domingo, 12 de enero de 2020

Un acto de generosidad

Un sabio que tenía fama de ser el hombre más generoso del lugar fue a visitar a su rey. Paseando por los jardines tras el encuentro, observó a un criado mientras se disponía a comer su plato con la ración diaria de comida y un trozo de pan. Al momento, se acercó un perro olisqueando al criado con cara de hambre y el buen hombre le dio su pedazo de pan, que devoró en un visto y no visto. Como vio que seguía mirándolo, también le ofreció toda la comida. El sabio se acercó al sirviente y le preguntó: 
¿Sólo le dan a usted la ración que le acaba de regalar al perro? 
A lo que el humilde servidor respondió: 
Sí, eso es todo lo que nos reparten. 
Admirado por el gesto, el visitante continuó interrogando al criado en estos términos: 
¿Y por qué se ha quedado usted sin comer? 
Su explicación fue ésta: 
El animal ha venido de fuera y, como hay que ser hospitalario con los visitantes, he pensado que tendría hambre. Al ver que no tenía suficiente con el pan, también le he dado el plato de comida. 
El sabio al ver este acto de generosidad, pidió que nunca más volvieran a considerarle a él el hombre más generoso sino al criado.
La verdadera generosidad no es dar lo que te sobra, sino dar lo que al otro le hace falta, aunque eso fuese imprescindible para tu propia vida.

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