La salud mental incluye nuestro bienestar emocional,
psicológico y social. Afecta la forma en que pensamos, sentimos y actuamos
cuando enfrentamos la vida. También ayuda a determinar cómo manejamos el
estrés, nos relacionamos con los demás y tomamos decisiones.
La salud mental se relaciona con el raciocinio, las emociones
y el comportamiento frente a diferentes situaciones de la vida cotidiana.
También ayuda a determinar cómo manejar el estrés, convivir con otras personas
y tomar decisiones importantes. Al igual que otras formas de salud, la salud
mental es importante en todas las etapas de la vida, desde la niñez y la
adolescencia hasta la edad adulta y la madurez. De acuerdo a estadísticas de la
OMS, los problemas de salud mental constituyen alrededor del 15% de la carga
mundial de la enfermedad. El déficit en la salud mental contribuiría a muchas
enfermedades somáticas y afectivas como la depresión o la ansiedad.
El tema de la salud mental, además, no concierne sólo a los
aspectos de atención posterior al surgimiento de desórdenes mentales evidentes,
sino que corresponde además al terreno de la prevención de los mismos con la
promoción de un ambiente sociocultural determinado por aspectos como la
autoestima, las relaciones interpersonales y otros elementos que deben venir ya
desde la educación más primaria de la niñez y de la juventud. Esta preocupación
no solo concierne a los expertos tales como psicopedagogos y psicólogos, sino
que forma parte de las responsabilidades del gobierno de una nación, de la
formación en el núcleo familiar, de un ambiente de convivencia sana en el
vecindario, de la responsabilidad asumida por los medios de comunicación y de
la consciente guía hacia una salud mental en el colegio y en los espacios de
trabajo y estudio en general.
La salud mental individual está determinada por múltiples
factores sociales, psicológicos y biológicos. Por ejemplo, las presiones
socioeconómicas persistentes constituyen un riesgo bien conocido para la salud
mental de las personas y las comunidades. Las pruebas más evidentes están
relacionadas con los indicadores de la pobreza, y en particular con el bajo
nivel educativo.
La mala salud mental se asocia asimismo a los cambios sociales rápidos, a las condiciones de trabajo estresantes, a la discriminación de género, al acoso persuasivo, a la presión competitiva, a la exclusión social, a los modos de vida poco saludables, a los riesgos de violencia y mala salud física y a las violaciones de los derechos humanos.
También hay factores de la personalidad y psicológicos
específicos que hacen que una persona sea más vulnerable a los trastornos
mentales. Por último, los trastornos mentales también tienen causas de carácter
biológico, dependientes, por ejemplo, de factores genéticos o de desequilibrios
bioquímicos cerebrales.
La salud mental es un componente integral y esencial de la
salud. La Constitución de la OMS dice: «La salud es un estado de completo
bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.»
Una importante consecuencia de esta definición es que considera la salud mental
como algo más que la ausencia de trastornos o discapacidades mentales.
La salud mental es un estado de bienestar en el que la
persona realiza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de
la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad. En
este sentido positivo, la salud mental es el fundamento del bienestar
individual y del funcionamiento eficaz de la comunidad.
La salud mental y el bienestar son fundamentales para nuestra
capacidad colectiva e individual de pensar, manifestar sentimientos,
interactuar con los demás, ganar el sustento y disfrutar de la vida. Sobre esta
base se puede considerar que la promoción, la protección y el restablecimiento
de la salud mental son preocupaciones vitales de las personas, las comunidades
y las sociedades de todo el mundo.
La salud mental siempre ha sido un tema tabú, un estigma que
no superaron nuestros padres y abuelos, pero las nuevas generaciones no quieren
silenciar sus problemas y piden que se tomen en serio las dolencias mentales. Los
jóvenes rompen el tabú sobre la salud mental: "Ser frágil no es malo".
"La conciencia global de que todo va a peor no nos
ayuda", dice de una generación tildada con "desatino" como
"frágil": "Hay un estigma con la fragilidad, pero por qué ser
frágil es malo; si implica fractura y de ahí construcción, es algo bueno".
En la salud mental, el silencio no es la inacción sino la
primera reacción posible; el silencio en el trabajo, en la familia y, sobre
todo, ante uno mismo. La negación es la herramienta que los jóvenes españoles
tenían a mano, pero que ya no quieren usar, ahora elevan la voz y piden que se
tomen en serio las dolencias mentales.
El 58,3% de los españoles de entre 15 y 24 años dice sentirse 'a menudo' ansioso, nervioso y preocupado y el 36% "a
veces", según reveló Unicef hace unos días en un informe donde también
reflejaba que uno de cada siete adolescentes de 10 a 19 años en todo el mundo
tiene un problema de salud mental diagnosticado y casi 46.000 adolescentes se
suicidan cada año.
Sobre la necesidad de acudir los jóvenes al psicólogo es cada
vez mayor, porque tienen claro que alude a dos cuestiones: una es la
precariedad a la que su generación se enfrenta y la otra es por comparación con
el pasado, ya que las generaciones anteriores apenas se planteaban buscar esta
ayuda.
Piensan que su generación tiene que hacerse cargo de la
competitividad o la precariedad y entienden que su estado anímico decae, pero le
hacen frente a la situación y sin miedo lo verbalizan y a buen ritmo van rompiendo
el tabú de la salud mental, aunque no va en paralelo al servicio de la salud
pública.
Acudir a un psicólogo en el sistema público es una de las
mayores demandas de todos los jóvenes que han tenido algún que otro problema, según
datos de 2018, en España hay solo 6 psicólogos por cada 100.000 habitantes,
tres veces menos que la media europea. En España va al psicólogo solo quien
puede, ya que una sesión puede costar desde 50 a 120 euros.
Por tanto, a la falta de profesionales en el sistema público se suma el precio para poder acceder a un tratamiento adecuado y continuo, por
lo que muchos pacientes solo acuden a la sanidad pública para tratar ataques
puntuales con fármacos, y para que la terapia sea efectiva el seguimiento psicológico
debe ser semanal o quincenal, porque en un mes pasan muchas cosas por la cabeza
y el sufrimiento es mayor.
La salud mental engloba diferente problemática, todas ellas
necesitadas de terapias, porque incluso las más leves pueden cronificar. Callarse
y sufrir en silencio arrastra y debilita nuestras fuerzas.
Frente a las vicisitudes de la vida, enfermedades, duelos, celos,
falta de trabajo, malas relaciones, a veces nos bloqueamos y no podemos gestionar
nuestras emociones y eso nos acarrea: estrés, ansiedad, depresión, apatía, insomnio,
abatimiento, etc. Y cuando se pierde la ilusión y la alegría se puede entrar en
un bucle destructivo y rondar la idea del suicidio.
El suicidio es un tabú, pero en 2019 hubo 3.671 suicidios,
uno cada dos horas y media y al parecer, nadie hace nada al respecto, por eso es muy
importante tener en cuenta y no aislar a los pacientes de salud mental. Ellos
hoy levantan la voz: "Lo primero es decirle a la sociedad que estamos
aquí, tenemos algunas dificultades, pero somos personas igualmente
válidas".
Hay que tener claro que para poder prevenir el
suicidio, "unas muertes que parecen políticamente incorrectas"
lo primero es ‘hablar’ de ello.
Para visualizar y concienciar sobre este problema, hoy es el Día Mundial de la Salud Mental y eso es bueno, que hablemos con normalidad de nuestros miedos y ansiedades, para recibir la orientación y el apoyo que nos ayude a vencer nuestras limitaciones e inseguridades.
Fotografía: Internet
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