Tímida es la persona propensa a callarse en lugar de hablar, o que siente vergüenza ante diferentes situaciones de la vida. Tímido significa: “quien siente el miedo”. La timidez es un estado de ánimo que obliga a retraerse a la persona que la padece, provocándole dificultades para llevar a cabo aquello que desea. Deseos tan simples como iniciar una conversación, pedir algo que necesita, u ofrecer ayuda. Es una sensación de inseguridad que frena o paraliza su voluntad, haciéndole parecer una persona indiferente, despistada o desinteresada, mientras en realidad es todo lo contrario. El tímido es una persona muy observadora y su problema es sentir mucho miedo, el cual le impide actuar y llevar a cabo muchas cosas que quisiera.
Las personas tímidas tratan de evitar las situaciones que les resultan embarazosas, pues les provoca un sufrimiento emocional considerable, y aun así, si no pueden zafarse son capaces de disimular su gran malestar. Disimulan porque su miedo es a ser juzgados, de modo que procuran no asistir a reuniones o eventos donde pudieran tener algún tipo de protagonismo por el cual ser mal evaluados, y huyen de muchas situaciones por la posibilidad de llamar la atención. Intentan por todos los medios pasar desapercibidos, y cuanto más invisibles puedan ser mejor. Ya sea delante de una multitud de personas, o delante de una sola persona que le imponga respeto, tratarán de evitar hacer cualquier cosa que pueda hacerles destacar.
La persona tímida empieza siendo reservada, no le gusta hablar de ciertas cosas y no habla, eso es lo que se cuenta a sí misma, pero la verdad no es que no le guste, sino que le da vergüenza y le da vergüenza porque ello le hace pensar sobre ella misma, y al hacerlo se encuentra con un concepto negativo sobre su persona. Al descubrir lo que considera un defecto, o un atributo reprobable, trata de esconderlo no pensando sobre ello, lo que incluye no hablar sobre ello. Por algo que ni sabe probablemente, siente que es una persona indigna, y ese sentimiento oscuro de ineptitud trata de esconderlo de sí misma ignorándolo. El problema es que ese sentir late dentro, y conforme pasa el tiempo se hace más fuerte, pues su único objetivo es ser escuchado. De modo que la persona que empezó siendo reservada, en su lucha por no oírse, pasa a ser tímida y si sigue así, se vuelve fóbica y los pequeños miedos que antes eran motivo solo de preocupación un buen día se han convertido en insomnio, taquicardias y ataques de pánico.
La persona reservada evita ciertas situaciones y conversaciones, quizás no sabe por qué, pero el alma si sabe. El sentimiento de vergüenza o culpa delatan que algo hay y está inconsciente. El logro es desenterrarlo, no hay otro logro. El único camino es vivir el miedo que produce mirarse uno a sí mismo, y es una rotunda sorpresa rescatar lo que tan profundamente escondemos. La otra opción es ignorarse, pero entonces la timidez se adueña, y así es como un día nos da miedo preguntar en clase, otro día subir en ascensor con un desconocido, luego hablar con una persona que te gusta. El sentimiento de rechazo hacia uno mismo se dispara, y la fobia social y otros derivados se hacen presentes, entonces da pánico hablar en público, ir a una entrevista de trabajo, exponer un problema a tu jefe, ir a una cena incluso de amigos, entrar a comprar o salir a la calle. Todo da miedo, y de todo se duda.
La persona tímida se considera cobarde, incapaz de muchas cosas, casi todo le supone una gran dificultad y muchas cosas le parecen imposibles de lograr. El deseo por hacer muchas cosas existe, pero la voluntad está secuestrada por el miedo. El sufrimiento emocional puede ser enorme, se siente ansiedad, angustia, frustración y fracaso, y además sin motivo aparente porque todo es imaginado, no hay hechos que justifiquen tener ese profundo miedo. Las voces del pensamiento no cesan de poner toda clase de adjetivos sobre la persona: inútil, feo, gordo, idiota, a ti nadie te quiere, a ti nadie te respeta. ¿Quién es ese juez que tan mal nos quiere? ¿Por qué la mente nos acribilla de ese modo? El carácter, la personalidad, la genética nos pueden pasar una mala pasada, también puede ser que durante la infancia se haya vivido algún episodio desagradable y nos hace desconfiar de la gente, pero también podemos ir más lejos y visitar vidas pasadas, en cualquier caso, ese juez es uno mismo.
