La Cuaresma es un testigo anual que nos recuerda la importancia de la Cruz de Cristo como signo e instrumento de salvación.
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca
la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para
arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser
mejores y poder vivir más cerca de Cristo. La Cuaresma es el tiempo litúrgico
del calendario cristiano destinado a la preparación espiritual de la fiesta de
la Pascua. Se trata de seis semanas de purificación e iluminación interna,
celebrado en las Iglesias católicas, copta, ortodoxa, anglicana, incluyendo
algunas evangélicas, aunque con inicios y duraciones distintas.
La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda,
la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la
Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió
la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno,
según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno
infrapascual del viernes y sábado santos, como preparación al Domingo de Resurrección.
Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este
período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la
realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma. Influyeron
también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial
para la reconciliación de los penitentes.
La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la
praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha
conmemoración. A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento
de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen
el viernes y transcurran la noche del sábado en vela. Por otra parte, en el
siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede
romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.
De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la
Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros
atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo,
mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la
institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual
se circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y
domingos. Este ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en
vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal
de cuarenta días.
El período cuaresmal de seis semanas de duración nació
probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su
preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno
prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea
eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta
días, recibió el nombre de Quadragesima o Cuaresma.
¿Por qué inicia un miércoles? Cuando en el siglo IV, se fijó
la duración de la Cuaresma en 40 días, ésta comenzaba 6 semanas antes de la
Pascua, en domingo, el llamado domingo de "cuadragésima". Pero en los
siglos VI-VII cobró gran importancia el ayuno como práctica cuaresmal. Y aquí
surgió un inconveniente: desde los orígenes nunca se ayunó en día domingo por
ser "día de fiesta", la celebración del día del Señor. Entonces, se
movió el comienzo de la Cuaresma al miércoles previo al primer domingo de ese
tiempo litúrgico como medio de compensar los domingos y días en los que se
rompía el ayuno.
Dicho miércoles, los penitentes, por la imposición de la
ceniza, ingresaban en el orden que regulaba la penitencia canónica. Cuando la
institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad
cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o "Feria IV
anerum".
¿Por qué la ceniza? La imposición de cenizas marca el inicio
de la cuaresma en la que los cristianos católicos nos preparamos para celebrar
la Pascua con cuarenta días de austeridad, a semejanza de la cuarentena de
Cristo en el desierto, también la de Moisés y Elías.
En el Antiguo Testamento la ceniza simboliza dolor y
penitencia que era practicada para reflejar el arrepentimiento por los pecados
cometidos.
La raíz de la palabra "humildad" es
"humus" (tierra). La ceniza es un signo de humildad, nos recuerda lo
que somos. Las cenizas, como polvo, son un signo muy elocuente de la
fragilidad, del pecado y de la mortalidad del hombre, y al recibirlas se
reconoce su limitación; riqueza, ciencia, gloria, poder, títulos, dignidades,
de nada nos sirven.
La costumbre de imponer la ceniza se practica en la Iglesia
desde sus orígenes. En la tradición judía, el símbolo de rociarse la cabeza con
cenizas manifestaba el arrepentimiento y la voluntad de convertirse: la ceniza
es signo de la fragilidad del hombre y de la brevedad de la vida.
Al inicio del cristianismo se imponía la ceniza especialmente
a los penitentes, pecadores públicos que se preparaban durante la cuaresma para
recibir la reconciliación. Vestían hábito penitencial y ellos mismos se
imponían cenizas antes de presentarse a la comunidad. En los tiempos medievales
se comienza a imponer la ceniza a todos los fieles cristianos con motivo del
Miércoles de Ceniza, significando así que todos somos pecadores y necesitamos
conversión. La cuaresma es para todos.
Las cenizas se obtienen al quemar las palmas (en general de
olivo) que se bendijeron el anterior Domingo de Ramos. Se debe aclarar que no
tendría sentido recibir las cenizas si el corazón no se dispone a la humildad y
la conversión que representan.
Las cenizas son un sacramental. Estos no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia los sacramentales "preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella".
Las cenizas nos recuerdan:
El origen del hombre: "Dios formó al hombre con polvo
de la tierra". Gen. 2,7.
El fin del hombre: "Hasta que vuelvas a la tierra,
pues de ella fuiste hecho". Gn. 3,19.
"Todos expiran y al polvo retornan". Sal. 104,29.
Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el
número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del
mundo futuro. El Concilio Vaticano II (cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma
posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter
de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la
Palabra de Dios y a la oración incesante.
Oración para la Cuaresma: Padre de bondad y amor, estamos a punto de iniciar la Cuaresma, ayúdanos a prepararnos para hacer de este un tiempo productivo que me lleve a descubrir lo profundo de tu amor y que al final descubramos en la imagen de Jesús crucificado, que eres un Dios vivo y verdadero. Amén.
Fuente: Catholic.ne
Fotografía: Internet
No hay comentarios :
Publicar un comentario