Hoy es un día para celebrar el amor, pero no cualquier clase de amor, el amor universal, el que está en todas las cosas, un amor que va más allá de toda comprensión: el amor de Cristo.
El amor de Dios es como un océano; puedes ver dónde comienza, pero jamás dónde acaba.
Los clavos no fueron los que sostuvieron a Jesús en la cruz. Fue su amor por ti, por mí, por todos...
¡Por tus sangrientos pasos, Señor, seguirte quiero, y si
contigo muero, dichoso moriré, piedad, perdón, pequé mi Dios, pequé!
VIA CRUCIS Y LAS OBRAS DE MISERICORDIA:
Además de recoger las catorce estaciones del Viacrucis se hace un recorrido en paralelo por las catorce obras de misericordia.
Primera Estación: Jesús es condenado a muerte.
Del Evangelio de San Lucas: «Pilato entonces sentenció que se
realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la
cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad» (Lc 23).
Oración: Señor, has sido condenado a muerte porque el miedo
al «qué dirán» ha sofocado la voz de la conciencia. Cuántas veces hemos
preferido también nosotros el éxito, a la verdad. Míranos como lo hiciste con
Pedro después de la negación. Que tu mirada penetre en nuestras almas y nos
indique el camino en nuestra vida. Danos también a nosotros de nuevo la gracia
de la conversión.
Dar de comer al hambriento: Por todas personas que carecen de lo necesario para
vivir, incluso que padecen hambre física.
Segunda Estación: Jesús con la cruz a cuestas.
De la Primera carta de San Pedro: «Él llevó nuestros pecados
en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la
justicia. Con sus heridas fuisteis curados. Pues andabais errantes como ovejas,
pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas» (1P 2).
Oración: Señor, te has dejado ultrajar. Ayúdanos a no unirnos
a los que se burlan de quienes sufren o son débiles. Danos fuerza para aceptar
la cruz, sin rechazarla. Anímanos a recorrer el camino del amor y aceptando
sus exigencias, alcanzar la verdadera alegría.
Dar de beber al sediento: Por todos los que no tienen agua potable para llevar
una vida digna.
Tercera Estación: Jesús cae bajo el peso de la cruz.
Del Profeta Isaías: «Él soportó nuestros sufrimientos y
aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y
humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones... Nuestro castigo
saludable cayó sobre él» (Is 53).
Oración: Señor Jesús, el peso de la cruz te ha hecho caer. El
peso de nuestro pecado, el peso de nuestra soberbia, te derriba. Pero tu caída
no es signo de un destino adverso, no es la pura y simple debilidad de quien es
despreciado. Has querido venir a socorrernos porque a causa de nuestra soberbia
yacemos en tierra. Ayúdanos a renunciar a nuestra soberbia destructiva y,
aprendiendo de tu humildad, podamos levantarnos de nuevo.
Vestir al desnudo: Por los que se sienten desprotegidos, y viven con la
desnudez de afecto y de protección.
Cuarta Estación: Jesús se encuentra con su Madre.
Del Evangelio de san Lucas: «Simeón los bendijo, diciendo a
María, su madre: “Mira, este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y
se levanten; y será como un signo de contradicción: así quedará clara la
actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma» (Lc 2).
Oración: Santa María,
Madre del Señor, has permanecido fiel cuando los discípulos huyeron. Al igual
que creíste cuando el ángel te anunció lo que parecía increíble que serías la
madre del Altísimo también has creído en el momento de su mayor humillación.
Por eso, en la hora de la cruz, en la hora de la noche más oscura del mundo, te
han convertido en la Madre de los creyentes, Madre de la Iglesia. Te rogamos
que nos enseñes a creer.
Acoger al forastero: Para que los extranjeros, los inmigrantes, los refugiados, y
por todos los que han salido forzosamente de su tierra.
Quinta Estación: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz.
Del Evangelio de san Marcos: «A
uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y
de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz» (Mc 15).
Oración: Señor, a Simón de Cirene le has abierto los ojos y
el corazón, dándole, al compartir la cruz, la gracia de la fe. Ayúdanos a
socorrer a nuestro prójimo que sufre, aunque esto contraste con nuestros
proyectos y nuestras simpatías.
Visitar a los enfermos: Por los enfermos y por las personas que les ayudan y
acompañan.
Sexta Estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús.
Del libro de los Salmos: «Oigo en mi corazón: “Buscad mi
rostro”. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con
ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios
de mi salvación» (Sal 26).
Oración: Danos, Señor, la inquietud del corazón que busca tu
rostro. Protégenos de la oscuridad del corazón que ve solamente la superficie
de las cosas. Danos la sencillez y la pureza que nos permitan ver tu presencia
en el mundo.
Visitar a los presos: Por los presidiarios, para que puedan rehacer sus vidas e
incorporarse a la sociedad.
Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez.
Del libro de los Salmos: «Me
rodeaban cerrando el cerco. Me rodeaban como avispas, ardiendo como el fuego en
las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé. Empujaban y empujaban para
derribarme, pero el Señor me ayudó» (Sal 117).
Oración: Señor Jesucristo, has llevado nuestro peso y
continúas llevándolo. Es nuestra carga la que te hace caer. Pero levántanos tú,
porque solos no podemos reincorporarnos. En lugar de un corazón de piedra danos
de nuevo un corazón de carne, un corazón capaz de ver No permitas que el muro
del materialismo llegue a ser insuperable. Haz que te reconozcamos de nuevo.
Enterrar a los muertos: Por todos los difuntos, especialmente por nuestros familiares
y amigos.
