Recojo y comparto el mensaje titulado «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» que está tomado de unas palabras del Papa en el Monte de los Olivos. En su mensaje para la Cuaresma, uno de los mensajes más esperados y que ha sido publicado este mediodía, el Papa Francisco ha denunciado a los «falsos profetas» que «engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio». ¿Y quiénes son estos falsos profetas? Son «encantadores de serpientes», asegura el Papa, que «se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren».
«Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad», se lamenta Bergoglio, quien también arremete contra los «'charlatanes' que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles».
Entre ellos, «el falso remedio de la droga, de unas relaciones de 'usar y tirar', de ganancias fáciles pero deshonestas», o «una vida completamente virtual» y sin sentido.
«Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor, sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar», lamenta el Papa, quien apunta cómo «el engaño de la vanidad» que nos hace «caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás». «No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es 'mentiroso y padre de la mentira' (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre», revela el Papa, quien invita a todos a «discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas».
Citando a Dante, el Papa Francisco se pregunta «¿cómo se enfría en nosotros la caridad?». Su respuesta, clara: «Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, 'raíz de todos los males'». Todo esto, añade, «se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras 'certezas': el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas».
Un desastre que también se refleja en el planeta: «La tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte».
¿Qué podemos hacer?, se pregunta Bergoglio, quien ofrece, «en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno».
Especialmente, el ejercicio de la limosna, que «nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío». «Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida», concluye el Papa, quien pidió a los fieles que «viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia».
«El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma y constituye una importante ocasión para crecer», subraya el Papa Francisco, quien «querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos».
Pese a todas las dificultades, señala el Papa, «si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga». Por ello propone la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año tendrá lugar los 9 y 10 de marzo. Por ello, pide que «en cada diócesis, al menos una iglesia permanezca abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental».
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para que los cristianos nos preparemos y nos dispongamos a celebrar la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.
La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo. Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar con alegría nuestra cruz para alcanzar la gloria de la resurrección. Que así sea.
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