La palabra vulnerabilidad deriva del latín vulnerabilis. Está compuesto por vulnus, que significa 'herida', y el sufijo -abilis-, que indica posibilidad; por lo tanto, etimológicamente, vulnerabilidad indica una mayor probabilidad de ser herido.
Vulnerabilidad es el riesgo que una persona puede sufrir frente a peligros inminentes, ya sea de salud, de relaciones, de desastres naturales, de trabajo, de desigualdades. En la incertidumbre aflora nuestra vulnerabilidad. Necesitamos dejar de asociar esa sensación de vulnerabilidad con nuestras debilidades y compartir experiencias con quienes confiamos y cuya presencia nos hacen sentir bien.
La vulnerabilidad es una sensación incómoda para muchos. De hecho, nos pasamos la vida tratando de disimularla. Aparentamos que somos fuertes, que no nos afectan los comentarios negativos o que tenemos éxito. Sin embargo, la vulnerabilidad es la esencia de gran parte de lo que sentimos. Es el origen del miedo o de la rabia que nos produce la incertidumbre, el riesgo o cierta exposición emocional, explica Pilar Jericó, elpais.com. Por eso, en momentos como los que vivimos nos sentimos especialmente vulnerables. Pero esa sensación tiene mucho valor, como explica la psicóloga estadounidense Brené Brown en su libro El poder de ser vulnerables (lógicamente, no nos referimos a situaciones límites, sino a las que vivimos habitualmente muchas otras personas).
La vulnerabilidad crea vergüenza y miedo; miedo a no ser aceptados, a ser criticados por los demás. “Estoy muy agradecida por sentirme vulnerable, porque implica que estoy viva” dice René Brown. Brown se hizo mundialmente conocida por un vídeo con más de 47 millones de visitas en TED, una plataforma que publica conferencias gratuitamente. Durante su intervención, define la vulnerabilidad como la cuna de las emociones y de las experiencias que anhelamos. En su opinión, esta surge por la necesidad de conexión con otras personas. A diferencia de otros animales, los humanos necesitamos a alguien para sobrevivir y para crecer en condiciones saludables. La pérdida de conexión nos bloquea. Por eso nos inventamos ciertas estrategias inconscientes para conseguir la aceptación de otros: ser buenos profesionales o padres, tener cierto éxito o una determinada belleza. Esa es nuestra solución cuando nos sentimos vulnerables y tememos perder la conexión de quienes nos importan. Sin embargo, sentir dicha sensación también es un regalo, nos dice Brown.
Para que se cumpla esa máxima, primero necesitamos dejar de asociar vulnerabilidad a debilidad. La vulnerabilidad es la esencia, el corazón, el centro de todas las experiencias humanas significativas. Si intentamos evitarla por vergüenza o porque nos consideramos débiles, tampoco sentiremos la alegría o las emociones positivas de un modo intenso. “Anular nuestra vida emocional por temor a pagar un precio demasiado alto es alejarse de lo que, precisamente, da sentido y propósito a la vida”, concluye Brown.
En segundo lugar, esta sensación nos acerca más a las personas que nos importan. No hace falta que exhibamos nuestra vulnerabilidad a los cuatro vientos. Debemos compartir nuestros sentimientos y nuestras experiencias con quienes se han ganado el derecho a escucharlas. Ser vulnerables y estar receptivos es recíproco y supone una parte integral del proceso para generar confianza. Por eso, en momentos complicados necesitamos tener personas con las que compartir nuestras preocupaciones, errores y miedos sin temor a ser juzgados o criticados.
Tercero, la vulnerabilidad nos ayuda a desnudarnos de lo superficial y a tomar decisiones más auténticas. Esta crisis nos está despojando de muchas seguridades. Nos enfrenta a un nuevo orden de prioridades. Valoramos más la familia, los encuentros con los amigos, los pequeños detalles… Cualquier proceso de transformación que nace de esta manera resulta más genuino. Pensemos qué tenemos que aprender de todo lo que estamos viviendo; qué sobraba en nuestra vida; qué necesitamos realmente o qué debemos cambiar de lo que hacíamos. Las respuestas serán más auténticas y sólidas si las respondemos desde este lugar y no desde el miedo o el enfado.
Reconocer las emociones es reconocerse vulnerable, y supone un conocimiento de ti mismo conocer tus límites. El ser humano es criatura vulnerable y urgida de compañía.
Yo sé que a veces es mejor quedarse en el interior de uno mismo, encerrado, pero, basta una mirada para vacilar, basta con que te tiendan la mano para darte cuenta de lo frágil, vulnerable, que es uno, y entonces todo se derrumba, como una torre de cerillas. Y, tomada de la mano te sientes fuerte…
Fotografía: Internet
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