sábado, 25 de abril de 2020

Los rencores


Tras lo que conocemos como rencor, se esconde una gran incapacidad para perdonar, para soltar y seguir adelante. Aunque es más que esto: el rencor nos envenena por dentro de tal manera que le deseamos al otro todo el mal que le pueda venir encima. Una manera entre muchas otras en la que alimentamos los rencores. Sin duda, es una emoción muy tóxica.

Cuando alimentamos rencores, morimos poco a poco. En esas circunstancias debe reinar la humildad y la sinceridad, esa es la puerta que deja entrar los buenos sentimientos. Aprendamos a hacer las paces con quienes nos ofenden y nos lastiman, dejemos que se expresen y reconozcan su error. Aprendamos a tratar a los demás como queremos ser tratados. Aprendamos a tener la iniciativa de amar, de dar, de donar, de servir, de regalar, y no solo querer ganar y ser servido. Esto nos lo explica la psicóloga, Raquel Aldana.

Con la búsqueda de justicia alimentamos los rencores. Cuando alguien te hace daño y no quiere reconocerlo, es como si te mordiera una serpiente. La herida puede ser más o menos grande, pero podemos cerrarla y curarla. Lo malo es cuando esa mordedura es venenosa. Tal y como apunta el terapeuta José Antonio García, los venenos más comunes son la venganza, el ojo por ojo y la búsqueda de justicia a toda costa. Estos venenos pueden estar durante años actuando en nuestro interior, comiéndonos por dentro y haciendo que nuestra vida pierda alegría y esperanza. 

Pobre de la persona que esté en el ojo de mira de un rencoroso. Errar y guardar rencor es humano, muy humano; pero también lo es perdonar. Dicen que quien no ama, no perdona. De hecho, precisamente es el amor el culpable del perdón. El amor al otro, a la vida, al mundo y a uno mismo. 

Es decir, el perdón, el de verdad, no existe si no hay nada que lo justifique. Puede haber amabilidad, responsabilidad e indiferencia, lo que queráis, pero la única vía para alcanzarlo es el amor. Además, digamos que de alguna forma perdonar es sinónimo de ser libres. Si no hay que nos ate, rencores, miedos y odios hacia el otro, no habrá nada que justifique vivir encerrados en la cárcel del resentimiento. 

Los que hacen daño llevan heridas emocionales que descargan en otros. De hecho, solo habremos sanado nuestras heridas emocionales cuando podamos hablar de nuestro pasado y de nuestro dolor sin derramar lágrimas, pidiendo perdón y habiendo perdonado y dejando que el olvido haga su trabajo. De todas maneras, perdonar no significa que tengamos que borrar el pasado ni que olvidemos el dolor, sino que perdonar es crear una nueva manera de recordar nuestro pasado y de mirar nuestro presente y nuestro futuro.

El perdón, perdonar es indispensable para alcanzar la libertad emocional y, con ella, nuestro bienestar mental. Puede ser muy costoso, pero es la única vía para sanarnos, y cómo hacerlo. 

Reconoce tu daño y tu dolor. A veces, quién daña no es porque se le haya dañado, es porque se cree inferior y poco valorada, por eso, si aceptas que el mal está en ti, esto es lo único que te va a permitir distanciarte emocionalmente y reconstruir la empatía con la persona que dañas. Hacerlo te permitirá analizar las motivaciones que pudieron llevarte a actuar de esa forma, lo que contribuirá a que disminuya tu necesidad de culpar al otro y de atribuirle (para justificarte) una intencionalidad específica. 

Elige la opción de perdonar. Para esto, vamos a usar la metáfora del anzuelo: Quien nos ha hecho daño nos ha clavado en un anzuelo que nos atraviesa las entrañas haciéndonos sentir un gran dolor. Queremos darle lo que se merece, tenemos ganas de hacerle sentir lo mismo y meterle a él en el mismo anzuelo, en un acto de justicia, que sufra lo mismo que nosotros. Si nos esforzamos en clavarle a él en el anzuelo, lo haremos teniendo muy presente el daño que nos ha hecho y cómo duele estar en el anzuelo donde él nos ha metido. Mientras lo metemos, o lo intentamos, nos quedaremos dentro del anzuelo. Si consiguiéramos meterle en el anzuelo, lo tendríamos entre nosotros y la punta, por lo que para salir nosotros tendremos que sacarle a él antes. 

Si salimos del anzuelo, tendremos cuidado de no estar muy cerca de él porque nos puede volver a meter en el anzuelo y, si alguna vez nos juntamos, tiene que ser con la confianza de que no nos va a volver a hacer daño. Pero no es la opción de no sufrir lo que justifica una elección, sino una opción basada en lo que se desea a largo plazo. 

Aceptar el sufrimiento y la rabia. Es natural que nos sintamos enfadados y dolidos, pero la única forma de dejar de sufrir es abandonar la confrontación con nuestras emociones, nuestros sentimientos y nuestros pensamientos. Si nos aferramos a ellos, así alimentamos los rencores. 

Autoprotección. Cuando analizamos lo ocurrido y damos paso al perdón no podemos olvidarnos de las señales que nos estaban indicando un peligro. Por eso, hay que tenerlas claras y presentes para protegernos de futuros daños o amenazas. 

No basta con el “te perdono”. Cualquiera de nuestras expresiones puede estar totalmente vacía de contenido. Esto es lo que sucede habitualmente, pensamos que lo hemos hecho pero nuestro resentimiento sigue alimentándose dentro de nosotros. 

El perdón es algo que se siente. Por eso, si se vuelven a repetir pensamientos, emociones y sentimientos, debemos de volver a realizar todo el proceso. Así hasta que logremos vaciar el dolor que está minando nuestro carácter con el que alimentamos los rencores. Tenemos que cargar con nuestros recuerdos, pero no con nuestro dolor. La vida se vuelve más fácil si lo hacemos así.

Con emociones dañadas, cultivar emociones sanas es esencial para tener unas relaciones repletas de bienestar y armonía; al contrario del daño emocional, que puede ocurrir como resultado de un trauma, de una enfermedad mental o de una combinación de ambos.

El que hace daño es consciente de lo que hace, pero quiere ir de víctima de quién daña para ocultar su verdadera personalidad. Si tú eres uno de ellos, apresúrate a liberarte de esas cadenas reconociendo tu debilidad y tu incapacidad de controlar esos impulsos indeseables, y tú te perdonarás, y la persona a quién has hecho daño te perdonará, y Dios te perdonará...

Fotografía: prettyleepy1

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