viernes, 30 de diciembre de 2011

¿Dónde están los límites?

Un faro.


Los límites es la doctrina de los actos propios, proclama el principio general de derecho que otorga facultad, potestad como consecuencia del principio de buena fe.
Los límites es esa línea divisoria entre lo tuyo y lo mío, lo bueno y lo malo, lo que está bien y lo que está mal, lo conveniente y no conveniente. Por tanto, los límites son los que marcan las pautas y el orden en cualquier contexto de las relaciones sociales.

Dentro de los límites establecidos, cada persona por su forma de ser y valores actuará según sus principios. Se ajustan y marcan sus límites porque son sus propios jueces, ya que lo que para uno puede ser normal para otro es indecente, deshonroso e inaceptable. Y mientras unos se guían por impulsos para ocultar su verdadera condición, fluctúan a conveniencia, mientras que otros, más auténticos, están guiados por la responsabilidad, la solidaridad y la voz de su alma noble que desde el centro de su corazón les guía.

Para correr primero debemos aprender a caminar, por eso es muy importante, a través de nuestras emociones, descubrir la verdad que llevamos dentro. Dentro está el ser de cada persona y la autenticidad de cada individuo, que muchas veces, por ser consciente de ello, tratan de ocultarse en una falsa apariencia, esa farsa tiene un límite, porque nadie puede aguantar por mucho tiempo algo que por dentro nos consume. Un corazón oprimido no tiene la capacidad de fingir eternamente y estallará por el peso que lleva dentro. La rabia, los celos y el rencor son los ingredientes que dañan al corazón y que pueden envenenar el alma, ahora que si el corazón logra sacar fuera el mal antes de que llegue al alma, se pueden salvar vidas.

Las malas actuaciones traen malas consecuencias, si aprendemos de nuestros actos, veremos ante nuestros ojos los resultados. Con humildad y amor crearemos límites en nuestra vida en función de nuestra experiencia; así vamos puliendo nuestra identidad, viviremos de una forma sana y natural con respeto y amor.
Poner o tener límites no resta un ápice a la libertad individual, los límites son necesarios en lo personal y en lo colectivo para que el caos no nos aplaste. Otra cosa es cuando los límites de riesgo nos limitan en una cosa y en otra no pasa nada. Por ejemplo, los límites de velocidad se establecen porque se pone en riesgo la vida de las personas, ¡muy bien! No se puede permitir locos e irresponsables al volante, y por exceder los límites de velocidad y sin haber ocasionado daños a terceros se puede ir a la cárcel. Sin embargo y poniendo en riesgo la vida de muchas personas se permite por todo el territorio nacional las mal llamadas «fiestas», donde a sabiendas del riesgo y peligro se sueltan toros asustados entre la gente para que las divierta a costa de muertos y heridos. ¿Es que en las fiestas la vida de las personas no vale nada?

Desde que nacemos debemos saber que en la vida tenemos unos límites, los límites que traspasa lo razonable y nos lleva a lo irracional, donde se pierde la humanidad; ahí están los límites.
Si todos entendemos que exceder los límites de conducta tiene consecuencias, actuaríamos con más tino. Los niños que crecen sin límites, serán jóvenes sin límites y van a su perdición. Existe un mal entendido entre amor-educación, ese concepto se ha infravalorado: en el orden y la disciplina sí hay cariño, no confundamos los términos y mantengamos la firmeza.

¿Quién pone los límites a ese mercado de los personajes? Desde hace años asistimos a un permanente espectáculo televisivo de personajes: para ello se lanza en antena programa tras programa para crear mercado y seguir alimentándolo. Es el mercado de los depredadores porque de eso se trata, de devorarse unos a otros, si no hay carnaza, no hay mercado.
Otra cosa es que por su talento afloren nuevos personajes, aunque sea a través de un programa, que de no ser así, no tendrían oportunidad de dar a conocer sus posibilidades artísticas.
Está el famoso oportunista y el famoso popular: actores, cantantes, nobles… Aunque algunos se salvan por su porte y por no entrar al trapo, últimamente se ha mezclado todo porque algunos populares se han brindado a contar su vida y miserias y es ahí, donde los límites del respeto se derriban y todo vale.

A mí me escandaliza ver a medio mundo en los límites de la pobreza más lamentable, y el otro medio mundo como despilfarra lujo y derrocha alimento. Hablando de riquezas, nadie nace rico. Si se investigan todas las grandes fortunas que pasan de generación en generación, se podría comprobar que muchas han sido usurpadas o están manchados de sangre. Por eso «las fortunas no son siempre dignas» y eso no debe enorgullecer a ningún rico millonario. Sólo en el amor no existen límites, es infinito y eterno, y donde esté el amor, el mismo amor hará que todo fluya en su justa medida. Ama y te brindarán amor…

En estos días, los medios, como queriendo mostrarnos que la libertad no tiene límites, nos ponen como ejemplo a la persona con más títulos nobiliarios de España —los títulos se compran— y la alaban porque se pone «el mundo por montera» y hace lo que le da la gana. La Duquesa es libre y tiene edad para hacer lo que quiera… ¡y a mí que me importa! Por eso mismo, por sus ochenta y cinco años y arrastrando su cuerpo, llama la atención cómo quiere llamar la atención y tener al mundo entero pendiente de su vida y de sus excentricidades. Ni su vida libertina, ni sus amoríos, ni su familia son ejemplos de nada, y la boda de hace unos días es noticia de telediarios y todos expectantes con el traje de diseño, pero la novia y la madrina iban disonantes… y para más sorpresa, la novia en un alarde «pasional» y para que no hayan dudas, nos muestra la imagen del matrimonio en la cama… por ese modo de proceder del personaje puede provocar que no se respete a la persona. Repruebo a las personas que se extralimitan y quieren dar lecciones, o que los medios lo muestren como ejemplos a seguir.

¡Cuánta pobreza y todas indignantes! La humana produce rechazo y la del alimento produce dolor. ¿Quién pone límites a la pobreza? La del alimento crece imparable y cada día hay más pobres, pobres de morir de hambre. En España hay muchos pobres pero nadie se muere de hambre gracias a los centros de Cáritas, comedores parroquiales y Cruz Roja, que se ocupan de que no falte un plato de comida, porque los políticos sólo se ocupan de sus buenas tajadas y la justicia adormecida no se entera de nada.
Y… ¿quién pone los límites a la indecencia de los políticos? Ellos vemos que no, entonces, debe actuar la Justicia ¿no? En los sueldos, indemnizaciones y jubilaciones tiene que haber unos límites lógicos y razonables. Los pillajes de despachos deben estar tipificados como un delito grave y si no es así, la democracia no es real, no funciona, no es democracia… ¡Viva la Democracia!

Fotografía: BriarCraft, cc.

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