viernes, 30 de diciembre de 2011

Quien lastima

Una mujer se siente herida.


Dicen que quien te lastima te hace fuerte, quien te critica te hace importante, quien te envidia te hace valioso, y a veces es divertido saber que quien te desea lo peor tiene que soportar que te ocurra lo mejor.

Lastimar: herir o causar dolor físico, o también ofender, producir daño moral a una persona. Se lastima con injurias, calumnias y mentiras, el insulto, el desprecio, la traición, todas esas actitudes despreciables que se manifiesta en la gente ruin y malvada.

Nadie se libra de ser lastimado, incluso Jesús, que es Dios, fue lastimado, despreciado y traicionado hasta matarlo. ¡Ay! el precio de la verdad… La verdad fue su bandera y la defendió frente a los hipócritas y farsantes hasta la muerte. La verdad molesta porque pone a cada uno en su sitio y por eso a la mala gente no le gusta la verdad, pero se valen de ella para disfrazar la mentira y presentarla como verdad: lobos con piel de cordero.

El Evangelio nos habla de los fariseos, escribas y aquellos que veían en Jesús a su enemigo, porque iba con la verdad por delante y los dejaba en evidencia. Le reconocían sabio porque con la verdad ponía en peligro sus enredos y mentiras. Por eso fueron a por él y se valieron de falsos testimonios e incluso le atribuían que estaba mal de la cabeza. ¡Qué locura! La locura está en los malvados y hay que desenmascararlos.

Los síndicos que iban a por Jesús le tendían trampas y para cazarlo utilizaban preguntas capciosas:
—Maestro, sabemos que eres sincero y no te fijas en lo que la gente sea, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?
Jesús viendo su hipocresía, les replicó:
—¿Por qué intentáis cazarme? Traedme un denario, que lo vea.
Se lo trajeron. Y él les preguntó:
—¿De quién es esta cara y esta inscripción?
Le contestaron:
—Del César.
Les replicó:
—Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios a Dios.

Lecciones de amor de Jesús… Frente al ojo por ojo de la venganza, tú propones —y practicas— la misericordia, la reconciliación, el perdón y el amor, y nos exhortas a que cuando estemos enfadados con un hermano vayamos a reconciliarnos con él antes de ir al altar. Con la sinceridad por delante y con todas las buenas intenciones yo pregunto para aclarar cualquier mal entendido, pero si no ves buena disposición no se sacará nada positivo, pero al menos se ha intentado… También dice Jesús que si yo voy con la verdad al encuentro con mi hermano para abrazarnos el corazón en la paz de Dios y no acepta, que nos alejemos, que en esa casa no hay bendición.

En las relaciones de hermanos a veces no queremos dar importancia a ciertas acciones pensando que son inofensivas, sin percatarnos que nos están avisando de que algo no va bien y perdemos ocasiones para disipar dudas porque no queremos ver malas intenciones pensando que es algo pasajero y que no hay que tenerlo en cuenta, porque a un hermano se le perdona todo, pero creo que al primer aviso es mejor aclarar, sosegadamente, cualquier cosa que veamos alterada para no dar tiempo a que derive en cambios personales que pueden producir dolor. Si percibimos algo no esperemos a que el otro dé el primer paso, pero si yo queriendo una explicación, me la niegan, entonces esperaré a que un día se dignen a sincerarse; al menos intenté clarificar una situación anómala y el tiempo hará el resto. Seguro que mientras se espera algo hermoso se pierde, pero, no es bueno dejar pasar los malos entendidos (aunque duela) porque se transforman en rencores que arrasan sentimientos y desatan ciegos odios que anulan el raciocinio y afloran la sed de venganza.

Ahora que si yo voy a encontrarme con un hermano para ver qué está pasando en nuestros sentimientos y me rechaza, es un desagradecido y no me merece, pero le haré saber que reflexione y que cuando quiera estaré para hablar, con honestidad y sinceridad, pero sobre todo, con la verdad. Mientras, no queda otra que alejarse de la hostilidad inexplicable de ciertas actitudes despreciables y a los que siempre se suman más miserables.
«Hermanos en lo bueno y en lo malo, en lo dulce y en lo amargo, siempre unidos como hermanos…» Ser hermanos, pertenecer a una familia y llevar la misma sangre, por sí sólo sustenta y fortalece la unión, pero por desgracia siempre hay alguno que no está a gusto amando, sino traicionando. Dijo Benjamin Franklin: «Las tres cosas más difíciles de esta vida son: guardar un secreto, perdonar un agravio y aprovechar el tiempo».

Esta fábula del erizo nos ayudará a reflexionar:
Cuenta que durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío. Los erizos dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se abrigarían y protegerían entre sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los que justo ofrecían más calor. Pues para evitar herirse se alejaron unos de otros, pero empezaron a morir congelados.
Así que tuvieron que hacer una elección, o aceptaban las espinas de sus compañeros o desaparecerían de la tierra. Con sabiduría decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con los demás pueda ocasionar, ya que lo más importante es el calor del otro. Y así pudieron sobrevivir…
Moraleja: la mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con los defectos de los demás y admirar sus cualidades.
Nadie es perfecto, todos tenemos defectos, aunque algunos más que otros, pero sabiendo que nos necesitamos, a pesar de las espinas, procuremos darnos calor y no habrá heridas que nos amarguen la vida. Quien lastima por placer es un miserable y lo cargará en su conciencia. Es mejor vivir sin lastimar y tendremos una vida de paz que trasciende…

«Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte». Leonardo Da Vinci.

Fotografía: lauren rushing, cc.

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