La muerte una gran realidad…
Un hombre murió intempestivamente. Al darse cuenta vio que se acercaba un Ser muy especial que no se parecía a ningún Ser humano, quien llevaba una maleta consigo… Y dijo:
—Bien, amigo mío, es hora de irnos, soy la muerte.
El hombre asombrado le preguntó:
—¿Ya, tan pronto? Tenía planes.
—¡Lo siento amigo!, pero es el momento de tu partida.
—¿Qué traes en esa maleta?
Y la muerte le contestó:
—Tus pertenecías.
—¿Mis pertenencias? ¿Son mis cosas, mi ropa, mi dinero…?
—Lo siento amigo, las cosas materiales que tenías, nunca te pertenecieron, eran de la tierra.
—¿Traes mis recuerdos?
—Lo siento amigo, esos ya no vienen contigo. Nunca te pertenecieron, eran del tiempo…
—¿Traes mis talentos?
—Lo siento, esos nunca te pertenecieron, eran de las circunstancias.
—¿Traes a mis familiares y amigos?
—Lo siento, pero ellos nunca te pertenecieron, eran del camino.
—¿Traes a mi mujer y a mis hijos?
—Lo siento, ellos nunca te pertenecieron, eran de tu corazón.
—¿Traes mi cuerpo?
—Lo siento amigo, ese nunca te perteneció, es propiedad de la tierra.
—Ya sé… ¿Traes mi alma?
—Lo siento amigo, tampoco el alma te perteneció, es del universo.
Entonces, el hombre lleno de miedo le arrebató la maleta a la muerte y al abrirla se dio cuenta que estaba vacía. Unas lágrimas de desamparo brotaron de sus ojos. El hombre mirando a la muerte le dijo:
—Es que… ¿nunca tuve nada?
—Sí, amigo mío… Cada uno de los momentos que viviste, esos fueron tuyos.
Mira, la vida es sólo un momento… Un momento todo tuyo, disfrútalos en su totalidad.
Que nada de lo que crees que te pertenece te detenga.
¡Vive el ahora! ¡Vive la vida!
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viernes, 31 de octubre de 2014
jueves, 30 de octubre de 2014
Pregúntale a los muertos
Un venerable monje budista vivía prácticamente apartado del mundanal ruido, meditando y contemplando los dorados atardeceres. Solo rompía su rutina para impartir sus místicas enseñanzas a un joven alumno. En una de estas sesiones le ordenó lo siguiente:
—Querido mío, acércate al cementerio y grita toda clase de halagos a los muertos.
Eso hizo, y regresó junto al maestro.
—¿Qué te respondieron los muertos? —le preguntó el monje.
—Nada —dijo el muchacho.
—Siendo así, tendrías que volver al cementerio y una vez allí, insulta a los muertos —continuó el maestro—.
Obediente, aunque sin entender ni el motivo ni la razón de lo que le pedía, se dirigió de nuevo hasta el camposanto y de pie en medio de las numerosas tumbas, soltó todo tipo de improperios. De regreso volvió a preguntarle el anciano monje:
—¿Qué te respondieron los muertos?
A lo que el alumno respondió con un lacónico,
—¡Nada!
El maestro concluyó:
—Así debes ser tú, indiferente como un muerto a los halagos y a los insultos de los demás. Quién hoy te elogia mañana te puede insultar y al revés. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos, sé siempre fiel a ti mismo.
miércoles, 29 de octubre de 2014
El asno y el lobo
Un asno estaba plácidamente comiendo hierba en un prado cuando observó que, desde lejos, un lobo venía corriendo hacia él con el único propósito de hincarle los dientes.
Cuando lo tuvo cerca empezó a hacerse el cojo. El lobo que siempre quería enterarse de todo, se dirigió al cuadrúpedo y antes de zampárselo, le preguntó qué le pasaba en la pata que la iba arrastrando.
El asno vio en el interés del lobo una oportunidad de escaparse y continúo con su farsa, explicándole que cuando pasaba junto a un seto había rozado las espinas que había cerca del suelo y se la había clavado. Tras lamentarse de su mala suerte le sugirió al lobo que, si en realidad tenía intención de comérselo, era preferible que le arrancara la espina no fuese que, cuando empezara a engullirlo se le clavase en la garganta.
Totalmente confiado en la bondad del asno, el lobo se dispuso a quitarle la espina cuando, sin esperárselo, recibió una fuerte coz que le rompió varios dientes. Tras ver cómo se escapaba trotando el astuto asno, el lobo pensó: «Me está bien empleado por meterme a médico cuando mi padre sólo me enseño el oficio de carnicero».
Cuando lo tuvo cerca empezó a hacerse el cojo. El lobo que siempre quería enterarse de todo, se dirigió al cuadrúpedo y antes de zampárselo, le preguntó qué le pasaba en la pata que la iba arrastrando.
El asno vio en el interés del lobo una oportunidad de escaparse y continúo con su farsa, explicándole que cuando pasaba junto a un seto había rozado las espinas que había cerca del suelo y se la había clavado. Tras lamentarse de su mala suerte le sugirió al lobo que, si en realidad tenía intención de comérselo, era preferible que le arrancara la espina no fuese que, cuando empezara a engullirlo se le clavase en la garganta.
Totalmente confiado en la bondad del asno, el lobo se dispuso a quitarle la espina cuando, sin esperárselo, recibió una fuerte coz que le rompió varios dientes. Tras ver cómo se escapaba trotando el astuto asno, el lobo pensó: «Me está bien empleado por meterme a médico cuando mi padre sólo me enseño el oficio de carnicero».
martes, 28 de octubre de 2014
Atrapados en la mina
Un grupo de seis mineros trabajaba en lo más profundo de una mina cuando se produjo un derrumbamiento que los dejó atrapados. El principal problema era que el equipo de salvamento apenas tendría tres horas para sacarlos de allí, ya que el oxígeno no duraría mucho más.
El jefe de la cuadrilla sabía que la clave era mantener la calma y minimizar el consumo de aire respirable. Por ello, tras hacer que apagaran todas las lámparas, les ordenó tenderse en el suelo y esperar. Sólo uno de estos hombres disponía de reloj, por lo que todos sus compañeros no paraban de preguntarle angustiados: «¿Cuánto tiempo ha pasado ya? ¿Cuánto faltará para que nos saquen de aquí?»
El jefe se dio cuenta de que eso sólo contribuía a ponerles aún más nerviosos y, con la ansiedad, a gastar antes el oxígeno. Por eso sugirió que fuera el minero que tenía el reloj quien les avisase cada media hora.
Consciente de lo difícil que sería decirles que el tiempo se agotaba, el minero ideó una estrategia: iría añadiendo minutos a esa media hora para engañarles y lograr que aguantasen más sin darse cuenta. Su idea permitió que los sacasen a allí tras más de cuatro horas de espera. Pero todos sobrevivieron menos uno: el que llevaba el reloj.
Verdaderamente, es la mente quién controla nuestra actitud frente a la circunstancias.
El jefe de la cuadrilla sabía que la clave era mantener la calma y minimizar el consumo de aire respirable. Por ello, tras hacer que apagaran todas las lámparas, les ordenó tenderse en el suelo y esperar. Sólo uno de estos hombres disponía de reloj, por lo que todos sus compañeros no paraban de preguntarle angustiados: «¿Cuánto tiempo ha pasado ya? ¿Cuánto faltará para que nos saquen de aquí?»
El jefe se dio cuenta de que eso sólo contribuía a ponerles aún más nerviosos y, con la ansiedad, a gastar antes el oxígeno. Por eso sugirió que fuera el minero que tenía el reloj quien les avisase cada media hora.
Consciente de lo difícil que sería decirles que el tiempo se agotaba, el minero ideó una estrategia: iría añadiendo minutos a esa media hora para engañarles y lograr que aguantasen más sin darse cuenta. Su idea permitió que los sacasen a allí tras más de cuatro horas de espera. Pero todos sobrevivieron menos uno: el que llevaba el reloj.
Verdaderamente, es la mente quién controla nuestra actitud frente a la circunstancias.
lunes, 27 de octubre de 2014
El sendero
Un día un becerro atravesó un bosque virgen para volver a sus pastos. Como era un animal y los animales no piensan, trazó un camino lleno de curvas colina arriba, colina abajo. Al día siguiente pasó por allí un perro y cogió el sendero abierto por el ternero, también fue el paso de rebaños de ovejas y de animales que vivían en las montañas.
