lunes, 24 de noviembre de 2014

El paquete de galletas

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.
Mientras ojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. De pronto, la señora observa como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiró la mano, cogió el paquete de galletas, lo abría y comenzó a comerlas, una a una tranquilamente.
La mujer se molestó por eso. No quería ser grosera pero tampoco dejar pasar aquella situación como si no hubiera pasado, así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.
Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete solo quedaba la última galleta.
—No podrá ser tan descarado —pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.
Con calma, el joven alargó la mano, tomó la última galleta y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.
—¡Gracias! —dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.
—De nada —contestó el joven, sonriendo mientras comía su mitad.
Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó:
—¡Qué insolente y qué mal educado es ese muchacho!
Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró dentro de su cartera su paquete de galletas, intacto.

Así suele ocurrir, muchas veces nuestros prejuicios y nuestras decisiones apresuradas nos hacen juzgar erróneamente a las personas y cometer las peores equivocaciones. Juzgando y valorando antes de tiempo te conducen a cometer graves errores. Con la serenidad se consigue más de lo que se espera...

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