jueves, 10 de marzo de 2022

Aprender para vivir


 

Dicen, que hace falta toda una vida para aprender a vivir… Hay lecciones de vida que deberíamos aplicar para vivir mejor, pero a veces nos resistimos a ellas, como si aprenderlas fuese a empeorar nuestra situación. Pero una vida bien llevada permite experimentar multitud de cosas, multitud de emociones y sensaciones.

Nacemos sin un manual, pero con una condición innata para ir modificando la conducta conforme vamos adquiriendo experiencias. Pero llega un momento, al acceder a la madurez, en que perdemos esa frescura y al igual que el cuerpo suele volverse más rígido con el tiempo, la mente puede que también.

Preservamos de esa manera lo que somos lo que hemos conseguido y nos volvemos conservadores. Sin embargo, la vida sigue cambiando alrededor y los retos no cesan. Si mantenemos abiertas nuestras opciones y capacidades no nos sentiremos fuera del mundo ni de uno mismo.

Necesitamos seguir aprendiendo de la vida, como necesitamos ejercitar el cuerpo con los años, para crecer como seres libres, responsables y capaces. Solo hay que desempolvar cualidades que todos tenemos, pero que con frecuencia olvidamos en el desván del abandono…

Hay que vivir con humildad, porque la vida siempre te puede sorprender y debes estar abierto a la sorpresa por mucho que creas que ya lo has visto y vivido todo. Solo tienes que estar atento y mantener los ojos bien abiertos a los nuevos caminos que te presentan nuevas oportunidad para experimentar sensaciones y emociones que nos pueden enriquecer. Es bueno dejarse llevar. Es bueno mantener cierto control de la vida, pero a veces hay que soltar amarras predispuestos a aceptar que los acontecimientos nos van curtiendo y mantener viva la ilusión es la mejor garantía de una vida dichosa.

No existe un libro de instrucciones para manejarnos en la vida. Sin embargo solemos cometer errores por dejar de lado lecciones imprescindibles para tener una vida plena. Equivocarse también es una forma de aprender, pero cómo aceptar cometer errores...  Equivocarte y volverte a equivocar, eso forma parte del proceso de aprendizaje. Experiencias que se van adquiriendo y de las que obtienes conocimiento que se convierten en auténticas lecciones de vida.

La primera lección es, que la que soy en estos momentos no es la que yo creía que sería cuando era joven. No peor o mejor, diferente. La vida es cambio, aunque a veces cuando echamos la vista atrás tengamos la percepción de que nada ha cambiado, pero, ya lo creo que si ha cambiado... Cambian los átomos que dan forma a nuestro ser, las moléculas que originan o participan en los procesos químicos de nuestro cuerpo; cambian nuestros músculos y huesos, y cambia nuestra forma de pensar, de sonreír o de amar. Y desde luego, cambian nuestras opiniones y nuestra forma de ver la vida. ¡Cómo no van a hacerlo! Si no fuera así, sería como si la vida no tuviera nada que ver con nosotros, como si fuéramos impermeables a ella y al tiempo. Cambiamos porque es la manera de mantenernos vivos y atentos. Eso no quiere decir que no me reconozca en ningún momento del pasado, de la esencia siempre quedan rasgos reconocibles, solo que, valga la paradoja, somos los mismos a base de cambiar.

Es importante vivir día a día. Mientras eres joven las pasiones te arrastran y los grandes ideales te guían. La plenitud física te hace ignorar tu propio cuerpo y das por sentado que siempre será así. Eres como un barco que navega con las velas desplegadas en un mar azotado por los vientos. Vas pegando saltos y bandazos. Ignoras las cosas concretas, las sensaciones concretas, los sentimientos concretos, pero los embates de las olas te doblegan y te van obligando a resistir para pervivir. 

En la juventud tiende uno a ver el mundo exterior a través de la vaguedad, de lo no formulado, de lo irreal. Pero la vida va haciendo su trabajo en un proceso de decantación lento con el que vas adquiriendo el sentido de lo real y sus recompensas: Lo que comes, el aire que respiras, la naturaleza que te inspira, la persona a la que amas, los sentimientos que te embargan... Todo dejas de percibirlos a través del estereotipo, de la convención y les vas dando tu sentido, tu marchamo. Cada instante gana su importancia.

La juventud es maravillosa, sí, pero he apreciado más con la madurez, cuando cada río ha tenido su nombre, cada ciudad su recuerdo, cada amigo su recompensa, cada despedida su lágrima, cada grito su eco...

Cuando eres joven no cesas de preguntarte ¿quién soy?, buscando en ti unas esencias que se supone debes tener. Pero esa pregunta es de difícil respuesta, porque ¿qué significa conocerse? Verte tal cual eres, sin trampas. Pero la capacidad de auto-engañarse que tiene el ser humano es muy grande, superior seguramente a la capacidad de observarse tal cual es, y más cuando solo se manejan conceptos, ideas, muchas de ellas vaporosas e interesadas.

Crecer duele, implica tomar decisiones difíciles. Dejar personas que quieres, pero que no suman en tu vida. cambiar de hábitos. Renunciar a expectativas que pensabas te harían feliz... Crecer duele, pero es necesario.

