viernes, 1 de octubre de 2021

La dicha de ser abuelos

Los nietos son como herencias: tú los recibes en un orden natural, sin merecer. Sin haber hecho nada, de repente caen del cielo… Sin tener que pasar por las penas de amor, sin los compromisos del matrimonio, sin los dolores de la maternidad. Un nieto es realmente, sangre de tu sangre; es un regalo que la vida pone en tus manos como bendición.

A pesar de los problemas que a veces dan los hijos, un día crecen y se buscan la vida por sí solos; trabajan, encuentran pareja, forman su nido de amor, hace frente a sus responsabilidades y te das cuenta que de tus niños solo queda el recuerdo, y aceptas que ya son hombres y mujeres que no dependen de ti.

Y entonces, un lindo día sin que te impongan ninguna de las agonías de la gestación o del parto, la vida te coloca en tus brazos un bebé. Completamente gratis y te embargan las emociones y te trae a la memoria el momento que nacieron tus hijos y viajas en los recuerdos por todas las etapas del crecimiento hasta el momento que te convierten en abuelos.

Sin dolores, sin llantos, aquel niñito por el cual morías de amor, símbolo de tu juventud, se te hace presente en un nietito y la vida te da derecho a amarlo con toda tu alma.

Tengo la seguridad de que la vida nos da nietos para compensarnos de todas las pérdidas que acompañan a la vejez. Son amores nuevos, profundos y felices que vienen a ocupar el lugar vacío de los hijos-adultos que dejan la casa sin risas y juegos de niños. Los nietos vienen para que no seamos engullidos por las nostalgias, para llenarnos de alegría y esa nueva sabia revitaliza las raíces que empiezan a perder frescura.

Y cuando tú abrazas aquel ángel caído de cielo, aún dormido abre un ojo y te dice: ¡Abu! Tu corazón estalla de felicidad, como pan en el horno.

La dicha de ser padres trae consigo la dicha de ser abuelos… 

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