Los mecanismos de defensa son como armaduras que crean nuestra mente para protegernos del sufrimiento o manejar la ansiedad y mantener nuestra autoimagen.
Los empleamos para defendernos de emociones o pensamientos que producen ansiedad, sentimientos depresivos o una herida en la auto-estima.
Los mecanismos de defensa son una parte normal del funcionamiento de nuestra mente y sólo se les considera patológicos cuando se abusa de ellos o cuando son demasiado rígidos. Estos mecanismos fueron propuestos por Sigmund Freud desde el paradigma del psicoanálisis. Se les suele clasificar como primarios (desarrollados en la infancia) o secundarios (desarrollados en épocas posteriores) y existen muchas clasificaciones. Algunos de ellos son:
LA REPRESIÓN:
Es el proceso que mantiene a las cosas (particularmente a los impulsos inaceptables) fuera de la conciencia.
La represión permite eliminar los sentimientos de dolor o ansiedad, pero si se utiliza en exceso tiene su costo, ya que hay que emplear gran cantidad de energía para mantener los eventos rechazados inconscientes. Por ejemplo: la semana pasada hizo algo de lo que se avergüenza, trata de no pensar en ello y a la larga puede incluso no ser capaz de recordarlo.
LA NEGACIÓN:
Consiste en negarse a creer que el acontecimiento amenazante o aversivo ocurrió o que la condición existe. La negación es igual en muchos aspectos a la represión: ambas mantienen fuera de la conciencia cosas que el individuo se siente incapaz de afrontar.
Un ejemplo es, la madre que se niega a admitir que su hijo murió en combate y sigue actuando como si estuviera vivo.
LA PROYECCIÓN:
Es el mecanismo mediante el cual un individuo atribuye a otro sus propios impulsos y deseos inaceptables y de esa forma se los oculta a si mismo.
Ejemplo: La mujer que le atrae sexualmente un hombre por el que no debería tener esos sentimientos y a quién acusa de querer seducirla.
EL DESPLAZAMIENTO:
Consiste en cambiar el objetivo de un impulso, esto suele suceder porque el blanco elegido resulta amenazador y al cambiarlo se reduce la ansiedad.
Por ejemplo: la estudiante que está furiosa con un profesor y descarga su agresividad sobre su comprensivo novio evitando la ansiedad que surgiría si atacase realmente al profesor.
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