En una reunión de todos los dioses, decidieron crear al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. Estaban manos a la obra cuando uno de ellos interrumpió:
—No podemos hacerlos idénticos a nosotros, porque si tienen nuestra inteligencia y fuerza, ¿en qué se diferenciarían los humanos de los dioses? Tenemos que privarles de algo.
Tras cavilar un buen rato, uno de ellos dijo:
—Vamos a quitarles la felicidad, aunque no sé bien dónde la esconderemos.
El primero en hablar propuso que ocultasen la felicidad en el monte más alto del mundo. Pero uno de sus colegas le advirtió:
—No, recordemos que les dotamos de fuerza y, tal vez, alguien podría ascender a la cumbre y descubrirla.
Otro de los dioses pensó que el mejor lugar para poner fuera del alcance de los humanos la felicidad sería el fondo del mar. Sin embargo, pronto hubo quien temió que no sería seguro, pues los hombres, con su inteligencia, podrían llegar también allí.
Tras un largo silencio, unos de los dioses creyó tener la solución. Ante el asombro de todos los presentes, dijo:
—La esconderemos dentro de ellos, estarán tan ocupados buscándola fuera que no la encontrarán.
Y así ha sido, el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la lleva consigo.
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