A finales de febrero, el ministro francés de finanzas,
Bruno Le Maire, hizo un discurso ante un grupo de jóvenes sobre la lectura y la
literatura. Es todo un placer, cada vez más raro, escuchar palabras como estas:
Leed. No os imagináis el placer que vais a sentir.
Lo digo con mucha convicción porque tengo hijos, uno de ellos
va al instituto, y lo de la lectura se ha convertido en un combate. Y este
combate lo llevamos a cabo [los padres] con todos los periodistas que están
presentes aquí y escriben [literatura].
No es para molestaros, no es para daros lecciones de moral,
no es para obligaros a hacer actividades duras.
La lectura es un placer inmenso que va a desarrollar vuestra
imaginación, que os va a permitir abriros a mundos radicalmente nuevos en los
que no habríais entrado si no fuera por las palabras, que os va a permitir
entender quienes sois, que va a poner palabras a aquello que sentís y que ni
siquiera sabéis sobre vosotros. Y que una persona totalmente desconocida a la
cual nunca habéis visto y a la que probablemente nunca veáis os susurrará al
oído, en el silencio de la lectura, cosas que nunca habríais comprendido sobre
vosotros si no las hubierais leído.
Aprendemos más sobre el deseo de aventura leyendo Robinson
Crusoe que yéndonos de viaje. Aprendemos más sobre el deseo y los celos, a
veces en la base del deseo, leyendo Albertine desaparecida o La prisionera que
por la experiencia propia.
Y cuando uno mismo tenga celos porque quiere a alguien que no
le quiere a él, basta con leer a Proust para entender ese sentimiento, para
ponerle palabras.
Y esas palabras os van a calmar porque os harán comprender
que formáis parte de una comunidad que siente las mismas cosas, no estáis
solos. Esa es la singularidad de la lectura: es una actividad solitaria que os
abre al resto del mundo.
Estáis solos, pero nunca estáis tan cerca de los demás como
cuando leéis un libro.
A todos los jóvenes que nos escuchan: leed.
Apartaos de las pantallas. Salid de las pantallas. Las
pantallas os devoran, la lectura os alimenta. Esa es la diferencia.
Está claro que es un combate. Porque las pantallas son lo
fácil, captan tu atención, te atrapan, y además están muy bien organizadas.
Saben daros, como a las ratas [de laboratorio], pequeños estímulos nerviosos
cada cinco segundos, cada diez segundos, que os obligan a seguir pegados a la
pantalla. Pero, por desgracia, eso no os permitirá desarrollar vuestra
libertad.
La literatura es un arma de libertad.
Y las pantallas… no todas, aquí no hablo de las pantallas de
cine, hablo de las pantallas de los gigantes digitales, pueden convertirse
muchas veces en instrumentos de sometimiento. Las pantallas os pueden someter
en vuestro consumo, en vuestro comportamiento, en vuestras prácticas o en
vuestros gestos para orientar vuestros pensamientos.
La literatura os da libertad. Las palabras os dan libertad
para construiros y ser quienes sois.
Se lo digo a todos los estudiantes que nos escuchan: cada uno
de vosotros es único. La literatura y los libros os permitirán descubrir hasta
qué punto sois únicos.
Cada persona es única, y es la literatura la que nos lo
enseña.
Ay, si tuviéramos aquí un ministro, aunque fuera solo uno,
capaz de decir cosas así. Otro gallo nos cantaría…
Pues estamos en un buen momento para comprar libros, ya que La Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria estará mostrando en el Parque de Santa Catalina, toda la actualidad literaria desde hoy 7 de octubre hasta el día 12.
Leed que la lectura es un placer...