Somos instantes, momentos pasajeros y una sucesión de
recuerdos. Somos viajeros en el tiempo, en una fracción del mundo en la que
instalamos nuestra vida como si fuera a durar para siempre. Pero lo cierto es que
somos fugaces, somos como huellas en la arena que las olas borran al momento.
Sin embargo, a pesar de ello creemos que somos resistentes como el hormigón armado.
Nos empeñamos en vivir instalados en el cuento de aquello que
nos hiere y en el lamento de no tener lo que nos falta y nos olvidamos de vivir
lo que tenemos. Dejamos que el tiempo se escape sin pensar que nada es eterno,
ni lo que amas ni lo que te hiere, porque en realidad somos una sucesión de
momentos, somos instantes pasajeros. Somos instantes sin tiempo.
Lo queremos todo al momento, no tenemos lugar para el
respiro, todo es rápido, todo pasa y nada se disfruta. El estrés se adueña de nosotros en el mundo de la comida
rápida, las citas exprés y los horarios repletos de prisas a ninguna parte, hemos
perdido la perspectiva del valor del tiempo, preocupándonos más por el
sufrimiento que por el placer de las cosas simples y agradables de la vida. Pues, para pensar sobre todo ello, nos abre la mente la
psicóloga Lorena Vara González, en la ‘menteesmaravillosa’, web dónde desde la psicología, dan consejos y pautas para entender y sobrevivir al devenir de la vida.
“Solo se vive una vez, pero si lo haces bien, una vez es
suficiente”. Mae
West.
Somos unos locos que no sabemos vivir el momento. Preferimos
ir deprisa mirando el suelo en lugar de disfrutar del lugar y el tiempo en el que nos encontramos. Vamos acelerados, preferimos correr para llegar a cualquier sitio en lugar de pasear y respirar sosegadamente. Preferimos dejar que el tiempo se escape entre nuestros dedos
que agarrar los momentos con fuerzas para vivirlos intensamente y sin miedos.
Hay que reconocer que hoy vivimos impacientes, todo lo queremos ahora y ya, todo
deprisa porque siempre nos parece que algo más importante nos espera, algo imaginario nos impide disfrutar del
momento presente y de todo lo que tenemos. Nos olvidamos de vivir el ahora sin tomar conciencia de ello. Vivimos encerrados en un
túnel del tiempo, un túnel oscuro con una sola luz al fondo que nos impide ver
aquello que nos rodea y que nos empuja a ir ciegos hacia ese futuro incierto.
“Cualquier cosa que merezca la pena, merece la pena hacerlo
lentamente”. Mae
West.
Somos instantes que vivimos como si fuéramos eternos. Somos instantes que no sabemos valorar y disfrutar de lo que tenemos a nuestro alrededor. Nos comportamos como si ya no hubiera tiempo para disfrutar de lo bueno, cuando en realidad lo tenemos delante y nos lo estamos perdiendo.
Sí, cuando algo nos hiere somos unos “masocas” instalados en el sufrimiento. Nos sumergimos en el dolor y nos abrazamos a la queja como si no hubiera nada más en el mundo que nuestros problemas y sufrimiento. Nos cegamos ante ese dolor y dejamos de ver que más hay ahí afuera. Hurgamos en nuestras heridas despacio y sin buscar soluciones. Nuestras conversaciones se vuelven monótonas día a día porque paramos nuestros relojes en aquello que nos lastima. Somos instantes, menos cuando sufrimos, entonces somos eternos dañinos.
En ese agujero negro del sufrimiento en el que a veces con gusto nos
vemos inmersos, nos cegamos ante la luz que nos indica la salida de nuestros
problemas, porque no somos capaces de reaccionar para dejar atrás lo que nos paraliza y dejamos
escapar lo bueno. Nos olvidamos de recordarnos que somos instantes y el dolor
es pasajero. Y cuando se ignora el dolor ya no se siente.
Si somos instantes, vivamos plenamente y sin miedo. Nosotros elegimos cómo vivir y pasar nuestros momentos. Podemos decir que un
vaso de agua está medio lleno o medio vacío y ambas
posturas son correctas, pero la forma más optimista es la que te sacará del ensimismamiento y te hará
disfrutar de la vida.
Tengamos en cuenta que a veces nos sentimos mal porque
estamos sobrepasados por nosotros mismos, o por la situación que viven las personas que queremos y que nos importan, que viendo que necesitan ayuda y queriendo ayudarles no se dejan ayudar, eso nos desborda y nos sume en la impotencia, ya que la terquedad no hay quién la doblegue. Pero debemos mantener la calma y con ello la capacidad
de soportar las emociones difíciles y siempre abiertos a la esperanza de que el tiempo da nuevas oportunidades.
Normalmente pensamos que lo que hace que se activen las
emociones difíciles es algo externo a nosotros, aunque es muy probable que
nos identifiquemos con esas emociones y las juzguemos como negativas, y tratando
de huir de ellas buscando culpables externos. Sin embargo, la realidad es que
somos nosotros los únicos que podemos aceptar y vivir con esa distancia que hace que poco a poco se integren sanamente para que no nos afecten tanto.
La principal consecuencia de esconder nuestras emociones es la de ser menos libres. Es por ello por lo que tenemos que soltar esas emociones, dejarlas salir de nuestro interior y abrir así un abanico de escape en nuestra realidad diaria. Suelta esas emociones que te atan, déjalas salir de tu interior y es posible que saques partes dolorosas que tenías ocultas que te limitan y coartan tu espontaneidad. Recupera tu equilibrio personal. Gestiona tú mismo tu ritmo y verás que es un proceso en el que tu capacidad de control interior será más liberador y generoso.
Aunque no todo dependa de lo que tú pongas de tu parte, hay que pensar que todo pasa, todo cambia y todo se puede
modificar. Podemos decidir cómo vivimos nuestras propias situaciones, tanto las
buenas como las malas. Podemos disfrutar de cada momento presente sin que se
nos escape tanto bueno y podemos escapar del sufrimiento sin que nos atrape, pero aceptando los aconteceres en su justa medida.
Tú decides como pasar cada instante como colorear cada
recuerdo y como aceptar cada situación, porque son las situaciones las que nos ponen a prueba. Tú vives tu vida y moldeas tu presente.
Sólo tú puedes decidir disfrutar de cada paso del camino o aferrarte a tus
miedos o a las personas que dan miedo y no disfrutar de cada momento.
Solo tú puedes evitar que cuando llegue tu final quieras
pedirle tiempo al tiempo por echar de menos aquello que no has hecho. Nadie
puede darle más tiempo al reloj del tiempo; los instantes pasan, tú decides si los
aprovechas o los dejas pasar. Recuerda que, de lo que no está en tus manos no te puedes responsabilizar. Cada segundo cuenta, vive y no mires atrás, vive
o si no te arrepentirás...
Cualquier destino por largo y complicado que sea, consta en
realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién
es. Jorge Luis
Borges
A pesar de los pesares, recuerda que somos instantes: por eso hay que sonreír más.
Amar a cada hora. Disfrutar cada segundo. Vivir cada instante y ser feliz toda
la vida…
Fotografía: Internet
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