Los hombres no tardaron en transitar por esa ruta. Aunque no paraban de quejarse, todos iban por el mismo camino lleno de obstáculos a derecha e izquierda, pero nadie se preocupaba de trazar un nuevo itinerario que les ahorrase tiempo y esfuerzos. De tanto uso se convirtió en un amplio camino que acogía gran tráfico de personas y animales, que se veían obligados a caminar casi tres horas cuando la misma distancia podría recorrerse en apenas una, si el trazado fuera más recto.
Pasaron los años y lejos de solucionar el problema, el sendero acabó siendo la calle principal de un pueblo. Todos seguían transitando por ella como desde el primer día que el becerro creó ese sendero por azar. Mientras tanto, el bosque se reía al ver que los hombres tienen la tendencia a seguir ciegamente el camino ya abierto por otros sin plantearse si esa es la mejor elección.
Es bueno tener iniciativa propia y no dar siempre por buenas las ideas de los demás.
Los hombres no tardaron en transitar por esa ruta. Aunque no paraban de quejarse, todos iban por el mismo camino lleno de obstáculos a derecha e izquierda, pero nadie se preocupaba de trazar un nuevo itinerario que les ahorrase tiempo y esfuerzos. De tanto uso se convirtió en un amplio camino que acogía gran tráfico de personas y animales, que se veían obligados a caminar casi tres horas cuando la misma distancia podría recorrerse en apenas una, si el trazado fuera más recto.
Pasaron los años y lejos de solucionar el problema, el sendero acabó siendo la calle principal de un pueblo. Todos seguían transitando por ella como desde el primer día que el becerro creó ese sendero por azar. Mientras tanto, el bosque se reía al ver que los hombres tienen la tendencia a seguir ciegamente el camino ya abierto por otros sin plantearse si esa es la mejor elección.
Es bueno tener iniciativa propia y no dar siempre por buenas las ideas de los demás.
domingo, 26 de octubre de 2014
Sobre la amistad y las malas influencias
Un gusano y un escarabajo eran grandes amigos y se pasaban charlando largas horas. El escarabajo estaba consciente de que su amigo el gusano era limitado en su movilidad, tenía la visión corta y, era tranquilo y pasivo comparado con los escarabajos. El gusano por su parte también era consciente de que no podía compararse con su amigo el escarabajo, porque era otra especie y venía de otro ambiente, comía cosas desagradables, tenía una imagen grotesca y hablaba con mucha rapidez.
Pero, un día la compañera del escarabajo le cuestionó su amistad con el gusano, y se preguntaba cómo era posible que caminara tanto para ir al encuentro de un ser tan inferior, limitado en sus movimientos y además, no entendía que ese amigo ni siquiera le devolvía los saludos que el escarabajo le hacía desde lejos. El escarabajo comprendía que debido a su poca visión, el gusano no se percatara de que alguien lo saludaba y si acaso llegaba a notarlo, no distinguía si era o no el escarabajo, y por eso no contestaba al saludo. Sin embargo el escarabajo calló para no discutir con su compañera. Pero fue tanta la insistencia de la escarabaja y tantos sus argumentos cuestionando la amistad que su compañero mantenía con el gusano, que el escarabajo decidió poner a prueba esa amistad alejándose del gusano para esperar a que este le buscara.
Pasó el tiempo y un día llegó la noticia de que el gusano se estaba muriendo, pues su organismo se había resentido por los esfuerzos que cada día hacía para ir a ver a su amigo el escarabajo, porque diariamente se ponía en camino para ir a visitarle, pero, aunque avanzaba todo lo que podía no conseguía llegar y cuando anochecía, el gusano tenía que regresar sobre sus pasos para refugiarse en la seguridad de su casa.
Al saber esto, el escarabajo sin contar con su compañera decidió ir a ver al gusano. En el camino se cruzo con varios insectos que le contaron las diarias e infructuosas peripecias del gusano para ir a verle y averiguar que le había pasado. Le contaron de cómo día a día exponía su vida a los peligros, pasando cerca del nido de los pájaros y de cómo sobrevivió al ataque de las hormigas y más adversidades.
El escarabajo llegó hasta el árbol donde yacía el gusano moribundo y éste al ver a su amigo, apenas con un hilo de vida, le dijo cuánto le alegraba ver que se encontrara bien. Sonrió por última vez y se despidió de su amigo sabiendo que nada malo le había pasado.
El escarabajo sintió vergüenza por haber permitido que las opiniones de otros minaran su amistad con el gusano, y sintió dolor por haber perdido muchas horas de regocijo que las conversaciones con su amigo le proporcionaban y sobre todo, por haberle puesto en una situación que le causó la muerte.
Le quedó claro que el gusano aún siendo tan diferente a él era su amigo, a quién respetaba y quería porque, a pesar de pertenecer a otra especie, le había ofrecido toda su amistad. Ese día el escarabajo aprendió varias lecciones.
Primera: La amistad esta en ti y no en los demás. Si la cultivas en tu propio ser, encontraras el gozo del amigo.
Segunda: El tiempo no condiciona las amistades. Tampoco lo hacen las razas ni las limitaciones propias o ajenas.
Tercera: El tiempo y la distancia no son los factores que destruyen una amistad. La destruyen las dudas y vacilaciones.
Cuarta: Cuando pierdes un amigo, una parte de ti se va con él. Las frases, los gestos, los temores, las alegrías, las ilusiones. Todo lo que ambos compartieron en el tiempo, se va con él.
El escarabajo murió poco después. Nunca se le escucho quejarse de quién mal lo aconsejó, pues fue decisión suya el prestar oídos a las críticas sobre su amigo y poner en duda su amistad.
Recuerda, no te lleves de comentarios y escucha siempre a tu corazón.
sábado, 25 de octubre de 2014
El violinista victorioso
En una época no muy lejana, vivió un violinista llamado Paganini. Muchos se creían que era un artista sobrenatural y que tenía un don especial para el violín.
Una noche tras recibir una ovación delirante, empezó a tocar. Lo que siguió fue indescriptible, porque todas las notas que nacían del movimiento de sus dedos dibujaban en el aire una melodía maravillosa y perfecta. De repente, un sonido extraño acabó con el encantamiento: se había roto una cuerda del violín. El director y la orquesta se detuvieron y el público dejó de respirar. El intérprete siguió tocando como si nada hubiera ocurrido y todo recuperó la normalidad.
Pero, otro ruido hizo enmudecer a la sala. A Paganini se le había roto otra cuerda. Sin embargo, continuó con la pieza, sacando deliciosos sonidos del instrumento. En medio del concierto, una tercera cuerda saltó por los aires. El director se quedó pálido y Paganini, como un contorsionista musical, arrancó todos los sonidos posibles de la única cuerda que le quedaba. Espectadores y músicos se pusieron en pie y empezaron a gritar y aplaudir e, incluso, a llorar de emoción.
Aquella noche, Paganini alcanzó la gloria y el mayor de los triunfos porque a lo largo de su vida había aprendido que la victoria es el arte de continuar donde todos resuelven abandonar.
viernes, 24 de octubre de 2014
El viejo y sabio perro
Hace mucho, mucho tiempo, en un pueblo de montaña vivía un perro de caza, cuya avanzada edad le había hecho perder gran parte de las facultades que, en su juventud, hicieron de él el mejor perro de la región.
Un día, en una cacería se topó con un hermoso jabalí al que quiso atrapar para su dueño. Puso todo su empeño y logró morderle una oreja, pero como su boca ya no era tan fuerte, el animal se escapó. Al oír el escándalo, su amo corrió hacia el lugar encontrándose únicamente a su viejo perro. Enfadado porque había dejado escapar la pieza, comenzó a regañarle.
El pobre perro, sintiéndose que no merecía aquel trato, le dijo:
—Querido amo, no creas que he dejado escapar a ese hermoso jabalí por gusto. He intentado retenerlo igual que hacía cuando era joven, pero por mucho que los dos lo deseemos, mis facultades no volverán a ser las mismas. Así que, en lugar de enfadarte conmigo porque me he hecho viejo, alégrate por todos esos años en los que te ayudaba sin descanso.
El cazador se quedó callado. Pensó cuánta razón tenía el animal, y lo importante que era respetarle ahora que era mayor y cuidarlo con más cariño que nunca, pues aunque no podía realizar grandes proezas, le había entregado sus mejores años para que él y su familia tuvieran una vida feliz.
No te olvides de aquellos que te han entregado sus mejores años. No seas un ser despiadado, valora y agradece para que seas digno de la vida que se te ha dado.