Octava Estación: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén.
Del Evangelio de san Lucas: «Hijas de Jerusalén, no lloréis
por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos» (Lc 23).
Oración: Señor, nos muestras la gravedad de nuestra
responsabilidad, el peligro de encontrarnos culpables y estériles en el Juicio
Final. Haz que caminemos junto a ti; no permitas que, al final, nos quedemos
como el leño seco, sino que lleguemos a ser sarmientos vivos en ti, la vid
verdadera, y que produzcamos frutos para la vida eterna (cf. Jn 15, 1-10).
Dar consejo al que lo necesita: Por aquellas personas que no
encuentran unas palabras de aliento ni de consuelo.
Novena Estación: Jesús cae por tercera vez.
De la Carta de san Pablo a los Romanos: «¿Quién podrá
apartarnos del amor de Cristo?; ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la
persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?... Pero en
todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado» (Rm 8).
Oración: Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una
barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu
campo vemos más cizaña que trigo. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella
Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, quedamos en tierra y Satanás se
alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos. Tú te has
reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu
Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos.
Enseñar al que no sabe: Por los niños que no tienen acceso al colegio ni a
una enseñanza digna.
Décima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.
Del Evangelio de san Juan: «Los soldados, cuando crucificaron
a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y
apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de
arriba abajo. Y se dijeron: “No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a
quién le toca”. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y
echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados» (Jn 19).
Oración: Señor Jesús, has sido despojado de tus vestiduras,
expuesto a la deshonra, expulsado de la sociedad. Te has cargado de la deshonra
de Adán, sanándolo. Es así como das significado a lo que aparece privado de significado.
Es así como nos haces reconocer que tu Padre te tiene en sus manos, a ti, a
nosotros y al mundo. Danos el traje de la luz de tu gracia.
Corregir al que se equivoca: Por los que son víctimas de los
cambios profundos y radicales producidos por nuestra sociedad.
Undécima Estación: Jesús es clavado en la cruz.
Del Evangelio de san Marcos: «Lo crucificaron y se
repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada
uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación
estaba escrito: “El rey de los judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno
a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: “Lo
consideraron como un malhechor”» (Mc 15).
Oración: Señor Jesucristo, te has dejado clavar en la cruz...
Te has dejado clavar, has sufrido sin evasivas ni compromisos. Ayúdanos a no
desertar ante lo que debemos hacer. A unirnos estrechamente a ti. A
desenmascarar la falsa libertad que nos quiere alejar de ti.
Consolar al triste: Por los que recorren la vida entre lágrimas, amarguras y
soledades.
Duodécima Estación: Jesús muere en la cruz.
Del Evangelio de san Juan: «Después de esto, sabiendo Jesús
que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo
sed”. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada
en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó
el vinagre, dijo: “Está cumplido”. E, inclinando la cabeza, entregó el
espíritu» (Jn 19).
Oración: Señor Jesucristo, constantemente estás siendo
clavado en la cruz. En este momento histórico vivimos en la oscuridad de Dios.
Por el gran sufrimiento, y por la maldad de los hombres, el rostro de Dios, tu
rostro, aparece difuminado, irreconocible. Pero en la cruz te has hecho
reconocer. En esta hora de oscuridad y turbación, ayúdanos a reconocer tu
rostro. A creer en ti y a seguirte en el momento de la necesidad y de las
tinieblas. Muéstrate de nuevo al mundo en esta hora.
Perdonar las ofensas: Por los que no saben perdonar, y les corroe el odio en su
interior.
Decimotercera Estación: Jesús es bajado de la cruz.
Del Evangelio de san Mateo: «Al anochecer llegó un hombre
rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió
a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran» (Mt
27).
Oración: Señor, has bajado hasta la oscuridad de la muerte.
Haz que en la hora de la oscuridad reconozcamos que tú estás presente. No nos
dejes solos cuando nos aceche el desánimo. Y ayúdanos a no dejarte solo. Danos
una fidelidad que resista en el extravío y un amor que te acoja en el momento
de tu necesidad más extrema, como tu Madre, que te arropa de nuevo en su seno.
Soportar con paciencia los defectos del prójimo: Por aquellas personas que nos caen
mal y por los que su trato no nos resulta fácil.
Decimocuarta Estación: Jesús es puesto en el sepulcro.
Del Evangelio de san Juan: «Había un huerto en el sitio donde
lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido
enterrado todavía... Allí pusieron a Jesús» (Jn 19).
Oración: Señor Jesucristo, al ser puesto en el sepulcro has
hecho tuya la muerte del grano de trigo, te has hecho el grano de trigo que
muere y produce fruto con el paso del tiempo hasta la eternidad. Desde el
sepulcro iluminas para siempre la promesa del grano de trigo del que procede el
pan de vida en el cual te ofreces a ti mismo.
Ayúdanos a amar cada vez más tu misterio eucarístico y a venerarlo, a
vivir verdaderamente de ti, Pan del cielo.
Rogar a Dios por los vivos y difuntos: Por todos aquellos que se han
encomendado a nuestras oraciones.
Oración final:
Señor, Dios nuestro,
que has querido realizar la salvación de todos los hombres
por medio de tu Hijo muerto en la cruz,
concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra
este misterio de amor,
dar testimonio de él en su misericordia, con palabras y
obras,
ante cuantos, en tu bondad, se cruzan en nuestro camino cada
día.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén .
Fotografía: Internet
No hay comentarios :
Publicar un comentario