La historia dice que hace algún tiempo un hombre castigó a su hija de 5 años de edad por desperdiciar un rollo de papel dorado. El dinero estaba escaso y él se enojó aún más cuando descubrió que la niña gastó el papel dorado, que era muy caro, en decorar una pequeña cajita que puso debajo del árbol de Navidad. Sin embargo, a la mañana siguiente, la niña muy ilusionada, le entregó a su padre la cajita de regalo y le dijo:
—Este regalo es para ti… ¡Te quiero mucho, papá!
El padre estaba avergonzado por su anterior reacción de enfado, pero su enojo apareció de nuevo cuando vio que la caja estaba vacía, y le habló a su hija de una manera recia:
—¿No sabes, jovencita, que cuando das un regalo a alguien, se supone que debe haber algo dentro del paquete?
La niñita lo miró con lágrimas en sus ojos y le dijo:
—Oh, papito, no está vacía. A la cajita de sorpresa le puse muchos besitos hasta que se llenó…
El padre estaba deshecho. Cayó de rodillas y abrazó a su pequeña hija y le rogó que lo perdonara por su enojo innecesario.
Un tiempo después, un accidente acabó con la vida de la niña, y se dice que el papá conservó la caja dorada junto a su cama por todos los años que le quedaron de vida. Y cuando él estaba desanimado o enfrentaba problemas difíciles, abría la cajita y tomaba un beso imaginario y recordaba el amor que la niña había puesto en ese regalo.
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