sábado, 14 de junio de 2014

Grosería y ordinariez

Una muñeca rota y sucia tirada en calle.


Ordinariez es la grosería y la falta de cultura. Lo soez y vulgar que no se distingue por ninguna calidad, donde destaca el mal gusto y la poca elegancia.

Pues toda la prensa se hace eco del concierto de una muchacha que desconcierta. Los titulares dan una idea de lo ‘artista’ que es: «Miley Cyrus se desmadra en un show, rebosante de erotismo basto», «La chica mala de un video clip erótico», «Teoría y práctica del ‘porno-disney’».

Ya los titulares son escandalosos. Escandaloso es que se admita ese tipo de espectáculo en abierto, pero lo más escandalosos es que va destinado a un público menor; niñas y niños, sobre todo niñas que la ven como ‘ídolo’, un pervertido modelo a seguir, que nada ayuda en la formación ética y moral de los niños.

¿Por qué no se protege a los niños? Si sus padres no son responsables de su deber y no son conscientes de lo que supone la educación y formación de sus hijos, entonces, ¿dónde están los protectores del menor, los que deben velar para que las leyes se cumplan en pro del menor?

Aunque el escenario lo llene de globos y se vistan de peluches y muñecos Disney, ¿creen que a un niño se puede llevar a ver la mascarada de esa descarada con movimientos y gestos obscenos? El morboso desfogue exhibicionista, la poca ropa sus movimientos y gestos son propios de lo oscuro de la noche, para verlo a través del ojo de la cerradura, no para niños adolescentes.

Se pierde la cuenta de las veces que esta depravada saca la lengua y las veces que se moja la punta de los dedos en saliva y se lo pasa por la entrepierna. Comer dinero, refrescar a sus fans con agua lanzada con su propia boca o llevar un body de billetes verdes, contonearse exhibiendo sus ingles sobre un coche, colocarse unas gafas con forma de hoja de marihuana, dejar escurrir agua por su canalillo, son algunas de las excentricidades de la cantante.

En esta esperpéntica fiesta, entre circo y parque de atracciones, abunda en detalles que encienden las alarmas de los defensores de la recta moral y la conducta ejemplar. A mí me escandaliza que se permita este espectáculo para los niños. Protejamos a los niños que son nuestro futuro.

¡Vaya espectáculo, el de esa Miley! Un sonido saturado y griterío ensordecedor. Una provocadora que ni es artista, ni canta, pero esa carencia la eclipsa con luces y aspavientos. Aunque en parte me da pena, porque esta joven es víctima de los que viven de ella, la han explotado desde niña y ya estará quemada. Empezando a vivir y muestra la rebeldía del desencanto y la desilusión, y terminará mal.

Y como esta chica, hay más jóvenes artistas que son víctimas explotadas por sus padres y representantes. No han vivido su niñez y están quemando con descaro su juventud. El escandalo los acompaña como trampolín, para mantenerse en el circo mediático y eso les garantiza el mercado juvenil.

En esa situación está Justin Bieber, un muchacho que arrastra la masa adolescente, atrapado en el mundo de drogas y detenciones, pero sigue en el negocio de la música a base de llamar la atención con su propio comportamiento.

Otras que se envuelven en el escándalo para mantenerse en el candelero son: la estrafalaria, Lady Gaga, o la Rihanna. De ellas no se habla de su música sino de sus desnudos, de sus disfraces y de sus extravagancias. Pero para gusto, colores…

Los mayores tenemos la obligación de proteger a los niños. No los dejemos en tierra de nadie a merced de ciertos personajes. Cuidemos que vivan sus tiempos, poco a poco, que su crecimiento vaya madurando para que su formación les sirva de escudo protector frente a las bestias escénicas.

Fotografía: Jeffrey, cc. Desaturada de la original.

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