Mamá, nunca me olvido de ti,
siempre te tengo presente,
porque mi alma te añora
y soy sangre de tu sangre.
Cada noche miro al cielo
por ver el lucero brillante,
y presiento que estás ahí,
en el cielo de los creyentes.
Llevo grabado en el alma
tu mirada chispeante,
tu sonrisa desprendida
y tu amor desbordante.
Eres mi ángel de la guarda
que Dios puso en mi semblante,
para que a nada temiera
hasta nuevamente encontrarte.
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