Los años son valiosos. El paso del tiempo nos permite asumir cierta perspectiva, alejarnos de las pasiones y los sentimientos que experimentamos en su momento para valorar la situación con mayor objetividad.
Con los años podemos mirar atrás y encontrar un lugar para cada cosa, dándole a cada hecho su justa dimensión.
Con los años podemos reírnos del temor que nos infundía el maestro del colegio o de la ansiedad que despertaba la perspectiva del primer beso.
El tiempo no borra las experiencias, pero mitiga su impacto emocional, nos serena para que podamos mirar atrás y de cierta forma, reescribir nuestra historia. Sin embargo, para lograr ese cambio de perspectiva que nos haga crecer, para dejar de ser un vaso y convertirnos en un lago, es necesario estar dispuestos a cambiar, aceptar y dejar ir.
El simple paso del tiempo no suele ser suficiente para olvidar un amor o perdonar un agravio o un gran error. Es necesario que pongamos de nuestra parte, porque con la perspectiva del tiempo, seguro que los errores cometidos te pesan y te arrepientes, pero lo hecho, hecho está, solo te queda pedir perdón y perdonarte para vivir en paz los años que te queden por vivir.
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