Intentamos no mirar en nuestro interior para no encontrarnos con el juez. Un juez al que le damos razones para existir, al que alimentamos con lo que pensamos de nosotros mismos.
¿Quién me hace malo a mí? Yo mismo, nadie más. Tengo miedo de qué dirán los demás de mí, de si aprobaran mi conducta, pero el único responsable de creerlos soy yo. El miedo, y el rechazo del cual uno cree ser merecedor, surgen de todos los agravios recibidos, de las burlas y los reproches, y de haberse uno creído en la ingenuidad de su infancia todo lo que le decían. Pero también justo eso recibido son las armas que hemos usado contra otros en todas las vidas de desarrollo espiritual para sobrevivir en esta gran guerra de egos y llegar a coronar la cima, el miedo generado es en sí mismo karma y aprendizaje.
La persona tímida antes de resolver su problema que es el autorechazo, vive lo que se denomina la oscura noche del alma. El miedo que soporta le obliga a aislarse, corta la comunicación con todo o casi todo el mundo de su entorno, sintiendo una gran desconfianza hacia ellos, y se siente incomprendida. Puede disimularlo y soportar el stress emocional, pero es doloroso. Se aísla y se acoraza para no sentir el dolor que surge de la idea de estar siendo abandonado y menospreciado, cerrando su corazón y volviéndose insensible. Todo es producto del miedo al amor, del miedo a no ser amado. La persona se siente sola, y cree que es ella el problema, pero esto es algo que pensamos todos, porque todos nos sentimos más o menos solos, más solo cuanto más baja autoestima tengamos.
Se termina el aislamiento y se supera la timidez cuando uno acepta su situación y lo que siente en lugar de mirar para otro lado y seguir engañándose. Se supera cuando uno deja de juzgar e ignorar sus propios sentimientos, lo cual es la única causa de su infelicidad, insatisfacción y malestar físico también. Obligarse uno a no sentir lo que siente, o a sentir algo distinto a lo que auténticamente siente, es encerrar al alma en una prisión y privarle de conocer algún día el verdadero amor. Se supera con coraje y una valentía silenciosa, la que uno necesita para enfrentarse a ese juez que todos llevamos dentro, a quien mirándole a los ojos a pesar de respirar el miedo se le debe hacer saber: “Estoy aquí, merezco amor, soy inocente, me perdono y me libero de cualquier castigo que haya creído merecer, pues no soy perfecto y estoy en mi derecho a equivocarme, ya que vivo la vida para aprender cada día un poco más”. Ese juez es uno mismo, es la mente racional, quien cada día tiene la posibilidad de aprender y transformarse gracias a cada una de sus experiencias.
Una persona tímida no habla sobre todo de sí misma, tiene miedo a darse a conocer, procura no llamar la atención, es muy lenta, pasiva, y excesivamente prudente, se juzga mucho a sí misma consciente o inconscientemente, y teme equivocarse. También es muy inteligente y orgullosa, susceptible y perfeccionista, y busca y necesita la aprobación o reconocimiento externo como el agua. Su odisea termina cuando se da cuenta que la única valoración posible es la de sí misma, y que esa es la solución al crucigrama. Pues esa búsqueda de valoración parte de la premisa de no tenerla, ya que de sentir amor hacia uno mismo, ¿qué importancia tendría lo que piensen y me digan los demás?
No se trata de desprestigiar la opinión del otro, se trata de que no nos afecte emocionalmente. Los demás son el espejo de lo que yo inconscientemente creo que soy, pero que solo lo creo. Ellos y mi personalidad son reflejo de la conciencia de mí mismo en este momento. Al comprender que el amor a uno mismo es la única conquista y verdad de todo ser humano, cualquier culpa o vergüenza es exonerada.
El miedo sentido es el mismísimo amor puesto del revés, imagina como será sentir toda esa fuerza en positivo, imagina como es sentir el sol cuando ha marchado la tormenta. Ámate, que no es quererte más que a los demás, ámate, que tan solo es aceptarte cómo eres y verás como el prójimo empezará a mostrarte el reconocimiento ansiado, justo cuando no lo necesites.
Fotografía: Free-Photos
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