sábado, 9 de octubre de 2021

La resiliencia

 


La resiliencia en el ámbito de la psicología se entiende como la capacidad que posee la persona para hacer frente a sus propios problemas, superar los obstáculos y no ceder a la presión, independientemente de la situación. Es la capacidad de un individuo para sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumáticos para superar circunstancias como la muerte de un ser querido, enfermedades, rupturas, accidentes, etc.

El ser humano tiene una capacidad infinita de recuperación, de adaptación y de seguir aprendiendo. Una capacidad que, más allá de la supervivencia, nos permite convertir las situaciones difíciles en oportunidades, desde la sabiduría que confiere el crecer desde las fortalezas para convertir los pinchos en flores. A esta capacidad se la conoce como resiliencia y no todos poseen esa capacidad de resistencia.

El término resiliencia se ha utilizado de formas diversas. Entre los psicólogos, Emmy Werner, en 1995 se refiere a tres usos generales del término resiliencia: buen desarrollo a pesar de alto riesgo social; mantenimiento de las competencias pese al estrés continuo; y recuperación después del trauma. ​ ​

Emily Hunter (1999), conceptualiza la resiliencia como un continuo entre dos polos: «resiliencia menos que óptima» y «resiliencia óptima».

«La resiliencia potencia la felicidad». La resiliencia se sitúa en una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la salud mental y parece una realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que, aun habiendo vivido una situación traumática, han conseguido encajarla y seguir desenvolviéndose y viviendo, incluso, en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en ellos recursos latentes e insospechados.

¿Es la resiliencia crecerse ante la adversidad? Etimológicamente este término proviene del latín «resilio», que significa «volver atrás, volver de un salto, resaltar o rebotar». La RAE define esta palabra como la «capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos». Pero en una segunda acepción, referida a la mecánica, añade además que la resiliencia es la «capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido».

Así, desde el ámbito de la psicología se combinan, de alguna manera, todas estas acepciones, de modo que la resiliencia sería la capacidad de afrontar la adversidad creando los recursos psicológicos necesarios para salir fortalecidos y alcanzar un estado de excelencia profesional y personal. Según explican en el Instituto Español de Resiliencia, es una cualidad innata pero también se considera un proceso dinámico y por tanto se puede desarrollar como una capacidad de adaptación a diferentes entornos adversos sin generar un nivel de estrés negativo.

La resiliencia se interpretó inicialmente como una condición innata, pero desde la década de los sesenta ha vivido una evolución, pues se enfocó en los factores no solo individuales, sino también familiares, comunitarios y, más adelante, culturales. Así, los investigadores del siglo XXI entienden la resiliencia como un proceso comunitario y cultural, que responde a tres modelos: «compensatorio», «de protección» y «de desafío».

Y cómo reconocer la resiliencia. El psicólogo y cofundador de la terapia cognitivo-conductual Donal Meichenbaum apunta las características de una persona resiliente en su «Hoja de ruta para la resiliencia»:

Son positivas, pues tienden a fomentar las emociones positivas con más pasión que las negativas y suelen ver la vida con optimismo y esperanza. Además, tienen un fuerte sentido del humor y se ríen de sí mismas.

Son proactivas, pues en lugar de esperar de forma pasiva a ver qué pasa en la vida, buscan la manera de hacer o provocar algo. Eso sí, cuando saben que no está en su mano cambiar algo, aprenden a aceptarlo y a sacar el máximo partido de esa situación.

Son flexibles. Y esto quiere decir que saben adaptarse a las distintas situaciones, siempre con mente abierta y asimilando nuevas ideas. Son sensibles, nobles y sinceros. No necesitan llevar la razón; aunque frente a actuaciones incomprensibles piden explicación mirándote a los ojos.

Son saludables. Practican el autocuidado, es decir, procuran cuidar su cuerpo, su mente y espíritu. No suelen incluir en sus vidas prácticas nocivas como el alcohol o el tabaco. Su alimentación es sana y su sueño largo.

La neurociencia constituye también un sustento de los trabajos relacionados con la resiliencia, pues aporta la base científica que muestra que el cerebro humano es capaz de adaptarse a los cambios a través de la plasticidad neuronal.

La resiliencia, pues, incluye dos aspectos: la resistencia frente al suceso traumático y la capacidad de rehacerse y crecer.

No todos todos los días es un buen día; no importa. Tú da el máximo.

No todo amor es correspondido; no importa. Tú ama.

No todos te van a decir la verdad; no importa. Tú sé honesto.

No todos quieren verte triunfar; no importa. Tú triunfa.

No a todos les gusta sonreír y soñar; no importa. Tú nunca dejes de sonreír y soñar.

El mundo rompe a todos, y después, algunos son fuertes en los lugares rotos. Ernest Hemingway.

Recuerda siempre que eres más grande que tus circunstancias, eres más que cualquier cosa que te pueda ocurrir. Anthony Robbins.

Aquel que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cosa. Friedrich Nietzsche.

Los obstáculos no tienen que detenerte. Si te encuentras con un muro, no te des la vuelta ni te rindas. Averigua cómo escalarlo, atravesarlo o rodearlo. Michael Jordan.

Debemos aceptar la decepción finita, pero nunca debemos perder la esperanza infinita. Martin Luther King.

La vida no es cuestión de tener buenas cartas, sino de jugar bien con una mano pobre. Robert Louis Stevenson.


Fotografía: Internet

 

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