Un día, en una cacería se topó con un hermoso jabalí al que quiso atrapar para su dueño. Puso todo su empeño y logró morderle una oreja, pero como su boca ya no era tan fuerte, el animal se escapó. Al oír el escándalo, su amo corrió hacia el lugar encontrándose únicamente a su viejo perro. Enfadado porque había dejado escapar la pieza, comenzó a regañarle.
El pobre perro, sintiéndose que no merecía aquel trato, le dijo:
—Querido amo, no creas que he dejado escapar a ese hermoso jabalí por gusto. He intentado retenerlo igual que hacía cuando era joven, pero por mucho que los dos lo deseemos, mis facultades no volverán a ser las mismas. Así que, en lugar de enfadarte conmigo porque me he hecho viejo, alégrate por todos esos años en los que te ayudaba sin descanso.
El cazador se quedó callado. Pensó cuánta razón tenía el animal, y lo importante que era respetarle ahora que era mayor y cuidarlo con más cariño que nunca, pues aunque no podía realizar grandes proezas, le había entregado sus mejores años para que él y su familia tuvieran una vida feliz.
No te olvides de aquellos que te han entregado sus mejores años. No seas un ser despiadado, valora y agradece para que seas digno de la vida que se te ha dado.
jueves, 23 de octubre de 2014
El roble y la hiedra
Un hombre que había construido su propia casa decidió dotarla de un gran jardín que se convirtió en su remanso de paz. En medio de él, plantó un roble que creció lentamente. Día tras día, sus raíces eran más profundas y su tronco se estiraba para atrapar la luz. Junto al muro, plantó una hiedra que rápidamente empezó a extender sus ramas ocupando toda la superficie de la pared de piedra.
—¿Cómo estás, amigo roble? —le preguntó un día la hiedra.
—Bien, amiga —le contestó el árbol.
—Respondes así porque no ves el mundo como yo, desde las alturas. A veces siento pena viéndote ahí hundido en el fondo del patio —comentó la hiedra con un indisimulado aire de superioridad.
—No te burles de mí. Recuerda que lo importante no es crecer deprisa, sino con firmeza—le respondió con humildad el roble.
La hiedra soltó una carcajada y siguió creciendo deprisa, mientras el roble tardó años en desarrollarse. Pero una noche descargó una fuerte tormenta que arrasó el jardín. Al amanecer, la hiedra yacía en el suelo arrancada de la pared, en cambio, el roble aguantó el temporal con apenas daño. Esto llevó al roble a reflexionar: «Es mejor crecer fuerte sobre tus propias raíces que ganar altura rápidamente pero dependiendo de la seguridad de los demás».
miércoles, 22 de octubre de 2014
La piedra en el camino
Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino, luego se escondió para ver si alguien quitaba el tremendo obstáculo.
Algunos de los comerciantes más adinerados del reino y varios cortesanos pasaron por el lugar y simplemente rodearon la gran roca, y airadamente culpaban al rey de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo nada por quitar la piedra grande del camino.
Entonces pasó por allí un campesino cargado de verduras. Al aproximarse a la roca, puso su carga en el suelo y con mucho esfuerzo, trató de mover la roca a un lado del camino. Le costó tiempo y sudores mover la enorme piedra, y cuál fue su sorpresa que al desplazar la mole vio que debajo había una bolsa que contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey que decía: «La bolsa es para la persona que haya retirado la piedra del camino».
El campesino aprendió lo que los otros nunca entendieron: «Cada obstáculo presenta una oportunidad para mejorar tu condición». Si alguna vez caes, levántate y sigue adelante. Una piedra en el camino es un obstáculo que resolver y una lección para aprender.
Nos quejamos de las piedras del camino, pero las dificultades de la vida son inevitables. Todo camino requiere su esfuerzo, las piedras son lecciones que nos harán darnos cuenta del valor y la importancia de cada situación. Allá cada cuál… El distraído tropieza. El violentó la utiliza como proyectil. El emprendedor construye. El cansado campesino la utiliza de asiento. Los niños juegan. David mató a Goliat y Miguel Ángel le sacó la mejor escultura… En todos estos casos, la diferencia no está en la piedra, sino en el hombre. No existe piedra en el camino que no puedas aprovechar para tu propio crecimiento.
Entonces pasó por allí un campesino cargado de verduras. Al aproximarse a la roca, puso su carga en el suelo y con mucho esfuerzo, trató de mover la roca a un lado del camino. Le costó tiempo y sudores mover la enorme piedra, y cuál fue su sorpresa que al desplazar la mole vio que debajo había una bolsa que contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey que decía: «La bolsa es para la persona que haya retirado la piedra del camino».
El campesino aprendió lo que los otros nunca entendieron: «Cada obstáculo presenta una oportunidad para mejorar tu condición». Si alguna vez caes, levántate y sigue adelante. Una piedra en el camino es un obstáculo que resolver y una lección para aprender.
Nos quejamos de las piedras del camino, pero las dificultades de la vida son inevitables. Todo camino requiere su esfuerzo, las piedras son lecciones que nos harán darnos cuenta del valor y la importancia de cada situación. Allá cada cuál… El distraído tropieza. El violentó la utiliza como proyectil. El emprendedor construye. El cansado campesino la utiliza de asiento. Los niños juegan. David mató a Goliat y Miguel Ángel le sacó la mejor escultura… En todos estos casos, la diferencia no está en la piedra, sino en el hombre. No existe piedra en el camino que no puedas aprovechar para tu propio crecimiento.
martes, 21 de octubre de 2014
La queja de la piedra
Suele suceder que algunos seres de la creación, miran a su alrededor, y como no han logrado descubrir su misión, quieren llegar a ser como otros, no se aceptan a sí mismos como son. Eso le sucedía a una piedra que quería ser tierra y por ello en uno de sus días de angustia, le dijo inconforme a Dios:
—Señor, no entiendo como Tú, que todo lo has hecho perfecto, has permitido que seamos parte de tu creación, acaso, ¿somos aquello que de tu obra sobró? Todos nos desprecian e ignoran, se quejan de nosotras porque no tenemos vida, estamos atravesadas en medio del camino, hacemos que otros tropiecen y caigan; hay quienes nos utilizan para castigar, herir, romper, golpear; se dice de nosotras que somos el símbolo del odio y desamor; por ello expresan que existen corazones de piedras, que no logran sentir o brindar amor. Sólo tienen mejor suerte aquellas que por su linda apariencia, son llamadas piedras preciosas porque tienen para los seres humanos mucho valor. ¿No hubiera sido mejor que en vez de piedras fuéramos tierra que se deja moldear y permite que sobre ella se graben huellas que otros puedan pisar y continuar? Ya estamos cansadas de escuchar maldiciones y que nos culpen de las caídas y tropiezos de aquellos que se encuentran con nosotras en su caminar.
Dios la tomó en sus manos, la contempló con amor y ternura y mirándola fijamente le dijo:
—Hija mía, ustedes son también parte indispensable de mi creación, ¿por qué no intestas ver con otros ojos para que puedes descubrir tu misión? Las piedras también son importantes, sirven para construir fuertes edificaciones y unidas crean puentes sobre ríos, recuerda que le dije al apóstol Pedro: «De ahora en adelante serás piedra y sobre ti edificaré mi Iglesia». Algunas se convierten en apoyo de quienes se aferran a ellas para descansar. Las piedras son el instrumento que utilizo para que la humanidad escuche mi voz y tome el verdadero camino, por ello cuando tropiezan con una de ustedes, aunque quizás les cause dolor, saben que por ahí no era el paso correcto, que deben buscar otra ruta mejor. Los caminos fáciles no llevan a ninguna parte, a veces es necesario experimentar un tropiezo, para así aprender a caer y levantarse sin perder la esperanza ni quitar la mirada del cielo.
Las piedras ayudan a fortalecer a la humanidad, porque algunas están en medio del camino y son tan pesadas, que logran que mis hijos se hagan fuertes al intentar moverlas o apartarlas de su senda. Los hombres, al superar las piedras del camino adquieran madurez y sabiduría.
Con las piedras preciosas sucede igual que con muchos de mis seres, que se dejan llevar solo por las apariencias y no logran ver o descubrir lo que realmente tiene valor. Muchas de ellas inspiran más que admiración, ambición, y causan un sin números de problemas, disturbios y corrupción…
No te sientas culpable si alguien os utiliza para herir, destruir o golpear. Así suele suceder con tantas cosas que he creado por amor a la humanidad, pero la humanidad no ha sabido utilizar ni valorar.
Con ustedes también se demuestra la grandeza del amor, porque así como el agua gotita a gotita logra desmoronar la más grande y pesada piedra. El amor, detalle a detalle, con paciencia y dedicación, puede ablandar y conquistar el más duro e insensible corazón.
