Un ratón se apoderó un día de la brida de un camello y le ordenó que se pusiera en marcha.
El camello era de naturaleza dócil y se puso en marcha.
El ratón, entonces, se llenó de orgullo. Llegaron de pronto ante un arroyo y el ratón se detuvo.
—¡Oh, amigo mío! ¿Por qué te detienes? ¡Camina tú que eres mi guía!
El ratón dijo:
—Este arroyo me parece profundo y temo ahogarme.
—¡Voy a probar! —Y avanzó por el agua.— El agua no es profunda. Apenas me llega a las corvas.
El ratón le dijo:
—Lo que a ti te parece una hormiga es un dragón para mí. Si el agua te llega a las corvas, debe cubrir mi cabeza en varios cientos de metros.
Entonces el camello contestó:
—En ese caso, deja de ser orgulloso y de creerte un guía. ¡Ejercita tu orgullo con los demás ratones, pero no conmigo!
—¡Me arrepiento! —dijo el ratón— ¡En nombre de Dios, ayúdame tú a atravesar este arroyo!
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