Con la edad descubres que hay algo para saber quién eres realmente: tus días. Lo que haces, lo que vives, lo que sientes, es lo que mejor te define y lo que puede convertirse en la palanca de cambio cuando lo necesites. Siempre recuerdo en este sentido lo que le repetía la abuela de la primatóloga Jane Goodall, según cuenta en sus memorias, cuando era niña: "Tu fortaleza son tus días. Como sean tus días será tu vida". Es un buen consejo que he procurado seguir cuando la vida me ha llevado por caminos desconcertantes o que me superaban. En esas ocasiones, he huido de las grandes cuestiones y de los grandes objetivos y me he aferrado a mis días concretos, intentando mejorarlos uno a uno, creando mi nueva fortaleza, buscando nuevas satisfacciones. Porque se trata de vivir y vivimos día a día, sacando fuerzas de flaqueza para afrontar las vicisitudes que se nos presentan en el camino de la vida.

En el camino también podemos aprender a ser felices. El riesgo evidente es creerte omnipotente; pensar que todo depende de ti es algo muy alejado de la realidad, porque todas las vidas están entrelazadas. Pero si toda vida es una narración que nos vamos contando, quiero participar en el argumento y su desarrollo para tratar de mejorarla.

No quiero que me lo den todo hecho. Al final, de lo que se trata es de ser feliz, o de manera menos trascendente, vivir muchos momentos alegres y placenteros. Aunque con el tiempo cambian las fuentes de satisfacción, vas aprendiendo algunas cosas, como que la infelicidad para algunas personas parece un destino, una fatalidad. La felicidad va dentro del corazón, en tu espíritu, en tu ilusión y esperanza, en tu bien hacer, en tus recuerdos...

Goethe decía que una de las maneras más certeras de ser infeliz es dejarse llevar por la búsqueda sin fin, tener una personalidad que no encuentra satisfacción en ninguna posición, en ningún acomodo; para la cual nada parece suficiente o adecuado. Estas personas desperdician la vida y la privan de todo placer. Porque en vez de aplicarse a los talentos concretos y reales que tienen, se pierden en laberintos mentales que faltos de sustento, de base, son fuente de insatisfacciones.

Vive para aprender, así verdaderamente aprenderás a vivir. John C. Maxwell.

Sobre la felicidad aprendes con el tiempo que tiene algo de intangible, de inaprensible. Puedes estar poseído por ella y solo darte cuenta después, cuando ya es mero recuerdo, melancolía placentera. La naturaleza de la felicidad parece tan aleatoria como escurridiza, más hija del azar que de la voluntad. Unas veces la felicidad desaparece casi en el momento en que surge, otras nos acompañan por un tiempo, pero al final se desvanece como un fantasma. Tal vez, como tiene dicho el filósofo Pascal Bruckner, lo que llamamos hoy felicidad es lo mismo que lo que los antiguos, los clásicos, llamaban "gracia", un don que nos hacían depender sobre todo de la voluntad de los dioses, de su capricho o de su favor.

Para ser felices, como concluyen Cándido y Pangloss en la obra de Voltaire, después de vivir mil peripecias desgraciadas y ser incapaces de encontrarle sentido a la vida, concluye: "Sí, tenemos que cultivar nuestro jardín".

Tenemos razones para ser felices, pero hay que aprender a vivir. El valor de la vida está en entender que la vida no tiene precio, la vida es un regalo de Dios y Dios nos ama. Tenemos que estar agradecidos por todo lo bueno que recibimos. Agradecidos a nuestros padres y a la gente que queremos y nos quieren. Hay que sonreírle a la vida y encontrar satisfacción en lo que hacemos. Esto es lección de vida.

A veces, en el viaje de la vida en medio del dolor, con el corazón lleno de problemas, hay que levantar la mirada y decir: "Estoy bien..." Y, aunque el tiempo no se detiene y vamos cumpliendo años, a veces, algunas veces, lo mejor que nos puede pasar es volver a ser niños, porque definitivamente las rodillas raspadas duelen menos que los corazones rotos. Verdaderamente, la vida se vive día a día y para ser felices hay que aprender a vivir. La vida es como un libro, algunos capítulos son tristes, otros felices, otros excitantes, pero si nunca das la vuelta a la página no sabrás que te depara el próximo capítulo. Así que, seamos como la luna, ella siempre nos enseña que no hace falta estar completa para poder brillar. Por eso cuando tengas un sueño dentro de tu corazón, no lo dejes ir, porque los sueños son pequeñas semillas de las que surgen hermosos amaneceres, y cada amanecer trae luz y alegría.

"Sin darnos cuenta, la vida avanza y los años suman y nos vamos acercando a la vejez, para lo cual tenemos que prepararnos con inteligencia, porque nos vamos quedando solos. Tenemos que saber afrontar la soledad con valentía, sin miedos ni temores a nada, ni a nadie: sin nostalgias, ni reclamos a familiares a nuestro lado. Nada de lloros, nada de rencores, nada de tristeza. Prepárate fuerte para esa soledad y habrás vencido a la vida, al destino y a la eternidad. Y la eternidad es nuestro destino..."

La aventura de la vida es aprender. El objetivo de la vida es crecer. La naturaleza de la vida es cambiar. El desafío de la vida es superarse. La esencia de la vida es cuidar. El secreto de la vida es atreverse. La belleza de la vida es dar. La alegría de la vida es amar. William Ward.

A todas las personas que más he querido y quiero, las que me curan el alma con un abrazo. Las que me hacen reír y su sonrisa llenan mi corazón. Gracias por existir...


Fotografía: mskathrynne

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