Humanidad: Yo sé que te sientes muy distante de la paz, de la armonía, de la fraternidad, y tienes razón porque es tan diferente en cada hombre el concepto sobre Dios, sobre la vida, y sobre la verdad, que tal parece que hay muchos dioses o que existe un dios para cada hombre.
Mucho te has acostumbrado ante la maldad existente, que ya no te detienes a meditar en las causas que la originan. El mundo se agita en medio de una tempestad y ha perdido el rumbo.
La niñez ya conoce la amargura y pronto endurece su corazón, los adultos son atraídos por los rencores ambiciones, y odios, También los adolescentes y a todos les ha llegado el veneno acumulado a través de los tiempos.
Se atenta contra la vida, existe soledad en el espíritu y tristeza en el corazón, hay luto y lágrimas, pobreza material y espiritual. ¡El mal se ha multiplicado, ofuscando la mente y el corazón!
La humanidad sufre estas consecuencias, porque a través de los tiempos ha desoído la voz de la conciencia alterando la Ley, en su forma de pensar, actuar, y vivir. La tristeza de esta humanidad, se ha convertido en un clamor que ha llegado a la altura de los cielos. ¿Cuándo habrá verdadera comprensión y amor entre los seres de este planeta? ¿Cuándo podremos vivir en verdadera armonía? ¿Cuándo habrá justicia en los jueces, magnanimidad en los gobernantes, cariño, y amor a la creación?
Yo le digo a la humanidad: Cuando el orden de su vida cambie, y sepan mirar fuera de ustedes mismos cuando desparezca la soberbia, el orgullo, la vanidad, cuando el odio no sea tomado como verdad. Yo solo te pido humanidad, que reconsideres muchos actos y pensamientos de vuestra vida. Para que la oración, sea efectiva, tiene que estar acompañada de la regeneración y de buenas obras, no basta con pensar.
Todas las horas y todos los sitios son propicios para orar. Es necesario que la fuerza de la oración, supere el estruendo de las armas, y de la maldad.
Comprendamos que todos sin excepción somos responsables de este caos, y no quiero volver a repetir las frases de aquel tiempo: «¡El que esté libre de pecado, que arroje, la primera piedra!». En otras palabras: «Quién no es causante de la guerra, es responsable de la paz».
Como único camino, pueblos y naciones del mundo, no esperen otra solución.
Porque la verdadera paz no se logra con mandatos, ni decretos, ni dispersando el terror con atentados, ni sembrando el dolor con pérdidas de vidas, ni propagando el odio, el rencor y la rabia para que germine la sed de venganza que se activa generación tras generación…
Este mensaje es urgente: El orden mundial debe cambiar, debe cambiar para corregir y transformar, porque no se puede seguir en el error sin transmutar, y mañana nos despertaremos diferentes… ¿Tanto dolor era necesario para recapacitar?
¿Cuántos más deben morir?
¿Cuántos más deben llorar?
¿Cuántos más debemos elevar nuestros gritos de súplica?
Rogando reflexión y bregando por el sentido común… ¡Que la paz nos alcance!
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