—Maestro – dijo un discípulo-, enseñas que Dios está en el interior de cada uno de nosotros, pero ¿cómo puede la divinidad, tan vasta como es, caber dentro de nosotros?
Le respondió el maestro:
—Ve hasta el río Ganges y tráeme un litro de agua.
Cuando éste llegó con la botella llena de agua, el maestro quedó asombrado:
—¡Pero si ésta no es el agua de Ganges!
—¡Por supuesto que sí! La he sacado yo mismo del río—, exclamó el discípulo.
—Pero, ¿dónde están las tortugas, los peces, las gentes que en él se bañan, las embarcaciones, los cadáveres que arrastra y los monjes que hacen sus abluciones en él? Yo no veo nada de todo esto en ella. ¡No puede tratarse del agua en cuestión! ¡Corre a arrojarla al Ganges!
Cuando el discípulo regresó, el maestro le dijo:
—Ahora tu litro de agua, mezclado con el agua del río contiene tortugas, peces y todo cuanto le faltaba antes... Ésa sí que es el agua del Ganges.
La inmensidad del todo está en todos...
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