Hoy nos queda el recuerdo de un hombre íntegro e intachable, un faro de potentes destellos en un escenario poblado de ciegos. Con las primeras luces de un día temprano del primer mes del año 1920, en medio de una brutal ventisca, un agudo grito de dolor rasgó la madrugada, se marchaba un grande de España. Un canario universal. Hoy 4 de enero de 2020 hace 100 años que duerme la pluma, pero su voz nadie la podrá callar.
Benito Pérez Galdós nació en Las
Palmas de Gran Canaria el 10 de mayo de 1843 - Madrid, 4 de enero de 1920
(77años). Hijo de Sebastián Pérez, teniente coronel del Ejército y de Dolores
Galdós. Desde niño fue aficionado a la música, al
dibujo y a la literatura.
Benito Pérez Galdós estudia en el Colegio de San Agustín de
su ciudad natal, las Palmas de Gran Canaria, colabora en el periódico local El
Ómnibus. Al terminar sus estudios en 1862, se traslada a Tenerife para estudiar
el Bachiller en Artes, y posteriormente se marcha a Madrid para estudiar
Derecho. Allí acude a las tertulias del Ateneo y los cafés Fornos y Suizo,
donde frecuenta a intelectuales y artistas de la época. Escribe en los diarios
La Nación y El Debate.
En 1873 inicia la publicación de la primera serie de los
Episodios Nacionales con Trafalgar. Su popularidad ante los lectores durante la
década de los 90 va creciendo con su segunda serie de los Episodios nacionales.
Aparte de Madrid, Galdós pasa largas estancias en su casa de Santander,
conocida como “San Quintín”.
Viaja por Europa como corresponsal de prensa, conociendo así
corrientes literarias del momento como el realismo y el naturalismo. Su obra
tiene influencias de los franceses Honoré de Balzac, Émile Zola, Gustave
Flaubert y el inglés Charles Dickens, entre otros.
Transformó el panorama novelesco español de la época,
apartándose de la corriente romántica en pos del naturalismo y aportando a la
narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub,
Pérez Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano, y con
«su intuición serena, profunda y total de la realidad» se lo devolvió, como
Cervantes, rehecho, «artísticamente transformado». De ahí que «desde Lope
ningún escritor fue tan popular, ninguno tan universal desde Cervantes». Se le
considera uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo
XIX, no solo en España, y un narrador capital en la historia de la literatura
en lengua española, hasta el punto de ser propuesto por varios especialistas y
estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Fue
académico de la Real Academia Española desde 1897.
El escritor grancanario Benito Pérez Galdós, llegó a ser
propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912, pero su anticlericalismo
provocó que fuera asediado y boicoteado con éxito por los sectores más
conservadores de la sociedad española, representados en el catolicismo
tradicionalista, que no reconocían su valor intelectual y literario.
Tuvo gran afición a la política, aunque él mismo no se
consideraba un político. Sus comienzos políticos fueron liberales, para abrazar
después un republicanismo moderado y, posteriormente, el socialismo de la mano
de Pablo Iglesias. En sus inicios liberales se afilió al Partido Progresista de
Sagasta y en 1886 logró ser diputado por Guayama (Puerto Rico) en las Cortes. A
comienzos del siglo XX ingresó en el Partido Republicano y en las legislaturas
de 1907 y 1910 fue diputado a Cortes por Madrid por la Conjunción Republicano
Socialista; en 1914 fue elegido diputado por Las Palmas.
De su vida íntima sabemos que tuvo una hija ilegítima y
amoríos con Emilia Pardo Bazán (en Epistolario: Cartas con Emilia Pardo Bazán).
Nunca se casó, pero plasmó su tipo ideal de compañera en una mujer ya mayor:
Teodosia Gandarias (en Epistolario: Cartas a Teo; Cartas a Teodosia Gandarias),
en el drama Pedro Minio (1908). Constantemente predicó un tipo de amor más
libre, que veríamos en Realidad y Tristana, aunque se opuso a las costumbres
demasiado licenciosas.
Huellas del Madrid Galdosiano. A los diecinueve años se traslada a Madrid. Allí conocería
a don Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de
Enseñanza, quien le alentó a escribir y le orientó hacia el krausismo. Durante
los primeros años de su estancia en la corte frecuentó redacciones y teatros.
Escribió en La Nación y en El Debate.
Mapa de Madrid, 1857. La Fontana de Oro (1870), La sombra
(1871) y El audaz (1871) fueron los títulos de sus primeras novelas, que
revelan todavía una influencia del Romanticismo. Publicó artículos (en La obra:
Fronteras entre novela y artículo periodístico; Galdós periodista) políticos en
la Revista de España y algo de ellos, así como el ataque al régimen anterior a
la Revolución de 1868 y el inmovilismo de la tradición, se plasma en sus obras
de tesis de la misma época: Doña Perfecta (1876), Gloria (1877), La familia de
León Roch (1878) y Marianela (1878).
Abre el camino al Naturalismo con La desheredada (1881), la
primera de sus novelas contemporáneas a la que le seguirán El doctor centeno
(1883), Tormento (1884) y La de Bringas (1884). El amigo manso (1882) es una de
las creaciones más originales de Galdós. Lo prohibido (1884-85) es la novela
galdosiana más impregnada de Naturalismo. Fortunata y Jacinta de 1886-7 es un
vasto mural donde la historia, la sociedad y el perfil urbano de Madrid sirven
de fondo a un argumento que presenta a dos jóvenes enamoradas del mismo hombre.