Las piedras son herramientas, las utilizó el hombre en sus orígenes y a partir de ellas se inició el progreso en el mundo; también las utiliza el artista, con el cincel la golpea para construir su obra, en la que expresa su sentidas emociones.
Las piedras no son enemigas, son amigas que intentan enseñar, fortalecer y mostrar el mejor camino; hace humilde al corazón orgulloso que eligió un camino fácil; logra que aterrice el vanidoso que de su realidad se olvidó. Las piedras son Maestras de la vida, instrumentos que sirven para despertar, fortificar, modelar y hacer madurar al corazón.
¿Ya entiendes hija mía, porque siempre he dicho que todo aquello que hay en mi creación, tiene un fin específico y contiene en su interior un toque de mi perfección? Recuerda esa gran verdad que uno de mis hijos escribió: «sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos».
No te quejes de las piedras del camino, reflexiona sobre lo que te muestra y enseña; quizás, intencionadamente, alguna piedra se atraviesa en tu camino para que hagas un parada, retomes nuevas fuerzas y logres llegar mucho más lejos…
El dolor no deforma sino que transforma, es necesario caer para aprender a levantarse, tropezar para poder ir con más seguridad, dando pasos cortos con pisadas firmes que dejen huellas que otros quieran seguir y continuar con sus propios pasos.
lunes, 20 de octubre de 2014
La cajita de los besos
La historia dice que hace algún tiempo un hombre castigó a su hija de 5 años de edad por desperdiciar un rollo de papel dorado. El dinero estaba escaso y él se enojó aún más cuando descubrió que la niña gastó el papel dorado, que era muy caro, en decorar una pequeña cajita que puso debajo del árbol de Navidad. Sin embargo, a la mañana siguiente, la niña muy ilusionada, le entregó a su padre la cajita de regalo y le dijo:
—Este regalo es para ti… ¡Te quiero mucho, papá!
El padre estaba avergonzado por su anterior reacción de enfado, pero su enojo apareció de nuevo cuando vio que la caja estaba vacía, y le habló a su hija de una manera recia:
—¿No sabes, jovencita, que cuando das un regalo a alguien, se supone que debe haber algo dentro del paquete?
La niñita lo miró con lágrimas en sus ojos y le dijo:
—Oh, papito, no está vacía. A la cajita de sorpresa le puse muchos besitos hasta que se llenó…
El padre estaba deshecho. Cayó de rodillas y abrazó a su pequeña hija y le rogó que lo perdonara por su enojo innecesario.
Un tiempo después, un accidente acabó con la vida de la niña, y se dice que el papá conservó la caja dorada junto a su cama por todos los años que le quedaron de vida. Y cuando él estaba desanimado o enfrentaba problemas difíciles, abría la cajita y tomaba un beso imaginario y recordaba el amor que la niña había puesto en ese regalo.
domingo, 19 de octubre de 2014
Mentar la mente
Es muy atrevido por mi parte hablar de la mente pero como hace unos días se ha celebrado el Día Mundial de la Salud Mental quiero, con la ayuda de quienes la estudian, descubrir su comportamiento porque, aunque cada uno tiene su propia mente, no somos capaces de desentrañarla del todo.
La salud mental es algo más que la ausencia de trastornos o discapacidades mentales. Nuestro cuerpo y nuestra mente son entidades y, por tanto, aunque el cuerpo se desintegre después de la muerte, creo que el continuo mental permanece intacto. La mente no cesa sino que abandona el cuerpo y viaja con el espíritu a la siguiente vida, donde la materia no tiene razón de ser.
sábado, 18 de octubre de 2014
El mendigo y el rey
Erase una vez un hombre que estaba sentado en las calles pidiendo limosna a todos los que pasaban. Al ver de lejos acercarse al rey, pensó que éste se apiadaría de él. Por eso, al tenerlo delante, le dijo:
—Su majestad, ¿me podría regalar una moneda?
Su sorpresa fue mayúscula cuando el monarca, mirándolo fijamente, le respondió:
—¿Y tú, qué me darás? Piensa que soy tu señor.
El mendigo, que no sabía cómo reaccionar, respondió:
—Pero, majestad, yo no poseo nada que ofreceros.
—Algo tendrás, busca en tu bolsa —dijo el rey.
Enfadado, el mendigo empezó a hurgar entre sus escasas pertenencias y encontró un pan, una naranja y cinco granos de arroz. Pensó que dárselo todo era demasiado, así que sólo le ofreció el arroz. El rey le entregó cinco monedas de oro, una por cada grano de arroz. Viendo el pordiosero que aquello era buen negocio, le dijo al monarca:
—Espere, no se vaya, creo que puedo darle algo más.
Pero éste rehusó su oferta diciéndole:
—Sólo te puedo corresponder a lo que me has dado de corazón.
Al igual que el mendigo, muchos actúan pensando en lo que recibirán a cambio, pero en la vida la mayor felicidad vendrá de lo que hagamos sinceramente, de corazón, sin pretender ser recompensados.
—Su majestad, ¿me podría regalar una moneda?
Su sorpresa fue mayúscula cuando el monarca, mirándolo fijamente, le respondió:
—¿Y tú, qué me darás? Piensa que soy tu señor.
El mendigo, que no sabía cómo reaccionar, respondió:
—Pero, majestad, yo no poseo nada que ofreceros.
—Algo tendrás, busca en tu bolsa —dijo el rey.
Enfadado, el mendigo empezó a hurgar entre sus escasas pertenencias y encontró un pan, una naranja y cinco granos de arroz. Pensó que dárselo todo era demasiado, así que sólo le ofreció el arroz. El rey le entregó cinco monedas de oro, una por cada grano de arroz. Viendo el pordiosero que aquello era buen negocio, le dijo al monarca:
—Espere, no se vaya, creo que puedo darle algo más.
Pero éste rehusó su oferta diciéndole:
—Sólo te puedo corresponder a lo que me has dado de corazón.
Al igual que el mendigo, muchos actúan pensando en lo que recibirán a cambio, pero en la vida la mayor felicidad vendrá de lo que hagamos sinceramente, de corazón, sin pretender ser recompensados.
viernes, 17 de octubre de 2014
La leyenda de la luna
Cuenta una leyenda que hace muchísimos años, en el cielo sólo reinaba el sol.
Durante el día todo era alegría, pero cuando la noche cubría con su manto, todo era oscuridad y temor.
Una noche, un temible puma se ensañó con los habitantes de una aldea sembrando el pánico y el miedo se adueñó de todos los aldeanos, pero Quilla, una joven y bella muchacha, por el bien de su gente y sin pensarlo dos veces, arriesgó su vida y decidió enfrentarse al puma, y una noche, mientras todos corrían a refugiarse, ella se quedó en un lugar abierto; y cuando vio acercarse al puma comenzó a correr sin parar.
Corrió durante dos días alejándose de la aldea. En la tercera noche el puma la acorraló. La joven dándose por vencida se dispuso a morir; pero en su corazón no cabía la tristeza, ya que se sentía feliz por haber cumplido su propósito.
En el momento que el puma se disponía a darle muerte, ella cerró sus hermosos ojos y sintió que se elevaba en el aire, convirtiéndose en un inmenso astro luminoso, con una belleza sin igual.
Cuentan que desde aquella noche la joven nos acompaña siempre. La luna, tan bella como lejana, desde el cielo nos ilumina con su luz plateada y nos hace sentir bellas emociones.
Arriesgar no es perder. Arriesgar es proponerse cumplir un objetivo, con el fin de mejorar, pensando en el bien común y de la colectividad. Actuar arriesgando por el bien de los demás, te hará brillar, como la luna llena en una larga noche de verano…
Una noche, un temible puma se ensañó con los habitantes de una aldea sembrando el pánico y el miedo se adueñó de todos los aldeanos, pero Quilla, una joven y bella muchacha, por el bien de su gente y sin pensarlo dos veces, arriesgó su vida y decidió enfrentarse al puma, y una noche, mientras todos corrían a refugiarse, ella se quedó en un lugar abierto; y cuando vio acercarse al puma comenzó a correr sin parar.
Corrió durante dos días alejándose de la aldea. En la tercera noche el puma la acorraló. La joven dándose por vencida se dispuso a morir; pero en su corazón no cabía la tristeza, ya que se sentía feliz por haber cumplido su propósito.
En el momento que el puma se disponía a darle muerte, ella cerró sus hermosos ojos y sintió que se elevaba en el aire, convirtiéndose en un inmenso astro luminoso, con una belleza sin igual.
