Los santos que están en el cielo son hombres de carne y hueso que se hicieron santos andando por los caminos de la tierra. Dijo santo Tomás Moro que: “La tierra no tiene ninguna tristeza que el cielo no pueda curar”.
¿Cuán grande puede ser el Amor de Dios para ofrecernos esta vida eterna? Día a día nos cuestionamos sobre ello, y día a día el Señor nos responde con pequeñas y grandes muestras de su Amor; en nuestra oración, a través de las personas y de las distintas situaciones de nuestra vida. Esto nos lleva a preguntarnos: si Dios me permite ser feliz ahora, si me permite encontrarme con su Amor, ¿cuánto más podré serlo en el cielo?, ¿cuánto más profundo e intenso será ese Amor?
San Agustín: “Allí, la buena voluntad estará tan dispuesta en nosotros que no tendremos otro deseo que el de quedarnos allí eternamente”.
San Felipe Neri: “Si tan sólo llegáramos al cielo, qué cosa más dulce y sencilla que estar allí para siempre diciendo con los ángeles y los santos, Sanctus, sanctus, sanctus”.
San Anselmo de Canterbury: “Nadie tendrá ningún otro deseo en el cielo que lo que Dios quiere; y el deseo de uno será el deseo de todos; y el deseo de todos y de cada uno de ellos será también el deseo de Dios”.
San Juan María Vianney: “Oh mis queridos feligreses, ¡tratemos de llegar al cielo! Allí veremos a Dios. ¡Qué felices nos sentiremos! Si la parroquia se convierte vamos a ir allí en procesión con el párroco a la cabeza… ¡Tenemos que llegar al cielo!”
Santa Bernadette Soubirous: “Mi corona en el cielo brillará con inocencia, y sus flores serán radiantes como el sol. Los sacrificios son las flores Jesús y María eligieron”.
El cielo es un lugar maravilloso, y todos deben esforzarse para llegar allí.
Pero quizás la cita “celestial” más alentadora de todas viene de santa Teresa de Lisieux, la “Pequeña Flor”, quien señaló que tan gloriosa como el cielo, Dios encuentra la presencia de sus hijos infinitamente más deseable: “Nuestro Señor no desciende del cielo todos los días para estar en un copón de oro. Se trata de encontrar otro cielo que es infinitamente más querido para Él, el cielo de nuestras almas, creado a su imagen, los templos vivos de la adorable Trinidad”.
El cielo, reino de paz y amor, nos espera al final de nuestros vida terrenal, para lo cual debemos vivir ayudando a vivir, pero quienes se empeñen en sembrar la maldad, Dios se apiade de ellos…
Con respecto a los santos, hay que ver la cantidad de simbologías que existen para identificar su vida y muerte.
"El mundo físico es una metáfora corpórea de la realidad espiritual" concepción filosófica de la escolástica de Santo Tomás de Aquino que resume perfectamente cómo en la iconografía cristiana todo tiene una carga significativa de orden superior, una función simbólica.
La iconografía cristiana, especialmente durante la Edad Media, pretendía hacer accesible a los iletrados todo tipo de mensajes religiosos. Los atributos y otros recursos iconográficos son símbolos de los santos, que se fundamentan en las hagiografías y martirologios.
Como decía Santo Tomás: "No es bella una cosa porque nosotros la amamos, sino que la amamos porque es bella y buena y todo lo bello y bueno es verdadero."
A continuación, algunos de los signos, alegorías e iconografía cristiana:
Báculo de abad: se encuentra en forma de S a partir del año 1500 y acompaña a los abades y abadesas santos.
Báculo pastoral y la mitra: se encuentran junto a los obispos santos.
Libro: puede encontrarse junto a todos los santos, preferentemente evangelistas y doctores de la Iglesia.
Dragón: si se encuentra bajo los pies, simboliza la victoria sobre los paganos y los herejes; también simboliza el demonio.
Bandera: se encuentra junto con los santos de origen noble; igualmente acompaña a la personificación Eclesiástica.
Cáliz: acompaña a las imágenes de los sacerdotes.
Maqueta de iglesia: se encuentra con los donadores de las iglesias.
Cruz: acompaña a los seguidores religiosos, sobre todo a los miembros de una orden.
Corona: implica la descendencia noble o la recompensa divina, en este contexto se aplica sobre todo a mártires virginales.
Lanza: esta arma acompaña a los soldados santos.
Azucena o lirio: simboliza virginidad.
Palma o rama de palmera: simboliza la victoria sobre el mundo y la carne, por el martirio. Los mártires morían por confesar su fe y la rama de palmera representa los doce artículos del Credo de los Apóstoles. En los tres primeros siglos, los cristianos eran bautizados durante la Vigilia Pascual culminando el proceso de catequético; una semana antes, el Domingo de Ramos profesaban su fe en público y su padrino les regalaba una palma.
Báculo, bolsa y sombrero de peregrino: accesorios de los peregrinos.
Globo imperial: se encuentra en las representaciones de los reyes santos.
Rosario: la imagen de un rosario simboliza la devoción a María.
Espada: acompaña a los caballeros santos y a los decapitados.
Calavera: la representación de una calavera simboliza el rechazo a los placeres de la vida; es el símbolo de los penitentes y ermitaños.
Cetro: este objeto acompaña a los emperadores y reyes santos.
Hábito y tonsura: santos de órdenes religiosas.
Paloma: simboliza el Espíritu Santo.
Celebramos la festividad de todos los santos, y ser santo es participar de la santidad de Dios. Nuestro Padre, nos creó para ser santos.
Dios nos ha llamado y nos capacita a todos a ser santos: "Sean santos... porque Yo, el Señor, soy santo" (Lev 19,2; Mt 5, 48).
Cristo vino al mundo para hacer posible nuestra santidad. Es por eso que en el Nuevo Testamento se le llama "santos" a los cristianos (1Cor 1, 12; Rm 1, 5; 1Pe 1, 15-16).
Son santos solo si viven su fe (Apoc 21, 2.10). Los santos del cielo murieron en gracia de Dios. Su santidad comenzó en la tierra.
Los santos «han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo» (Hechos de los Apóstoles,15, 26).
Papa Benedicto XVI: "El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del prójimo".
Los hombres perdimos la vida de gracia al apartarnos de Dios por el pecado, pero Jesucristo nos reconcilió con el Padre muriendo por nosotros en la Cruz. Por el bautismo recibimos los méritos de ese sacrificio de Cristo, somos liberados del pecado e injertados en Cristo para ser Hijos de Dios y participar de su santidad. San Pablo usa la palabra "santos" para referirse a los fieles que viven la nueva vida en el Espíritu Santo. (2 Cor. 13,12; Ef. 1,1).
Muchas cosas que suceden en el cielo son un misterio para los de la tierra, pero otras están bastante bien discernidas como la intercesión de los santos por nosotros, que supone siempre una comunicación entre ambos.
Si la muerte no fuera el preludio a otra vida, la vida presente sería una burla cruel. No se acaba el amor sólo con decir adiós, hay que tener presente que el estar ausente no anula el recuerdo, ni compra el olvido… El alma del hombre es como el agua. Viene del cielo, se eleva hacia el cielo y vuelve después a la tierra, en un eterno ciclo.
Fotografía: geralt
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