En 1873 aparecieron las dos primeras series de los Episodios
nacionales. Leyó a Balzac (en Retrato familiar y social: Galdós y sus
contemporáneos europeos), a los novelistas rusos y a Dickens de quien tradujo
Pickwick papers. Aprovechó las rápidas apreciaciones e indicaciones sobre sus
países. Acusó a los escritores contemporáneos de incapaces de describir la vida
de su tiempo. Sólo excluyó de sus ataques a Fernán Caballero y a José María
Pereda. Urgió a los otros escritores a tomar las grandes conclusiones de los
problemas sexuales y espirituales de la clase media urbana de su época como
principal fuente de inspiración. Sus últimos escritos teóricos añaden poco a
estas ideas. Merecen citarse el prólogo a El sabor de la tierruca de Pereda, un
memorial dirigido a la Real Academia Española y el prólogo a la tercera edición
de La Regenta, de Clarín.
Al final de la década de los 80 y a comienzos de la siguiente
publica Miau (1888), La incógnita (1889), Torquemada en la hoguera (1889),
Realidad también en 1889 y Ángel Guerra de 1891, en donde experimenta una nueva
manera de novelar. Los problemas éticos aparecen en Tristana (1892), Nazarín
(1895), Halma (1895) y Misericordia (1897). Frecuentemente (como en Nazarín o
Misericordia), sus novelas parecen recordar a Dostoievski. Su penetración
psicológica ha sido igualada pocas veces. Entre sus características más
definidas se cuentan un estilo personal vigoroso y muy marcado; un gran
conocimiento de la locura y la esquizofrenia (no hay que olvidar su interés por
Don Quijote) raramente preciso; un efectivo y sistemático manejo del simbolismo
(evocador de su propia desilusión por la debilidad de España) y una conmovedora
lástima por la gente que pretende elevarse de la bondad a la santidad.
Las obras dramáticas de Galdós (en La obra: El teatro de
Galdós, representaciones en blanco y negro) fueron frecuentemente críticas por
tener un carácter esencialmente novelesco. Ciertamente, adaptó para el teatro
sus propias novelas Realidad en 1892, La loca de la casa en 1893, Doña Perfecta
en 1896, El abuelo en 1904 y otras, que fueron acogidas con éxito por el
público y por la crítica. Electra, por motivos políticos o, en todo caso,
extraliterarios, constituyó un acontecimiento nacional. El autor nunca había
sido tan serio, tan cuidadoso y preocupado como en estos dramas. Hemos de
indicar que estas cualidades se hallaban en el teatro español de aquel tiempo.
Su influencia para la escena posterior fue benigna. En sus últimos años la
oposición creciente se vio patente en la candidatura rechazada y poco después
aceptada de la Real Academia. Le dolió que la generación del 98 no le
considerara su mentor. La concesión del premio Nobel de literatura a Echegaray
(autor muy inferior y de escasa valía) lo consideró un mazazo a la mejor
literatura española de su tiempo. En 1912 quedó ciego (en Los últimos años: La
ceguera), aunque no por ello sufrió menos la insolvencia en sus últimos años.
Por entonces escribió una tercera, cuarta y, finalmente, quinta serie de
Episodios nacionales entre 1898 y 1912; de la última serie únicamente
aparecieron seis volúmenes, quedando así incompleta.
La labor de Benito Pérez Galdós fue la de transformar el
panorama novelesco español de aquella época. Dejó al lado el romanticismo y
avivó el realismo español, dotando tanto de una gran expresividad a la
narrativa como de nuevas formas aptas para el entendimiento del mundo y de la
obra. El escritor, a la altura de grandes como Tolstói o Zola, retrató con
meticulosidad una España decadente y, sin embargo, en sus últimos momentos fue
olvidado y maltratado.
“Nadie es profeta en su tierra”. Hasta su tierra lo ha tenido
poco en cuenta. La ciudad de Las Palmas tenía una deuda pendiente con Benito
Pérez Galdós, el escritor más ilustre de canarias, y el 28 de mayo de 2021, 101
años después de su fallecimiento, el Ayuntamiento de las Palmas de Gran Canaria
lo distingue como Hijo Predilecto.
Hay que reconocer que nadie como don Benito Pérez Galdós
entona ese fúnebre 'mea culpa' con tan sentido dolor como lo hace él. Las 46
novelas históricas (Episodios Nacionales) que desgranan a una España en
descomposición desangrándose de espaldas a la evolución que embridaban los
países del norte, nos revela el trágico diagnóstico que todos miramos de reojo
y no queremos abordar por la magnitud del reto.
Después de Cervantes, Benito Pérez Galdós es el mejor retratista
de la idiosincrasia española y de sus realidades más amargas. Habiendo vivido
lo que vivió y conociendo los latidos de la historia de España, vibrantes a la
par que sombríos, dijo algo tan lapidario como: "Más sabe el que vive sin
querer saber, que el que quiere saber sin vivir".
Galdós es uno de los autores más prolíficos de su generación, tanto en novela como en teatro. La labor de Benito Pérez Galdós fue la de transformar el panorama novelesco español de aquella época. Dejó al lado el romanticismo y avivó el realismo español, dotando tanto de una gran expresividad a la narrativa como de nuevas formas aptas para el entendimiento del mundo y de la obra.
"La lógica española no puede fallar. El pillo delante
del honrado; el ignorante encima del entendido; el funcionario probo debajo,
siempre debajo".
Benito Pérez Galdós.
Fotografía: Internet
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