Cuentan que desde aquella noche la joven nos acompaña siempre. La luna, tan bella como lejana, desde el cielo nos ilumina con su luz plateada y nos hace sentir bellas emociones.
Arriesgar no es perder. Arriesgar es proponerse cumplir un objetivo, con el fin de mejorar, pensando en el bien común y de la colectividad. Actuar arriesgando por el bien de los demás, te hará brillar, como la luna llena en una larga noche de verano…
jueves, 16 de octubre de 2014
La zorra golosa
Había una zorra que vivía en un bosque muy frecuentado por cazadores. Aunque era muy recelosa y huía a esconderse cuando presentía algún peligro, solía merodear por los alrededor porque sabía que traían buenas viandas y casi siempre dejaban algún resto. Pero cuál fue su sorpresa cuando descubrió que había algo más que las sobras, en el interior de un tronco hueco había escondido un cesto lleno de deliciosa comida, para saborearla cuando acabasen la jornada de cacería.
Fue tal la tentación que, en cuanto los hombres desaparecieron de su improvisado campamento, la zorra golosa se lanzó sobre el tronco hueco y metió la cabeza para sacar la comida. Como vio que no alcanzaba, no dudo en introducir todo el cuerpo dentro y así empezó a devorar el suculento banquete. Una vez hubo dado buena cuenta de todo, intentó salir del tronco pero su barriga se había hinchado tanto que, por mucho que insistió, no lo consiguió. Aterrorizada, empezó a lanzar gritos de auxilio hasta que otra zorra que pasaba por allí se acercó a ver qué pasaba.
Tras contarle lo que había sucedido, la compañera le dijo:
—No malgastes energía lamentándote. Sólo tienes que esperar a que tu barriga vuelva a su tamaño normal para escaparte…
Y así es, efectivamente. Si tenemos paciencia, nos será mucho más fácil resolver los problemas que se presenten.
Fue tal la tentación que, en cuanto los hombres desaparecieron de su improvisado campamento, la zorra golosa se lanzó sobre el tronco hueco y metió la cabeza para sacar la comida. Como vio que no alcanzaba, no dudo en introducir todo el cuerpo dentro y así empezó a devorar el suculento banquete. Una vez hubo dado buena cuenta de todo, intentó salir del tronco pero su barriga se había hinchado tanto que, por mucho que insistió, no lo consiguió. Aterrorizada, empezó a lanzar gritos de auxilio hasta que otra zorra que pasaba por allí se acercó a ver qué pasaba.
Tras contarle lo que había sucedido, la compañera le dijo:
—No malgastes energía lamentándote. Sólo tienes que esperar a que tu barriga vuelva a su tamaño normal para escaparte…
Y así es, efectivamente. Si tenemos paciencia, nos será mucho más fácil resolver los problemas que se presenten.
miércoles, 15 de octubre de 2014
La leyenda del arco iris
Cuentan que hace mucho tiempo los colores empezaron a pelearse. Cada uno proclamaba que él era el más importante, el más útil, el favorito…
El verde dijo:
—Sin duda, yo soy el más importante. Soy el signo de la vida y la esperanza. Me han escogido para la hierba, los árboles, las hojas. Sin mí todos los animales morirían. Mirad alrededor y veréis que estoy en la mayoría de las cosas.
El azul interrumpió:
—Tú sólo piensas en la tierra, pero considera el cielo y el mar. El agua es la base de la Vida y son las nubes las que la absorben del mar azul. El cielo da espacio, y paz y serenidad. Sin mi paz no seríais más que aficionados.
El amarillo soltó una risita:
—¡Vosotros sois tan serios! Yo traigo al mundo risas, alegría y calor. El sol es amarillo, la luna es amarilla, las estrellas son amarillas. Cada vez que miráis a un girasol, el mundo entero comienza a sonreír. Sin mí no habría alegría.
A continuación tornó la palabra el naranja:
—Soy el color de la salud y de la fuerza. Puedo ser poco frecuente pero soy precioso para las necesidades internas de la vida humana. Yo transporto las vitaminas más importantes. Pensad en las zanahorias, las calabazas, las naranjas, los mangos y papayas. No estoy, todo el tiempo dando vueltas, pero cuando coloreo el cielo en el amanecer o en el crepúsculo mi belleza es tan impresionante que nadie piensa en vosotros.
El rojo no podía contenerse por más tiempo y saltó:
—Yo soy el color del valor y del peligro. Estoy dispuesto a luchar por una causa. Traigo fuego a la sangre. Sin mí la tierra estaría vacía como la luna. Soy el color de la pasión y del amor; de la rosa roja, la flor de pascua y la amapola.
El púrpura enrojeció con toda su fuerza. Era muy alto y habló con gran pompa:
—Vamos a ver, yo soy el color de la realeza y del poder. Reyes, jefes de Estado, obispos, me han escogido siempre, porque el signo de la autoridad y de la sabiduría. La gente no me cuestiona; me escucha y me obedece.
Con mucha más tranquilamente que los otros habló el añil, pero con igual determinación:
—Pensad en mí. Soy el color del silencio. Raramente repararéis en mí, pero sin mí todos seríais superficiales. Represento el pensamiento y la reflexión, el crepúsculo y las aguas profundas. Me necesitáis para el equilibrio y el contraste, la oración y la paz interior.
Así fue cómo los colores estuvieron presumiendo, cada uno convencido de que él era el mejor. De repente, apareció un resplandor de luz blanca y brillante. Se escucharon relámpagos que retumbaban con estrépito. La lluvia empezó a caer implacablemente y los colores comenzaron a acurrucarse con miedo, acercándose unos a otros buscando protección, formaron en arco iris, y juntos lucían muy bonito.
Entonces la lluvia habló:
—Colores ¡estáis locos! Luchan con altivez contra vosotros mismos, intentando dominar al resto. ¿No sabéis que cada uno fue hecho para un propósito especial único y diferente? Cogeos de las manos y venid conmigo, de ahora en adelante cuando llueva os uniréis y cruzaréis el cielo formando un gran arco de colores, como recuerdo que todos podemos vivir en paz.
martes, 14 de octubre de 2014
La Parábola y la Verdad
Los discípulos de un famoso sabio, le preguntaron el por qué acostumbraba a esclarecer la Verdad contando una historia. Él respondió:
—Todo esto puedo explicarlo contando una parábola sobre la propia Parábola.
Un día la Verdad andaba visitando a los hombres sin ropa ni adornos, tan desnuda como su nombre, y todos los que la veían le daban la espalda, para nadie era bienvenida. La Verdad recorría los confines de la Tierra, despreciada y malquerida.
Una tarde, muy desconsolada y triste, la Verdad se encontró con la Parábola que paseaba alegremente, vestida de bellos colores.
—Verdad, ¿por qué estás tan abatida?—le preguntó la Parábola.
—Porque soy tan vieja y antigua que los hombres me evitan —replicó la Verdad.
—Qué disparate —dijo riendo la Parábola—. No es por eso que los hombres te evitan. Toma, ponte una de mis ropas y fíjate como la reacción es diferente…
Apresurada, la Verdad se puso una de las lindas prendas de la Parábola y de repente, en todos los lugares por donde pasaba era bienvenida.
La realidad es que la verdad incomoda, porque deja al descubierto las mentiras mal intencionadas, por eso a los hombres nunca les ha gustado la Verdad desnuda. El hombre la prefiere disfrazada, aunque siempre tratando de eludirla...
lunes, 13 de octubre de 2014
El rico y el espejo
Se cuenta que una vez un hombre muy rico fue a pedirle consejo a un sabio…
El sabio lo tomó de la mano, lo acercó a la ventana y le dijo:
—Mira…
El rico miró por la ventana a la calle. El sabio le preguntó:
—¿Qué ves?
El hombre le respondió:
—Veo el ir y venir de la gente.
El sabio volvió a tomarlo de la mano y lo llevó ante un espejo y le dijo:
—¿Qué ves ahora?
El rico le respondió:
—Ahora me veo yo.
—¿Entiendes? —dijo el sabio—. En la ventana hay cristal y en el espejo hay cristal, pero el cristal del espejo tiene un poco de plata. Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver a la gente y comienza a verse solo a sí mismo.
—Mira…
El rico miró por la ventana a la calle. El sabio le preguntó:
—¿Qué ves?
El hombre le respondió:
—Veo el ir y venir de la gente.
El sabio volvió a tomarlo de la mano y lo llevó ante un espejo y le dijo:
—¿Qué ves ahora?
El rico le respondió:
—Ahora me veo yo.
