sábado, 30 de enero de 2021

Nido de víboras

 


Para la mayoría de la gente, las serpientes son reptiles repugnantes, espeluznantes, asquerosos, y verlas en el nido donde se revuelven frenéticamente y se enredan unas con otras, como si estuvieran luchando por asfixiarse la una a la otra, es una estampa desagradable. 

Cuando se utiliza esta expresión 'nido de víboras' se refiriere a un grupo de 'gente oscura' que se alían con un fin conspiratorio y confabulan para hostigar, perjudicar y dañar con su veneno a quién brille y le pueda hacer sombra, o que tenga conocimiento de algo que no quieren que se sepa... En esos nidos son especialistas en ‘tirar la piedra y esconder la mano’, y se forman en cualquier entidad o colectivo, ya sea familiar, educativo, deportivo, religioso, ahí es muy complicado distinguir los ‘buenos’ de los ‘malos’. Tantas veces los ‘buenos’ son tontos útiles y los ‘malos’ son maestros de presentarse como ángeles de luz…

Dicen serpiente y pensamos pecado. A veces me he preguntado por qué la serpiente personifica (Génesis 3) la tentación, la traición a Dios y a la fe, símbolo de todo mal; o la serpiente de bronce (2 Reyes 18, 4) como idolatría.

Las víboras, ("Raza de víboras", cf. Lucas 3,7 y Mateo 12,34) también las menciona Jesús para recordarnos nuestra condición pecadora, y que hagamos frutos de penitencia. Como dejó claro Jesús en el Sermón de la Montaña: "un árbol podrido no puede dar frutos buenos". Pero ¿qué demuestra el fruto de los fariseos, es decir, su absurda acusación contra Jesús? Que están podridos. De ahí que Jesús los reprenda: “Generación de víboras, ¿cómo pueden hablar cosas buenas si son malos? Porque la boca habla de lo que abunda en el corazón”.

Eso es cierto: lo que decimos revela lo que tenemos en el corazón y seremos juzgados por ello. De hecho, Jesús así lo indica al decir: “En el Día del Juicio la gente tendrá que dar cuenta de cualquier cosa inútil que diga. Porque por tus palabras serás declarado justo y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:36, 37).

Alguien se preguntará, ¿y por qué esto sobre serpientes y víboras? Bueno, porque hablando de lo humano y lo divino se tocan temas trascendentales y terráqueos, pero los más preocupante son las acciones terrenales, lo que emana del cerebro primitivo, el que controla nuestros instintos más oscuros, donde se generan nuestros impulsos negativos que impide pensar razonadamente y que nos lleva a cometer las mayores atrocidades, en las que apenas reparamos porque no somos capaces de pensar cuando somos movidos por el mal y el mal no deja espacio al raciocinio.

“Nido de víboras” (“nest of vipers”) además de ser así llamada una película de 1948 ,“The snake pit” (lit: “El hoyo de la serpiente”), del director ucraniano Anatole Litvak y protagonizada por Olivia de Havilland, Mark Stevens, Leo Genn, Celeste Holm, …, es una expresión en la que se considera que una persona, más o menos sana, en medio de una situación de caos, ansiedad, horror, o cualquier otro tipo de mal, puede sucumbir también en ese mismo pozo. 

Por extensión se puede definir “nido de víboras” a un ambiente hostil, negativo, humillante, de mal rollo, falto de respeto, dónde se puede contagiar la ira y la hostilidad, dónde cada respuesta a cada ataque genera más violencia y enemistad, en lugar de ir a su resolución y pacificación. Una vez te arrastren al nido terminarás siendo una más.

En algunos ámbitos, físicos y virtuales se exuda un aire viciado que se hace irrespirable y el ambiente es un tanto incómodo. Por eso urge cierto distanciamiento porque así no caeremos en la tentación de responder de la misma o parecida forma y podremos evitar que la agresión violenta forme parte de nosotros.

Quizás, solo unos pocos pueden decir que no han experimentado en carne propia esa cerrazón de "nido de víboras", ya que en todo colectivo y en cualquier ambiente siempre suele haber personas rastreras, tipo cobra o víbora venenosa que con sus acciones nos afectarán negativamente.

