Un Maestro dejó a uno de sus discípulos un arrozal para que lo cuidara durante tres años. Cuando el primer año llegó a su término, el Maestro fue a ver el campo y la cosecha había sido muy buena, puesto que el discípulo había provisto a la tierra del agua que necesitaba. Transcurrió otro año y resultó que la cosecha fue más abundante que la anterior, puesto que el joven había abonado convenientemente el campo. Cuando el tercer año finalizó, el Maestro se dirigió al arrozal para ver los resultados obtenidos, pero resultó que el discípulo, entusiasmado con la producción del año anterior, abonó demasiado la tierra, dio muchísimo arroz pero tan pequeño y frágil que no servía para comerciar con él. En realidad fue una cosecha inútil, y el trabajo realizado no dio ningún fruto.
Entonces el Maestro dijo a su discípulo:
—Así pasa con las personas. Fortaleces a alguien cuando le ayudas un poco, pero si le ayudas demasiado, lo debilitas.
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