tonto y tuviera que resolver la papeleta que planteaba el rey.
Al igual que el soberano, muchas personas se obsesionan con el valor de las cosas materiales, sin dar importancia a los aspectos de la vida que realmente merecen la pena.

domingo, 1 de enero de 2017

Caminata

Sé que mi caminar tiene una dirección y un destino, por eso debo medir mis pasos, prestar atención en lo que hago y no en lo que hacen los que a mi lado pasan, para no seguir a los que se desvían, pero que tampoco nadie se desvíe siguiendo mis pasos.
Que no me engañe con el ánimo y el vigor de los primeros trechos, porque llegará el día en que mis pies no tendrán tanta fuerza, y heridos y cansados no podrán avanzar tan rápido.
Que cuando esté cansada no me desespere y siga creyendo en mis fuerzas para continuar y en que siempre encontraré a un buen samaritano que me auxilie. Y que en la alegría de mis sonrisas me acuerde de que existen los que lloran, para que así mi risa no ofenda el dolor de los que sufren; por otro lado, cuando llegue mi turno de llorar, que no me deje dominar por la desesperanza, sino que entienda el sentido del sufrimiento, que me nivela y que me iguala a todos los hombres.
Que cuando tenga preparado mi equipaje, con agua en mis provisiones, ánimo en el corazón, botas en los pies y sombrero en la cabeza, con el fin de no temer al viento, ni al frío, ni a la lluvia, ni al tiempo, que no me considere mejor que aquellos que se quedaron atrás, porque podría llegar el día en que me fallen las fuerzas y los que rebasé en el camino, me alcanzarán y juntos podamos concluir el camino, porque sólo puedes ir más rápido, pero sintiendo el vacío de la soledad.
Que cuando el día brille, tenga deseos de ver la noche en que el camino será más fácil y más ameno; pero, cuando sea de noche y la oscuridad vuelva más difícil el arribo, que sepa esperar al nuevo día con su aurora y su calor, para encontrar la fuente que apague mi sed y poder ver las flechas que me indican el camino.
Que la prisa por llegar no me aparte de la alegría de ver las simples flores que adornan el recorrido y sin perturbar la caminata de nadie, entienda que avanzar hace bien, pero que a veces es necesario tener el valor de volver atrás y recomenzar tomando otra dirección sin dejar de bendecir el camino.
Que no camine sin rumbo y que no me pierda en las encrucijadas. Con la mirada en el horizonte, sin temor a los que me asalten y quieran enmascarar la senda para desviarme del camino. Y si cayera, que permanezca el recuerdo de mi caída para impedir que otros caigan en el mismo abismo.
Sí, es importante llegar, pero aún es más importante que haga llegar a quien me pregunte y me pida consejo, y sobre todo ¡que pueda seguir confiando en mí!