—¿Entiendes? —dijo el sabio—. En la ventana hay cristal y en el espejo hay cristal, pero el cristal del espejo tiene un poco de plata. Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver a la gente y comienza a verse solo a sí mismo.
sábado, 11 de octubre de 2014
La luciérnaga
Cuenta la leyenda que una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Ésta huía rápido y con miedo de la feroz depredadora, y la serpiente no pensaba desistir.
Huyó un día, y ella no desistía, dos días y nada… Al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y dijo a la serpiente:
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—No he tenido este precedente con nadie, pero como te voy a devorar, puedes preguntar…
—¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
—¡No!
—¿Yo te hice algún mal?
—¡No!
—Entonces, ¿Por qué quieres acabar conmigo?
—Porque no soporto verte brillar…
¿Quién no se ha sentido alguna vez objeto, de envidias, de falsos sentimientos y rencores inútiles, porque alguien no soporta tu brillo?
A veces, nos vemos envueltos en situaciones dolorosas y desagradables, porque personas con las que has vivido y compartido parte de tu vida, de pronto se convierten en seres irreconocibles, que van por detrás levantando falsos testimonio para desacreditarte y dañar tu integridad moral, y por delante te dicen que te quieren.
Hay que alejarse de ese tipo de persona que jura estar siempre a tu lado y que al más mínimo problema te dan la espalda esperando el mejor momento para hacerte más daño. Sin embargo es bueno recordar que aunque nos hieran, no podrán tocarnos, porque nuestra luz seguirá brillando, nuestra esencia seguirá intacta por siempre, pase lo que pase.
viernes, 10 de octubre de 2014
El valor de la paciencia
Esta es la historia de un muchacho que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.
El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos. Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos. Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su mal carácter. Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta. Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta y le dijo:
—Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves. Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física.
¡Cuidado con las palabras! Si un familiar te hiere, no te quiere… No olvidemos que quienes de verdad te quieren, no te harán daño. Estarán siempre que lo necesites, para apoyarte y animarte a seguir adelante. Te escucharán pacientes y atentos, y dispuestos a abrir su corazón.
¡Cuídalos como si fuera un tesoro!
El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos. Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos. Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su mal carácter. Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta. Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta y le dijo:
—Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves. Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física.
¡Cuidado con las palabras! Si un familiar te hiere, no te quiere… No olvidemos que quienes de verdad te quieren, no te harán daño. Estarán siempre que lo necesites, para apoyarte y animarte a seguir adelante. Te escucharán pacientes y atentos, y dispuestos a abrir su corazón.
¡Cuídalos como si fuera un tesoro!
jueves, 9 de octubre de 2014
A fuego lento
La ranita que no sabía que se estaba cocinando…
Una ranita nadaba tranquilamente en una cacerola con agua fría. Se enciende un pequeño fuego bajo la cacerola y el agua se calienta lentamente.
Poco a poco el agua se pone tibia y la ranita la encuentra agradable y sigue nadando. La temperatura sigue subiendo y la ranita no se asusta, pero el agua va calentando más de lo que la ranita puede soportar. Aunque se va fatigando no reacciona, ya que el ritmo de cambio de temperatura del agua es lento que casi no percibe, pero el agua va alcanzando una alta temperatura que va debilitando a la ranita, y en estado de laxitud ha perdido el reflejo que le impulsaría a salir de la cacerola para salvarse, pero, termina por cocinarse. Si a la misma ranita se le mete en el agua caliente, su primer impulso es saltar y librarse… Pero al ser de frío a caliente, poco a poco, lentamente, sin darse cuenta se ha cocinado.
Ese proceso aplicado a la sociedad… Nos viene a demostrar que cuando los cambios se van introduciendo de manera que no se perciben, escapan a la conciencia y no provocan la reacción o la oposición, y aunque los cambios no sean tan convincentes o convenientes, a veces calan y acampan con normalidad, derivando en la banalidad o en la indiferencia.
Así es. ¡Nos van cocinando a fuego lento! En nombre del progreso y de la ciencia se efectúan continuos ataques a la libertad y a la dignidad de las personas, y van contagiando con su veneno la candidez de la moral universal.
Una ranita nadaba tranquilamente en una cacerola con agua fría. Se enciende un pequeño fuego bajo la cacerola y el agua se calienta lentamente.
Poco a poco el agua se pone tibia y la ranita la encuentra agradable y sigue nadando. La temperatura sigue subiendo y la ranita no se asusta, pero el agua va calentando más de lo que la ranita puede soportar. Aunque se va fatigando no reacciona, ya que el ritmo de cambio de temperatura del agua es lento que casi no percibe, pero el agua va alcanzando una alta temperatura que va debilitando a la ranita, y en estado de laxitud ha perdido el reflejo que le impulsaría a salir de la cacerola para salvarse, pero, termina por cocinarse. Si a la misma ranita se le mete en el agua caliente, su primer impulso es saltar y librarse… Pero al ser de frío a caliente, poco a poco, lentamente, sin darse cuenta se ha cocinado.
Ese proceso aplicado a la sociedad… Nos viene a demostrar que cuando los cambios se van introduciendo de manera que no se perciben, escapan a la conciencia y no provocan la reacción o la oposición, y aunque los cambios no sean tan convincentes o convenientes, a veces calan y acampan con normalidad, derivando en la banalidad o en la indiferencia.
Así es. ¡Nos van cocinando a fuego lento! En nombre del progreso y de la ciencia se efectúan continuos ataques a la libertad y a la dignidad de las personas, y van contagiando con su veneno la candidez de la moral universal.
miércoles, 8 de octubre de 2014
Compartir nuestra luz
Un viejo y sabio filósofo de Oriente, reunido con sus discípulos para impartir una de sus charlas, les contó la siguiente historia:
—Hace muchos, muchos años, en una lejana montaña, por accidente, un grupo de hombres se quedó encerrado en una profunda caverna. Tal era la oscuridad que reinaba en la cueva, que no podían ver nada. Pasó algún tiempo y, finalmente, uno de ellos logró encender una pequeña tea. Pero la luz que daba era tan escasa y tan débil, que aun así seguía sin poder percibirse nada. Después de estar cavilando varios días, al hombre se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de sus compañeros prendiera su propia tea. Y así lo hizo. De repente, compartiendo la llama con todos sus compañeros, la caverna quedó tan iluminada que pudieron verse sus rostros.
Cuando acabó de explicar esta narración, los alumnos se quedaron unos minutos reflexionando en silencio, hasta que uno de ellos le preguntó al maestro:
—Pero, ¿qué es lo que nos quiere decir este relato? ¿Qué nos enseña?
Y éste contestó:
—Nos muestra que nuestra luz seguirá siendo oscuridad si no la compartimos con los demás. Y también nos dice que por el hecho de compartir nuestra llama no se apagará; al contrario, la hará crecer intensamente.
—Hace muchos, muchos años, en una lejana montaña, por accidente, un grupo de hombres se quedó encerrado en una profunda caverna. Tal era la oscuridad que reinaba en la cueva, que no podían ver nada. Pasó algún tiempo y, finalmente, uno de ellos logró encender una pequeña tea. Pero la luz que daba era tan escasa y tan débil, que aun así seguía sin poder percibirse nada. Después de estar cavilando varios días, al hombre se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de sus compañeros prendiera su propia tea. Y así lo hizo. De repente, compartiendo la llama con todos sus compañeros, la caverna quedó tan iluminada que pudieron verse sus rostros.
Cuando acabó de explicar esta narración, los alumnos se quedaron unos minutos reflexionando en silencio, hasta que uno de ellos le preguntó al maestro:
—Pero, ¿qué es lo que nos quiere decir este relato? ¿Qué nos enseña?
Y éste contestó:
—Nos muestra que nuestra luz seguirá siendo oscuridad si no la compartimos con los demás. Y también nos dice que por el hecho de compartir nuestra llama no se apagará; al contrario, la hará crecer intensamente.
martes, 7 de octubre de 2014
El niño que habló con los peces
Luis era un niño que le gustaba jugar con el agua. Mejor dicho, le gustaba desperdiciarla. Cada día se olvidaba de cerrar los grifos, se pasaba más tiempo del necesario bajo el agua de la ducha y lanzaba a la calle globos llenos de agua…
El hada Aqua se percató de todo esto y decidió convertir a Luis en pez mientras dormía y lo dejó en un lago, cerca de su casa.
Cuando el niño se despertó, le invadió un miedo enorme. ¡Estaba rodeado de agua! Delante de él vio una gran concentración de peces que discutían preocupados, por la merma del nivel del agua del lago.
