domingo, 12 de abril de 2020

Ha triunfado el Amor de Dios


Dicen que cada acto de amor hace brillar de un modo nuevo las estrellas. Si no es verdad, al menos hará un poco mejor y más hermosa la vida sobre la tierra. Será un paso, pequeño o grande, hacia el encuentro con el Amor de Dios. Sólo en el cielo sabremos lo mucho que nos amó. Ahora nos toca, todos los días, con las lámparas encendidas y con las armas de la fe y del amor, luchar contra el mal. Y la cruz, vencerá... 

No es fácil responder en pocas palabras a quién pregunta: ¿cuál es la esencia del cristianismo? contestaríamos: la fe. La riqueza del Evangelio es descubrir que Dios nos ama. Esta verdad no es sólo una bella poesía o una frase hermosa. El amor de Dios es una realidad profunda, vital, una experiencia que todo cristiano puede y debe descubrir en el fondo de su corazón. Nos invade siempre un cariño eterno, porque Dios no puede dejar de mirarnos con amor: nos quiere.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquél que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. (Juan 3:16) 

El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Èl nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (1 Juan 4:8-10) 

El amor de Dios se concretiza en la Cruz y en la Resurrección de Cristo. Esos dos momentos son el centro de la misa. Cada vez que el sacerdote toma el pan y el vino y pronuncia las palabras de consagración, Cristo está allí, misteriosamente pero realmente y nos repite, casi nos grita en medio del silencio: "Te amo con un amor eterno". 

El Domingo de Resurrección es el Día más importante y Glorioso de todo el calendario cristiano. Es un día de júbilo y esperanza; celebramos el triunfo de la Vida sobre la Muerte, del Amor sobre la crueldad, el odio y la violencia. 

Para los seguidores de Jesús, la Cruz y el Viernes Santo no son la última palabra: Son sólo pasos, puerta a una Vida Renovada. El Padre resucitó a Jesús y quedaron derrotados la muerte y sus heraldos. Ni Jesús se terminó en la cruz del viernes santo, ni nuestra vida termina en oscuridad. La vida y muerte de Jesús son caminos hacia el triunfo. Nuestra vida, también, pues Dios es Amor y el amor es más fuerte que el mal y que la muerte. El Dios de Jesús, el Dios en quién creemos, es un Dios de vivos. Nuestra vida, creada por amor, no se pierde en la muerte. Si el Padre resucitó a Jesús, la muerte ya no tiene la última palabra. 

Afirmar la resurrección no es consuelo ilusorio, ni puede ser evasión del compromiso con la historia y con la vida. Debe convertirse en decisión firme y valiente de continuar el proyecto de Jesús, de defender la vida donde quiera que esté amenazada, de jugársela por los más débiles y pequeños para que tengan vida. De vivir dando muerte a la muerte, sanando heridas, levantando corazones, sembrando ilusiones y esperanzas, desclavando a todos los que hoy son crucificados por la miseria, la explotación, la violencia y las mentiras. Y esto, estando dispuestos a correr la propia suerte de Jesús, y ser crucificados por todos los que quieren mantener un mundo de opresión de injusticia y de falsedades. Los poderosos vieron en Jesús una amenaza a sus intereses y por eso lo mataron. Seguir a Jesús es aceptar la Cruz y anunciar la alegría de la Resurrección. 

Desde esta convicción de fe, cabría entonces la pregunta de Pablo: ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? (1 Corintios 15, 55). Este hondo pasaje de Pablo provocó en el gran teólogo alemán Karl Barth una densa reflexión titulada la "La Muerte de la Muerte" en la cual expresaba: 

"Nuestra muerte es nuestro límite, pero nuestro Dios es también el límite de nuestra muerte. Esta puede arrebatárnoslo todo, pero es incapaz de conseguir que Dios deje de ser Dios, nuestro Salvador y Redentor y, como tal nuestra esperanza".

Señor: ¡Ayúdanos a vivir la alegría de la Pascua y a mantener viva la esperanza en la salvación que nos has prometido! 

Señor, gracias por tu muerte y resurrección. Gracias porque has cargado con nuestras debilidades y nos has liberado del pecado. Gracias por tu misericordia, permanentemente perdonas nuestras traiciones. Gracias porque nos has llenado de amor

¡Alegría y paz hermanos! ¡Jesús ha resucitado! 

¡Ha vencido el Amor! ¡Ha triunfado la misericordia! 

¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Gloria! ¡Aleluya!

Fotografía: Internet

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