Pero Luis Javier M. Soto, da respuesta a la pregunta ¿y cómo reaccionar de forma madura frente a esa hostilidad? Hay diversas maneras, pero dos parecen ser más efectivas. Ya se ha apuntado la de interponer una distancia, pero otra podía ser la retirada de atención. Sin embargo, si los responsables de ese ambiente no toman cartas en el asunto, lo más idóneo incluso podría ser mudarse a otro lugar, alejarse de esos familiares, cambiar de trabajo, asociación o compañía…

Jesús denominaba “nido de víboras” a los cobardes que conspiran y confabulan contra quién es buena gente. Hipócritas y farsantes que van con injurias y calumnian echando su basura sobre quién no es como ellos, aunque tienen miedo de ser desenmascarados.

También a esa mala gente les llama, sepulcro: Son como los sepulcros que, aunque estén blanqueados por fuera, por dentro están llenos de podredumbre.

Está claro que el mal está en el corazón del que hace daño. Ya lo dijo Jesús: Dónde están los buitres, allí está el cuerpo.

El asedio a una persona es maltrato y al maltrato psicológico en cualquier ámbito se le conoce con la palabra mobbing. Es un término que viene de la palabra inglesa mob, que se refiere a muchedumbre, masa o rebaño y alude al asedio o al atropello en grupo hacia alguien que no les cae bien, que sabe mucho o que envidian. Si no se sabe sortear a esos verdugos puede acarrear graves consecuencias para nuestra salud mental.

Un maltrato verbal y conductual continuado y frecuente en el tiempo; tiene el objetivo final de fustigar, agobiar, reducir, acobardar y romper la resistencia psicológica de la víctima para que abandone su postura y secunde los planes del nido o se vea obligada a alejarse desvalida.

El mecanismo para obligar a integrarse en los códigos del nido de víboras: debe intrigar como ellos, ser servil y solapado como ellos, respetar las coordenadas de esta especie de personajes. Si no lo hace o para que lo haga, se desata una persecución psicológica en su contra. Quién hostiga se siente superior, y siempre encontrará a alguien que lo aplauda por  valiente... 

Donde más se sufre es en el terreno laboral y familiar. Y qué doloroso cuando lo descubres en el terreno familiar, donde de pronto, en lugar de encontrar calor y acogida lo que hallas es un frío nido de víboras esperando para inyectarte su veneno. El hostigador impone su poder, hay gente que cree divertido atormentar a los demás. Un triste día te das cuenta que tu familia te mira con otros ojos y las miradas entre ellos llevan pautas a seguir y cual víboras te observan analizándote para hacer la interpretación que les conviene y tener carnaza donde morder, y con la intención de encontrarte el punto débil y clavarte sus mortíferos colmillos. 

Las víboras controladoras echando espuma por la boca y llevadas por sus más bajos instintos, astutamente van contaminando a los más cercanos y también atraen a los allegados al lúgubre escondrijo, ahí quedan atrapados y se revuelven juntos hasta contaminar la piel sudando bilis y nombrando a la víctima lanzan veneno al aire y les va cayendo encima hasta quedar enterrados en su propios excrementos. A partir de entonces se citan para marcar las pautas de control y seguimiento, y la forma y manera de atacar y derrotar a la víctima. Revolviéndose unas con otras desfogan la ira y preparan estrategias  para seguir alimentándose con el veneno de su propia rabia. Pero cuando ven que su víctima no se deja atrapar porque ha descubierto el complot, la frustración los une aún más y aumenta su venganza. Qué pena, nunca repararan en su pobreza, como defensa adjudican a la víctima pobreza, ego y falsa personalidad... Es que cuando se está ciego por envidia, ira, venganza, ignorancia, no interesa verse y reconocerse como lo que son, son como actúan, y actúan como víboras. 

Es aterrador ver cómo esas malévolas van enredando a quienes pueden atrapar y le inocula el veneno y lo arrastran a revolverse en su mismo fango manchando el buen nombre de sus raíces. Estos enredos surgen cuando quieren anular a quién le molesta por circunstancias que se les mete en la cabeza, y pueden llegar a ser tan complejos sus enredos que casi es imposible encontrar una salida efectiva sin antes causar serios daños colaterales. Las víboras no dejan huella, dejan una grieta difícil de reparar. Debemos tener claro que para vivir en paz, hay que sellar la puerta donde se halla el mal.