Luis se acercó y los peces le miraron con expresión de profundo enfado, porque sabían que él era el responsable de que el lago estuviera quedándose sin agua.
Los peces llevaron a Luis hasta un lugar en el que sólo quedaban unos centímetros de agua y le hicieron ver que allí no podía vivir ningún pez y que de seguir así, pronto el lago se iría secando y la situación de vida de los peces sería catastrófica, porque sin agua morirían.
Luis, entonces, comprendió que lo que hacía en su casa repercutía en la vida de los peces y que muchas de nuestras acciones tienen consecuencias en el medio ambiente, algo que nunca había pensado. Entonces, rogó volver a ser humano y prometió que cuidaría el agua como un bien precioso y escaso.
El hada le hizo regresar y Luis creó un grupo para proteger el lago y concienciar a los niños y a la gente mayor de la importancia de este líquido elemento para la vida de todos los seres vivos de la tierra.
Nunca más dejó un grifo abierto y siempre que se iba a lavar, abría poco el grifo para no desperdiciar ni una gota de más. Así fue concienciando a todos de que el agua es un bien común.
Tenemos que concienciarnos, de que el agua es un elemento imprescindible para la vida de todo ser vivo, y todos tenemos que colaborar porque todos somos responsables de mal uso del agua.
lunes, 6 de octubre de 2014
Uno crece
La vida es como una danza permanente: saltamos de alegría, caemos en la tristeza, nos damos vuelta y encontramos problemas a los cuales debemos dar solución. Sí, siempre tienes que estar dispuesto a bailar…Ese es el costo de vivir, sin embargo, lo importante no es lo que suceda, sino, cómo se reacciona. Si te pones a coleccionar heridas sangrantes, vivirás eternamente como un pájaro herido incapaz de volver a volar.
Imposible atravesar la vida sin que un trabajo salga mal.
Sin que una amistad cauce decepción.
Sin padecer algún quebranto de salud.
Sin que un amor nos abandone.
Sin que nadie de la familia fallezca.
Sin equivocarnos en alguna decisión.
Uno crece cuando se es fuerte por carácter, sostenido por formación, sensible por temperamento, y humano por nacimiento.
Uno crece cuando enfrenta el invierno, aunque pierda las hojas, recoge flores aunque tengan espinas y marca camino aunque se levante el polvo.
Uno crece cuando se es capaz de afianzarse con residuos de ilusiones; capaz de perfumarse con residuos de flores y de encenderse con residuos de amor.
Uno crece ayudando a sus semejantes, conociéndose a sí mismo y dándole a la vida más de lo que recibe.
Uno crece cuando se planta para no retroceder y cuando se defiende como águila para no dejar de volar.
Uno crece cuando no hay vacío de esperanza, ni debilitamiento de voluntad, ni perdida de fe.
Uno crece cuando acepta la realidad y tiene aplomo para vivirla.
Cuando aceptas tu destino y sacas fuerzas para trabajar y cambiar lo que no te gusta.
Uno crece asimilando lo que deja atrás y construyendo la senda que tienes por delante donde proyectar un venturoso porvenir.
Crece cuando se valora y se sabe dar frutos.
Crece cuando abres camino dejando huellas y adquiriendo experiencia.
Crecemos cuando nos imponemos metas sin importarnos los comentarios negativos ni los prejuicios. Cuando damos ejemplo sin importarnos las burlas ni los desdenes.
Cuando cumplimos con nuestra labor a pesar de los vientos en contra.
Porque nadie puede saber por ti.
Nadie puede buscar por ti.
Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer.
La existencia no admite representantes.
La vida no es una tecnología, ni una ciencia. La vida es un arte, has de sentirla.
Es como ir por un camino desconocido, donde vas descubriendo cosas nuevas y con cada descubrimiento, creces.
Imposible atravesar la vida sin que un trabajo salga mal.
Sin que una amistad cauce decepción.
Sin padecer algún quebranto de salud.
Sin que un amor nos abandone.
Sin que nadie de la familia fallezca.
Sin equivocarnos en alguna decisión.
Uno crece cuando se es fuerte por carácter, sostenido por formación, sensible por temperamento, y humano por nacimiento.
Uno crece cuando enfrenta el invierno, aunque pierda las hojas, recoge flores aunque tengan espinas y marca camino aunque se levante el polvo.
Uno crece cuando se es capaz de afianzarse con residuos de ilusiones; capaz de perfumarse con residuos de flores y de encenderse con residuos de amor.
Uno crece ayudando a sus semejantes, conociéndose a sí mismo y dándole a la vida más de lo que recibe.
Uno crece cuando se planta para no retroceder y cuando se defiende como águila para no dejar de volar.
Uno crece cuando no hay vacío de esperanza, ni debilitamiento de voluntad, ni perdida de fe.
Uno crece cuando acepta la realidad y tiene aplomo para vivirla.
Cuando aceptas tu destino y sacas fuerzas para trabajar y cambiar lo que no te gusta.
Uno crece asimilando lo que deja atrás y construyendo la senda que tienes por delante donde proyectar un venturoso porvenir.
Crece cuando se valora y se sabe dar frutos.
Crece cuando abres camino dejando huellas y adquiriendo experiencia.
Crecemos cuando nos imponemos metas sin importarnos los comentarios negativos ni los prejuicios. Cuando damos ejemplo sin importarnos las burlas ni los desdenes.
Cuando cumplimos con nuestra labor a pesar de los vientos en contra.
Porque nadie puede saber por ti.
Nadie puede buscar por ti.
Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer.
La existencia no admite representantes.
La vida no es una tecnología, ni una ciencia. La vida es un arte, has de sentirla.
Es como ir por un camino desconocido, donde vas descubriendo cosas nuevas y con cada descubrimiento, creces.
viernes, 3 de octubre de 2014
Desafíos
Desafiar es provocar, enfrentarse, oponerse o contradecir, también es retar, rivalidad, competir, trasgredir… Si vamos a ver, la propia vida es un desafío constante: el día a día se nos presenta con sus propios desafíos que ponen a prueba nuestra capacidad y resistencia, pero también sirve para lograr objetivos y alcanzar metas. Nos marcamos los desafíos, como queriendo retar al tiempo o al destino.
Una actitud desafiante es lo contrario a una actitud conformista; quién desafía lucha, se opone y critica. El concepto desafío significa literalmente quitar o perder la fe en algo o alguien, pero malo cuando, como respuesta tomamos la conducta de retar desaforadamente, trasgrediendo normas para mostrar nuestra valentía o valía… Los retos requieren de una respuesta desafiante, un duelo en función de la ofensa recibida.
El corazón perfecto
Un día un joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.
Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni máculas ni rasguños. Sí, coincidieron todos que era el corazón más hermoso que hubieran visto.
Al verse admirado, el joven se sintió aún más orgulloso, y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo el vasto lugar. De pronto, un anciano se acercó y dijo:
—¿Por qué dices eso? ¡Si tu corazón no es, comparativamente, tan hermoso como el mío!
Sorprendidos, la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos, y éstos habían sido reemplazados por otros que no encajaban perfectamente en el lugar, pues se veían bordes irregulares en su alrededor. Es más; había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos. La mirada de la gente se sobrecogió: «¿Cómo puede él decir que su corazón es más hermoso?», pensaron.
El joven contempló el corazón del anciano y, al ver su estado desgarbado, se echó a reír:
—Debes estar bromeando—, dijo. —Asemejar tu corazón con el mío. El mío es perfecto, en cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor.
—Es cierto—, dijo el anciano—. Tu corazón luce perfecto, pero no se puede equiparar, jamás, con el mío… Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor. Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado. Muchos, a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes, por los cuales me alegro, porque al poseerlos me recuerdan el amor que hemos compartido. Hubo oportunidades en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció a cambio un poco del suyo. De ahí quedaron los huecos, dar amor es arriesgar, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza que, algún día, tal vez regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón. ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?
El joven permaneció en silencio. Las lágrimas corrían por sus mejillas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció. El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón; luego, a su vez, arrancó un trozo del suyo, ya viejo y maltrecho, y con el tapó la herida abierta del joven. La pieza se amoldó, pero no a la perfección. Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los bordes.
El joven miró su corazón, que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.
Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni máculas ni rasguños. Sí, coincidieron todos que era el corazón más hermoso que hubieran visto.
Al verse admirado, el joven se sintió aún más orgulloso, y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo el vasto lugar. De pronto, un anciano se acercó y dijo:
—¿Por qué dices eso? ¡Si tu corazón no es, comparativamente, tan hermoso como el mío!
