"Antes me daba pánico crecer. Me resistía a cambiar, a dejar
de ser el que yo creía que era. Ahora, poco a poco, no sé, me voy haciendo a la
idea. Crecer, como morir, es lo natural cuando uno está vivo. Quien se niega a
crecer, puede y suele acabar convirtiéndose en un enano.
Todo lo que nace, crece y muere, pero eso no importa. Lo que
importa es vivir cubriendo las etapas, apurando, hasta las heces, la copa de
cada edad. Cada tiempo tiene su encanto y sus alicientes.
Si siempre fuéramos niños, nos perderíamos el hermoso
espectáculo de la juventud. Si siempre fuéramos jóvenes, nunca sabríamos como
sería la vida desde la serenidad de la vejez.
Probablemente, seríamos mucho más felices si nos aceptáramos
en cada momento como somos, si viviéramos de acuerdo con los años, si los niños
no quisieran parecer hombres ni los jóvenes viejos ni los viejos jóvenes.
Hay un tiempo para todo. El secreto acaso esté en no dejar
escapar las oportunidades irrepetibles. Solo se es niño una vez y hay que serlo
a su tiempo debido o a su debido tiempo.
Yo ya no soy un niño ni siquiera soy joven. No me importa,
porque he vivido la infancia y he vivido la juventud y conozco sus secretos.
Ahora, ante mis ojos, se extiende un nuevo panorama y no
quiero perdérmelo. Quiero vivirlo, quiero saber que me ofrece este nuevo
tiempo. Quiero descubrir qué misterios encierra esta nueva edad, cuyo nombre
todavía ignoro, pero que ya siento que está llamando a mi puerta".
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