Conocer el camino es andarlo, decía, Michael Galascio, doctorado en Psicología de la Salud y Clínica. “La verdad es que esta tierra es sólo el escenario de un drama del cuál nosotros percibimos sólo porciones aisladas, y en el que el mayor número de actores nos es invisible”
Él contaba lo siguiente: Lo que voy a compartir, normalmente no se comunica a la masa. No por una cuestión egoísta del supuesto “iniciado”, ni por la vanidad del Ego, sino porque no todos los seres humanos tienen el carácter emocional, ni espiritual para conocer ciertas verdades. Realidades de una crudeza tal, que pueden trastocar los cimientos filosóficos sobre los que nuestros semejantes establecen sus vidas.
Hay muchas vías para brillar por luz propia. Existen muchos caminos e innumerables puertas que sólo podemos mostrar, pero que no podemos abrirle a los demás. Algunos recorridos son más abruptos que otros, y la inestimable compañía del enemigo interior es una imposición de nuestra condición Humana. Esa lucha constante contra el ruido de la mente y las limitaciones terrenales en cuanto a pensamientos, sentimientos y sensaciones.
Mucho se ha escrito sobre la frase del Templo de Delfos: “Conócete a ti mismo”. Sin embargo, son muy pocos los que realmente conocen su verdadero significado.
Cuando se pregunta a una persona, ¿quién es? Suele responder, soy médico, empresario, abogado, arquitecto o ¡sabrá Dios qué otra cosa! No obstante, no están respondiendo correctamente, porque sólo nos dicen el papel que desempeñan en esta realidad. A veces, hasta un rol mal ejecutado. En resumidas cuentas, las personas no saben quiénes son. Sin conocer esto, no pueden pretender empezar el proceso de horizontalidad y verticalidad de la búsqueda.
Entonces, ¿qué somos? Esa es una de las interrogantes que abre la puerta o quita los velos de aquel que busca. En la búsqueda de respuestas algunos estudiosos se han refugiado en el arte. Porque esta forma de conocimiento permite una manera diferente de percibir las cosas. Nos obliga a pensar fuera de la caja. ¡Exaltar la creatividad! Un compositor, un pintor o un escultor comprenden que se puede caminar de modos distintos e incluso saben que es imposible caminar del mismo modo.
Sin embargo, el poeta, ese mago moderno e incomprendido que con trabajo arduo alcanza una comprensión sin parangón, sabe que el mástil de una embarcación, la horca y la cruz están hechas de maderas diferentes; comprende la diferencia entre la piedra del muro de un templo y de una prisión. Pues es capaz de escuchar la voz de los pedruscos, verdaderamente comprender el lenguaje oculto de las viejas paredes, las montañas, los ríos y hasta la voz misma del silencio en la oscuridad del espacio. Ya que, un silencio puede ser muy distinto a otro. Por esta razón, en esencia, todo arte consiste en la comprensión y en la representación de las indescifrables diferencias que nos rodean, que escapan al ojo inexperto del neófito.
En este sentido, el misterio de la vida radica en el hecho de que el significado oculto y la función velada de una cosa se reflejan en su fenómeno. No hay que redescubrir que La Catedral de Las Palmas es el centro de un ojo, trazado por tres distintas órdenes religiosas de raíz profunda en Canarias. ¡Y qué! Tal vez, la única utilidad que tenga este conocimiento en nuestros días, es que es el principio de la visión, que ve más allá que cualquier artefacto tecnológico de última generación.
“La verdad es que esta tierra es sólo el escenario de un drama del cuál nosotros percibimos sólo porciones aisladas, y en el que el mayor número de actores nos es invisible”.
Entonces, ¿qué somos? A mi juicio, conciencias viviendo experiencias terrenales. Atrapados en nuestra propia creación. ¡Prisioneros de la forma!
Una vez que aceptamos nuestra realidad de consciencia viviendo experiencias mundanas, abrimos el ojo para convertirnos en observadores en vez de observados. En este punto, “las dimensiones no tienen fronteras; el tiempo no tiene fin. Las condiciones no son invariables; los términos no son finales”. Aquí, la horizontalidad y verticalidad de la búsqueda tienen sentido. La búsqueda se torna absolutamente vertical. Se profundiza sobre el hallazgo.
En este instante de luz, que muchos describen como “la visión de Dios”, “unión con el todo”, “el ojo que todo lo ve”, “entrada al Nirvana”, “Unión con la Divinidad” y otras, son expresiones que reflejan y representan la ampliación de una consciencia dentro del todo. No obstante, hay quienes quieren despistar y dicen: “Es como una gota que cae en el inmenso océano”. Sin embargo, es todo lo contrario: “Es el océano vertido en forma de gota”.
Y es que la consciencia, inmensa como un mar eterno e infinito, con su centro en todas partes y su circunferencia en ningún lugar, es un hecho de transformación radiante; pero cuando un ser Humano la alcanza, le parece que su conciencia se ha engrandecido para abarcar todo eso, y no que él es fundido dentro de algo más.
Se trascienden los grados básicos del conocimiento como la opinión, la ciencia y se acerca a la anhelada iluminación, aunque su esencia sea inexplicable para nosotros. Por este motivo, los practicantes de las diversas corrientes filosóficas que buscan la iluminación, deben advertir qué aun conociendo el camino, es en la travesía en donde está la verdadera prueba.
Los obstáculos, las desgracias e infortunios, los ardides, las trampas ocultas en la senda, representan nuestra posibilidad de crecimiento. Sin embargo, se requiere de una voluntad y una determinación inquebrantable para alcanzar una finalidad, para la que nuestros sentidos básicos y capacidad de adaptación humana, no son suficientes.
El hombre, aunque quiere saber y conocer, no siempre acierta en su búsqueda porque a veces evita conocer la verdad. La verdad es un término para algunos absoluto y para otros relativa, muchos entregan su vida a la búsqueda de la verdad, y otros por el contrario a ocultarla. Decía, Galileo Galilei: "Todas las verdades son fáciles de entender una vez que se descubren, el punto es descubrirlas".
Fotografía: Ben Blennerhassett.
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