lunes, 26 de diciembre de 2011

Humildad y gratitud

Una chica observa el mundo.


«Uno debe ser tan humilde como el polvo para poder descubrir la verdad». Gandhi.

La humildad como virtud consiste en obrar de acuerdo con el conocimiento, sopesando las propias limitaciones y debilidades. Hay que dejar que los demás descubran tus virtudes, pero si ves que te tachan de algo, no te queda otra que defenderte y aclarar que ciertas actuaciones no van con tu manera de proceder, pero está claro, quienes te acusan en falso van directo a dañarte, y si sales en tu defensa te lo recriminará por querer colgarte medallas.

El hombre humilde cuando se da cuenta de un error puede corregirlo: conócete a ti mismo, porque donde hay humildad hay sabiduría. El soberbio, al no ver o no aceptar el defecto, no puede corregirlo y se queda con él, porque la soberbia ensombrece la conciencia y embellece los defectos propios, llegando a pensar: «no es malo lo que hice», y puede echar la culpa a los demás. Por desgracia es así, ya que el orgullo busca la superioridad ante los demás…

Hay tanta grandeza en la humildad y tenemos tantos ejemplos grandiosos, que conocerlos nos enternece y nos sentimos muy agradecidos y tocados por ellos. En estas fechas que actualizamos la Navidad, se nos presenta la mayor demostración de humildad, la humildad encarnada en lo Divino. Jesús es la humildad encarnada.
¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! Primero María, la mujer en la que Dios se miró, es escogida por su humildad y acepta agradecida la voluntad de Dios. En Navidad la humildad ilumina un pesebre. Un niño nos ha nacido sin más calor que el de su madre. Se nos presenta pobre y nos enciende el corazón. Dios como prueba de su amor toma forma humana y acampa entre nosotros para guiarnos, desde la humildad por la senda del amor, del amor puro y agradecido.

El sentido de la Navidad lo han degenerado. Me apena que por estas fechas, invocando el espíritu navideño invitan al consumismo más desmesurado. Locura de lo externo, destellos que se enciende y apaga como las diminutas lucecitas que colocan en los «arbolitos» que se ha colado con el «gordinflón», para invitarnos a comprar, gastar y malgastar.

La cena de navidad, acontecimiento familiar imprescindible en estos días… Entrañable donde reina la armonía, pero para mucha gente se convierte en la peor de las pesadillas porque existen diferencias, heridas y malos entendidos, y mientras no sean afrontados para limar asperezas y cerrar heridas, no será grato ni deseado los encuentros… Se hace difícil compartir mesa y mantel con alguien que te ha dañado y no ha pedido perdón. Cenas de Nochebuena, están las cenas llenas de añoranzas y remembranzas. Están las de reencuentros alegres, y están las de descorchar botellas y más botellas y terminar como ya saben…

Navidad, es Navidad mientras sea esperada con el alma y vivida íntimamente. Cada corazón alberga el Nacimiento y nos llena de alegría, una alegría iluminada que se contagia, compartimos sonrisas y nos volvemos solidarios y generosos. Ya no estamos solos, seremos guiados por el Camino de la Luz y de la Verdad. La espera se vive con esperanza, se revive y se reaviva la llama del amor en los corazones, y nos llena de paz y felicidad para continuar nuestro camino con fuerzas renovadas.

Juan Pablo II, refiriéndose a la familia, la felicidad y la humildad, dice:
No busquen únicamente sus intereses, sino también los de los demás familiares. El respeto de esta norma fundamental explica, como enseña el mismo Apóstol, que no se haga nada por espíritu de rivalidad o por vanagloria, sino con humildad, por amor. Y este amor, que se abre a los demás, hace que los miembros de la familia sean auténticos servidores de la «iglesia doméstica», donde todos desean el bien y la felicidad a cada uno; donde todos y cada uno dan vida a ese amor con la premurosa búsqueda de tal bien y tal felicidad. La Virgen, Nuestra Señora, Esclava del Señor, nos enseñará a entender que servir a los demás es una de las formas de encontrar la alegría en esta vida y uno de los caminos más cortos para encontrar a Jesús. Para eso hemos de pedirle que nos haga verdaderamente humildes.
El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una gran luz… Desearía que el calor de la Navidad derrita los corazones y los purifique y sientan la necesidad de ser buena gente, para vivir en solidaridad con los semejantes y mirar como hermanos a los que sufren y padecen tendiéndoles la mano con calor y pan, y sonreír alegres que es Navidad.

Niño Jesús, rosa encendida, sin ti, no hay libertad, ni hay luz, ni hay vida. Ven Señor, no tardes, salvador de los pueblos, te espero con el corazón abierto y con mi pobreza espiritual que tú enriquecerás con tus dones divinos, porque no hay vida sin cruz, pero hay cruces sin Cristo que son insoportables.

¡Hosanna en las alturas! Deseo para la gente de bien toda clase de felicidad, la felicidad que nace del corazón sincero y de los sentimientos verdaderos. A los que ven fiestas, que se diviertan. A los que ven comida, buen provecho, y a los cristianos que en su alma espera, conmemora, celebra y actualiza el nacimiento del niño Dios en la Misa del Gallo ¡Feliz Navidad!

Con humildad y agradecimiento, mis mejores deseos de Paz, Amor y Felicidad para este medio que me permite asomarme a su ventana, para todos los lectores en general y muy en particular a aquellos que me siguen y me demuestran su cariño.

SOL DE MIS AMORES

En el portal de Belén.
Brilla el sol de mis amores.
Por la cumbre de mi tierra,
van silbando los pastores.

Llevan al Niño regalos.
Variados de mil sabores:
Leche, queso, miel y gofio.
Ofrendas de sus labores.

El niño Jesús sonríe.
San José rinde honores.
La Virgen canta una nana,
le acompañan ruiseñores.

Quisiera acunar al Niño
y olvidar mis sinsabores.
Mi corazón regalarle…
Verdad, sueños y primores.

Fotografía: Kevin N. Murphy, cc.

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