Sorprendidos, la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos, y éstos habían sido reemplazados por otros que no encajaban perfectamente en el lugar, pues se veían bordes irregulares en su alrededor. Es más; había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos. La mirada de la gente se sobrecogió: «¿Cómo puede él decir que su corazón es más hermoso?», pensaron.
El joven contempló el corazón del anciano y, al ver su estado desgarbado, se echó a reír:
—Debes estar bromeando—, dijo. —Asemejar tu corazón con el mío. El mío es perfecto, en cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor.
—Es cierto—, dijo el anciano—. Tu corazón luce perfecto, pero no se puede equiparar, jamás, con el mío… Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor. Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado. Muchos, a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes, por los cuales me alegro, porque al poseerlos me recuerdan el amor que hemos compartido. Hubo oportunidades en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció a cambio un poco del suyo. De ahí quedaron los huecos, dar amor es arriesgar, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza que, algún día, tal vez regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón. ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?
El joven permaneció en silencio. Las lágrimas corrían por sus mejillas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció. El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón; luego, a su vez, arrancó un trozo del suyo, ya viejo y maltrecho, y con el tapó la herida abierta del joven. La pieza se amoldó, pero no a la perfección. Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los bordes.
El joven miró su corazón, que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.
jueves, 2 de octubre de 2014
El alma y las cuatro esposas
Había una vez un rey que tenía cuatro esposas. Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás, la adornaba con ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas.
A su tercera esposa también la amaba y se desvivía por ella, orgulloso la exhibía en los reinos vecinos. Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro. También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba bondadosa y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema, confiaba en ella para salir airoso de las situaciones complicadas.
La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca. Sin embargo, él no amaba a su primera esposa, y aunque ella le amaba profundamente, apenas se fijaba en ella.
Un día el rey enfermó y se dio cuenta que le quedaba poco tiempo. Reflexionó acerca de su vida de lujo y pensó: “Ahora tengo cuatro esposas conmigo, pero cuando muera… ¡estaré solo!”
Así que le preguntó a su cuarta esposa:
—Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
—¡Ni pensarlo!—, contestó la cuarta esposa, y se alejó sin decir más palabras. Su respuesta penetró en su corazón como la hoja de un cuchillo. Entristecido el monarca preguntó a su tercera esposa:
—Te he amado toda mi vida. Ahora que presiento mi muerte, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
—¡No!—, contestó su tercera esposa—. ¡La vida es demasiado buena. Cuándo mueras, pienso volver a casarme!
Su corazón experimentó una fuerte sacudida y se puso frío. Entonces preguntó a su segunda esposa:
—Siempre que he venido a ti por ayuda, has estado conmigo. Cuando yo muera, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
—¡Lo siento, no puedo ayudarte esta vez!—, contestó la segunda esposa—. Lo más que puedo hacer por ti es enterrarte.
Su respuesta fue como un relámpago que sobrecogió al rey. Entonces escuchó una voz:
—Me iré contigo y te seguiré adonde tú vayas.
El rey dirigió la mirada en dirección a la vocecilla y allí estaba su primera esposa muy atenta a su petición. Se veía algo apagada y delgaducha, pendiente de sus idas y venidas, con la esperanza de que un día se diera cuenta de que existía y tomara conciencia de que era parte importante de su vida. Profundamente afectado, el monarca dijo:
—¡Debí haberte atendido mejor. Te he abandonado teniendo por más valioso lo que era efímero. Perdí la oportunidad de hacerlo, pero ahora ya es tarde y me arrepiento!
En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas:
Nuestra cuarta esposa es nuestro cuerpo. No importa cuánto tiempo y esfuerzo invirtamos en hacerlo lucir bien, nos dejará cuando nos muramos.
Nuestra tercera esposa es nuestras posesiones, condición social y riqueza. Cuando muramos, irán a parar a otros.
Nuestra segunda esposa es nuestra familia y amigos. No importa cuánto nos hayan sido de apoyo aquí, lo más que podrán hacer es acompañarnos hasta el sepulcro.
Y nuestra primera esposa es el alma, frecuentemente ignorada en la búsqueda de la fortuna, el poder y los placeres del ego. Sin embargo, nuestra alma es la única que nos acompañara a dónde quiera que vayamos.
Así que… ¡Déjala brillar. Cultívala, fortalécela y cuídala! Ofrécela y compártela como regalo, porque ella habla de ti ahora, y seguirá hablando de ti a través de los confines del tiempo…
A su tercera esposa también la amaba y se desvivía por ella, orgulloso la exhibía en los reinos vecinos. Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro. También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba bondadosa y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema, confiaba en ella para salir airoso de las situaciones complicadas.
La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca. Sin embargo, él no amaba a su primera esposa, y aunque ella le amaba profundamente, apenas se fijaba en ella.
Un día el rey enfermó y se dio cuenta que le quedaba poco tiempo. Reflexionó acerca de su vida de lujo y pensó: “Ahora tengo cuatro esposas conmigo, pero cuando muera… ¡estaré solo!”
Así que le preguntó a su cuarta esposa:
—Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
—¡Ni pensarlo!—, contestó la cuarta esposa, y se alejó sin decir más palabras. Su respuesta penetró en su corazón como la hoja de un cuchillo. Entristecido el monarca preguntó a su tercera esposa:
—Te he amado toda mi vida. Ahora que presiento mi muerte, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
—¡No!—, contestó su tercera esposa—. ¡La vida es demasiado buena. Cuándo mueras, pienso volver a casarme!
Su corazón experimentó una fuerte sacudida y se puso frío. Entonces preguntó a su segunda esposa:
—Siempre que he venido a ti por ayuda, has estado conmigo. Cuando yo muera, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
—¡Lo siento, no puedo ayudarte esta vez!—, contestó la segunda esposa—. Lo más que puedo hacer por ti es enterrarte.
Su respuesta fue como un relámpago que sobrecogió al rey. Entonces escuchó una voz:
—Me iré contigo y te seguiré adonde tú vayas.
El rey dirigió la mirada en dirección a la vocecilla y allí estaba su primera esposa muy atenta a su petición. Se veía algo apagada y delgaducha, pendiente de sus idas y venidas, con la esperanza de que un día se diera cuenta de que existía y tomara conciencia de que era parte importante de su vida. Profundamente afectado, el monarca dijo:
—¡Debí haberte atendido mejor. Te he abandonado teniendo por más valioso lo que era efímero. Perdí la oportunidad de hacerlo, pero ahora ya es tarde y me arrepiento!
En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas:
Nuestra cuarta esposa es nuestro cuerpo. No importa cuánto tiempo y esfuerzo invirtamos en hacerlo lucir bien, nos dejará cuando nos muramos.
Nuestra tercera esposa es nuestras posesiones, condición social y riqueza. Cuando muramos, irán a parar a otros.
Nuestra segunda esposa es nuestra familia y amigos. No importa cuánto nos hayan sido de apoyo aquí, lo más que podrán hacer es acompañarnos hasta el sepulcro.
Y nuestra primera esposa es el alma, frecuentemente ignorada en la búsqueda de la fortuna, el poder y los placeres del ego. Sin embargo, nuestra alma es la única que nos acompañara a dónde quiera que vayamos.
Así que… ¡Déjala brillar. Cultívala, fortalécela y cuídala! Ofrécela y compártela como regalo, porque ella habla de ti ahora, y seguirá hablando de ti a través de los confines del tiempo…
miércoles, 1 de octubre de 2014
La paz perfecta
Érase una vez un rey que quiso premiar al artista que mejor plasmase en un cuadro la sensación de paz perfecta.
Muchos fueron los pintores que concurrieron a la convocatoria con obras de gran belleza pero, finalmente, el monarca escogió sólo dos que realmente le complacieron.
La primera obra mostraba un lago de tranquilas aguas en las que se reflejaban las plácidas montañas que lo rodeaban y un cielo de un azul intenso con algunas nubes blancas.
Su otra elección era radicalmente diferente. Aunque también reproducía unas montañas, éstas eran abruptas y escarpadas. Sobre ellas caía una tormenta que descargaba un fuerte aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo caía un torrente impetuoso que rompía con fuerza contra piedras y salientes.
En principio, nada hacía pensar que este cuadro transmitía paz, pero, fijándose bien, el rey había observado que, tras el torrente crecía un árbol y, en una de sus ramas se había posado un pájaro que descansaba plácidamente ajeno al ruido.
El rey escogió esta segunda pintura y explicó así su elección:
—Paz no significa estar en un lugar sin conflictos, problemas o ruido. Paz es permanecer serenos a pesar de que a tu alrededor todo sean adversidades y dolor.
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