Una persona equilibrada es aquella que actúa con el corazón y la mente al unísono. Si la mente y el corazón no se comunican con claridad entre sí, uno dominará al otro.
Cuando nos dirige la mente sufrimos emocionalmente porque convertimos en enemiga la información emocional; queremos dominar todas las situaciones y relaciones, y mantener la autoridad sobre las emociones.
Si nos dirige el corazón, tendemos a mantener la ilusión de que todo marcha bien.
Dirija la mente o el corazón, la voluntad no estará motivada por la sensación de seguridad interior, sino por el miedo y el inútil objetivo de controlar.
Dado que el centro de la voluntad está situado entre las energías del corazón y de la mente, necesitamos aprender a equilibrar nuestras reacciones y sus impulsos.
Por tanto, la única manera de abrirnos paso a través de los obstáculos es tomar decisiones en las que intervengan unidos el poder de la mente y del corazón. Mente y corazón dan razón.
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