Nadie nos pertenece, por eso hay que disfrutar cuando
se puede y aprender a dejar ir cuando se debe.
Verdaderamente, nadie nos pertenece, pero sí que sentimos esa
pertenencia de la que somos parte y nos une: mi madre, mi padre, mis hijos, mis
hermanos, mis abuelos, mi, mi… Este ‘mi’ es sinónimo de pertenencia y las
personas necesitamos relacionarnos en el contexto de pertenencia porque somos
seres sociables, familiares, y la familia es el núcleo principal de pertenencia.
Inevitablemente, la misma vida nos va vinculando a
diferentes grupos: familiares, amigos, compañeros, vecinos… Pero, relacionarse duele,
duele porque dejas entrar a las personas tan adentro de ti, que pueden hacerte
daño sin que exista nada de por medio que pueda protegernos, y es que aunque
podemos estar a la defensiva con las personas que no conocemos, podemos vestir
nuestra armadura para enfrentarnos a la vida del día a día, porque las personas
que dejamos entrar en nuestro corazón pueden hacernos daño desde adentro, sin esperarlo y cuando menos te lo imaginas.
Puede suceder que de pronto, alguien a quien quieres sea familia o amistad te hace daño por dañarte, un daño gratuito, sin esperarlo y sin saber el porqué. Cuando te hacen daño es lógico que preguntes y se hace necesaria dar alguna explicación. Bien es verdad, que hay personas que pueden llevar dentro un monstruo dormido y por menos de nada despierta y manifiesta la rabia de algo que sucedió muchos años atrás y necesita vengar ese supuesto agravio, o una envidia solapada de una niña insegura que se sentía inferior y con el tiempo aflora esa frustración envidiosa y tratará de despojar a la persona envidiada de su don natural. Esas actitudes, duelen, duelen porque nunca esperas que alguien a quien le has demostrado afecto y cariño incondicional, te traicione. Es por eso que cuesta tanto confiar nuevamente, es por eso que hay que tomar el tiempo necesario para decidir si los dejas entrar de nuevo a formar parte de tu vida, sin haber visto por su parte ni una disculpa ni un mínimo de arrepentimiento.
Relacionarse es necesario, pero las personas cambian y sus
corazones también, y las emociones más fuertes pueden terminar muriendo o
convirtiéndose en una emoción contraria, uno nunca sabe, y es por eso que es tan
importante disfrutar del momento cuando se está viviendo algo maravilloso. Siempre existe el temor de encariñarte
demasiado, porque si algo sucede en un futuro, ese cariño que sientes, si lo hieren, dolerá demasiado, por eso tengo miedo, pero aun con miedo no quiero
limitar mis sentimientos. Vivir es arriesgar y si alguien hace un mal, creo que se merece otra oportunidad, siempre y cuando haya una sincera explicación de las ofensas ocasionadas. Aunque se hace necesario limar agravios para poder retomar el camino correcto, solo así, cabe la esperanza de recuperar la confianza perdida.
La vida es maravillosa y vivirla junto a quienes quieres y te quieren es una bendición. Verdaderamente nadie nos pertenece, aunque sentimos el latido de la pertenencia, y en la pertenencia más cercana es donde se producen los mayores sufrimientos. De las vidas conectadas y de las vivencias compartidas, nada ni nadie nos pertenece, excepto el recuerdo. Nada dura
para siempre, las personas se marchan y algunos lugares también desaparecen,
pero lo que si podemos es conservar en la memoria todos esos buenos momentos vividos. Aunque la gente ya no esté presente o no regresemos a esos lugares
tan particulares, el recuerdo se queda con nosotros y prevalecerá por siempre.
Los recuerdos de la vida vivida es lo único que nadie puede arrebatarnos. Son instantes que guardamos en nuestra memoria y que solo a nosotros nos pertenece, y los traemos a la memoria siempre que la añoranza nos visite. Nadie puede decirnos qué debemos recordar ni a quién, simplemente hacemos nuestra propia selección, independientemente de que para otros no signifique algo. Lo que para ti fue importante se convierte en recuerdo imborrable, pase lo que pase...
Muchas veces, cuando las cosas van mal, afloran recuerdos de
momentos felices que nos llenan de nostalgia. Vivencias y recuerdos es todo
cuánto tenemos y nos empujan a seguir adelante. Piensas que ya no se volverán a
repetir secuencias hermosas e imborrables, porque verdaderamente nada se
repite, ni las vivencias ni las emociones serán las mismas, por eso todo lo que
atesoramos tiene el valor del momento. Y es ahí, a los recuerdos, dónde acudimos
cada vez que necesitamos volver a sentir a las personas que por el motivo que
sea ya no están con nosotros...
Nunca se sabe qué puede convertirse en un recuerdo. Hay veces que la cosa más insignificante nos evoca un momento bonito y esos detalles tiene esa importancia y significado individual, porque los sentires son muy particulares y las emociones también.
Lo bueno de los recuerdos que decidimos conservar es que
suelen ser siempre buenos recuerdos. Pero cuando hay heridas abiertas los
recuerdos duelen y aunque trates de anularlos, siempre vuelven. Se necesita
mucho autocontrol para mitigar la sensación de dolor, pero se puede cambiar
dolor por aceptación de los hechos y sus consecuencias, y aunque no cambien los
hechos, se intenta cerrar heridas, esa es la mejor prueba de superación para no sufrir
por lo que pasó, y a lo pasado, puerta.
La vida es una sucesión de vivencias imprevisibles, por
tanto, no siempre sabemos dar las respuestas apropiadas, a veces resolvemos por
impulso o por la emoción del momento o empujados por un interés, otras
sopesando los pros y los contras. Frente a una dificultad no siempre sabemos
qué hacer y por eso es fácil equivocarse, y al tiempo, porque es el tiempo el que
nos deja ver con claridad los aciertos y los errores de nuestras actuaciones, y si algo no salió bien y se puede enmendar, se enmienda para conseguir la paz de la conciencia.
La vida pasa y nada ni nadie nos pertenece excepto los recuerdos: La gente que quise y me quisieron, los lugares en los que viví, los sueños que se cumplieron, los amores que compartí, los llevo en mis recuerdos. Y serán los recuerdos los que me acompañen en la soledad de la etapa última de mi vida.
Inexorablemente, el tiempo pasa muy rápido y ya nada es igual, en mi vida faltan las personas que conformaron mi existencia. Sí, el tiempo pasa muy rápido y se hace necesario refugiarnos en esos buenos recuerdos para poder seguir haciendo camino, ese camino que nos lleva al destino final...
Fotografía: Internet
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