Es común que las personas se metan en sus propios laberintos mentales y que construyan justificaciones basadas en suposiciones personales para evitar sentir los sentimientos de culpa, rechazo, vergüenza o simplemente para aceptar su equivocación y sabotea toda oportunidad para recuperar la relación por falta de humildad y sinceridad.

Cuando uno se equivoca y se niega a reconocer sus errores; entonces se condena con crueldad y enreda sus pensamientos y acciones de tal forma que hace difícil entender cómo se puede perdonar y tener el valor para enfrentar los problemas que causó. El discurso de un demente se refugia siempre en la mentira, para enmascarar sus malas intenciones y su falta de respeto por todo aquél que no le baile el agua.

Ni tu peor enemigo te puede hacer tanto daño como tú mismo. Buda.

En un inicio la persona desesperada puede estar frente a una situación confrontada, sentir impotencia o incomodidad y busca una forma para poderse defender si es descubierto. Dice palabras hirientes, lastima, ofende y después no encuentra la forma de poderse reconciliar, ya que no tiene cara para poder afrontar sus propias consecuencias y le cuesta trabajo aceptar su fallo. Su vergüenza se convierte en orgullo o soberbia y el diálogo de buenas intenciones queda encerradas en ese laberinto sin salida y recurre a los largos y tormentosos silencios. Su severidad de juicio conlleva a reprimir sus verdaderos sentimientos y actúa con indiferencia o con desprecio. Es así como la persona que inicialmente no tenía tan malas intenciones, complica sus acciones y se convierte en su peor enemigo, porque cada vez crea un problema mayor y lastima más a la gente que quiere y tiene cerca.

La mente es un arma peligrosa. Cuando no se le conoce o no se toma conciencia plena de su poder puede ocasionar problemas con tristes consecuencias. Muchas veces el orgullo, la vergüenza o hasta la misma culpa hacen que la persona se meta en un laberinto mental donde la salida se encuentra obstruida por cuestiones inconscientes que le es difícil reconocer. Se defiende aludiendo a que no sabe por qué hizo lo que hizo o dejó de hacer lo que tenía que hacer, y no entiende el por qué creó ese problema.

Por mejores propósitos que se tengan, el enojo o la tristeza revuelven los pensamientos y los convierten en razones ilógicas y miedos con suposiciones falsas que autoconvencen para no sabotear las intenciones iniciales, introduciéndose cada vez más adentro de su propio laberinto. Ahora el nido de víboras está metido en un gran lío y sólo ellos son  responsables por crearlo y son ellos los que pueden disolverlo.

Hay que tener mucha fuerza moral y mental para poder resistir a un grupo acosador con un fuerte común y que actúa coordinadamente con el objetivo de desestabilizar tus emociones alegando defensa propia. La psicóloga Edith Sánchez recomienda que, para poder enfrentar acertadamente las consecuencias del efecto nido de víboras, lo primero es reconocer que existe esa situación. Hay que llamar las cosas por su nombre: las mentiras y calumnias, las falsas acusaciones, los comentarios hirientes, la falta de solidaridad, las burlas y todo lo demás no son un “divertimento”; son acoso y como tal hay que abordarlo. Se debe intentar desactivar emocionalmente la situación reaccionando al hostigamiento con indiferencia, eso disminuye los traumas que acarrean esas acciones. También es importante fortalecer el amor propio, identificar las emociones para fortalecerlas y mantenerse firme en las convicciones personales.

En esos ambientes tóxicos son muy resistentes a reconocer sus artimañas malévolas y en el mejor de los casos, solo se logra amainar la tormenta estableciendo una relación de distancia. Frente a la contaminación, aire puro... 

Pero, Dios lo ve todo, lo sabe todo, hasta nuestros pensamientos; y al final cada uno tendrá que darle cuentas de sus acciones...            

Tú piensa que Dios te mira. 

Piensa que te está mirando. 

Piensa que tú morirás. 

Pero tú no sabes cuándo...


Fotografía: Internet

 

 

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