Un día Pablito entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto. Su padre lo llamó y Pablito se acercó diciendo en forma irritada:
—Papá, ¡te juro que tengo mucha rabia! Carlitos no debió hacer lo que hizo conmigo. Por eso, le deseo todo el mal del mundo. ¡Tengo ganas de matarlo!
Su padre, un hombre sencillo pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo que continuaba reprochando al compañero:
—Imagínate que el estúpido de Carlitos me humilló frente a mis amigos. ¡No acepto eso! Me gustaría que él se enfermara para que no pudiera ir más a la escuela.
El padre al ver que no se calmaba, se dirigió hacia una esquina del garaje de la casa, cogió una bolsa llena de carbón, la llevó hasta el final del jardín y le propuso lo siguiente:
—¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte a la idea de que es Carlitos y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tírale todo el carbón que hay en la bolsa, hasta el último pedazo. Después yo regreso para ver como quedó.
El niño lo tomó como un juego y comenzó a lanzar los carbones pero como el tendedero estaba algo alejado, pocos carbones acertaron a dar en la camisa. Cuando el padre regresó le preguntó:
—Hijo, ¿qué tal te sientes?
—Cansado, pero contento, porque acerté dar con algún carbón a la camisa.
El padre tomó al niño de la mano y le dijo:
—Ven conmigo, quiero mostrarte algo.
Lo colocó frente a un espejo donde podía verse todo su cuerpo… ¡Qué susto! Estaba todo negro y sólo se le veían los dientes y los ojos. En ese momento el padre dijo:
—Hijo, cómo pudiste observar la camisa quedó un poco sucia pero no es comparable a lo sucio que quedaste tú. El mal que deseas a otros rebota contra ti perturbando tu paz. Por mucho que queramos incomodar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre queda en nosotros.
Buena enseñanza de este padre, ciertamente es así, por eso:
Ten mucho cuidado con tus pensamientos porque ellos se transforman en palabras.
Ten mucho cuidado con tus palabras porque ellas se transforman en acciones.
Ten mucho cuidado con tus acciones porque ellas se transforman en hábitos.
Ten mucho cuidado con tus hábitos porque ellos moldean tu carácter.
Y ten mucho cuidado con tu carácter porque de él dependerá tu destino.
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