Una niña estaba muy preocupada porque las cosa nunca le salían como ella deseaba y, cuando parecía que había solucionado un problema, surgía otro y otro y otro. El padre, que era cocinero, se la llevó a al restaurante donde trabajaba y, mientras ella le contaba lo mal que le iba todo, llenó tres ollas con agua y las puso a hervir. En una de ellas, colocó zanahoria, en otra huevos y en la tercera, granos de café. Mientras la niña lo miraba con cara de extrañeza porque no entendía nada, el chef sacó el contenido de sus ollas y los dispuso en tres recipientes distintos. De inmediato, la pequeña, muerta de curiosidad, preguntó a su padre:
—¿Qué significa esto?
A lo que el padre respondió:
—La zanahoria era fuerte, pero al salir del agua hirviendo se ha vuelto blanda, débil. El huevo ha pasado de ser frágil y quebradizo a duro. Los granos de café han logrado incluso cambiar el gusto del agua. Y bien, hija, ¿cuál de estas tres cosas crees que eres tú?
Y, al ver que ella no sabía qué responder, le dio la clave:
—¿Eres una zanahoria que aunque pareces dura, pierdes la entereza ante el dolor o la adversidad? ¿Eres, más bien como el huevo, que posees un corazón fluido pero te podrías endurecer tras una muerte, una separación o un despido? O ¿Eres como un grano de café, capaz de hacer que las cosas mejoren cuando el agua hierve, o sea, cuando todo nos va mal?
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